Bueno, maes, preparen la billetera y un poquito de paciencia porque se viene otro de esos anuncios que nos amargan el cafecito de la mañana. Justo cuando uno siente que la quincena medio alcanza, ¡pum! Nos avisan que a partir de la medianoche de este lunes, llenar el tanque del chunche nos va a salir más caro. Diay, ¡qué sal! Parece que el único deporte nacional que nunca pierde es el aumento en el costo de la vida, y la gasolina siempre quiere llevarse la medalla de oro.
Vamos al desglose para entender el despiche. Según el ajuste que ya publicó la ARESEP, la gasolina Regular y el Diésel, o sea, los combustibles que usa la gran mayoría para ir al brete, para las entregas y para mover el país, suben ¢7 por litro. No suena a mucho, ¿verdad? Pero como bien sabemos, de poquito en poquito se nos va una fortuna al mes. La "buena noticia", si es que se le puede llamar así, es que la Súper y el Gas GLP bajan un pelito. Un alivio para los que tienen carros que usan Súper o para los que cocinan con gas, pero para el resto de los mortales que dependemos de la Regular, la historia es otra. Al final, es el mismo cuento: el golpe más fuerte se lo lleva el bolsillo del tico de a pie.
Y claro, siempre viene la explicación técnica que suena a otro idioma. Según Mario Mora, el intendente de Energía, toda esta vara es culpa del mercado internacional. Un clásico. Nos dice que el desorden se debe a una mezcla de factores que parecen sacados de una película de economía: que si los inventarios de petróleo en Estados Unidos son una montaña rusa, que si en el Hemisferio Norte se acabó el verano y por eso baja la demanda (lo cual uno pensaría que abarata los precios, pero no), que si la economía de China es una gran interrogante y que si en la India están consumiendo combustible como si se fuera a acabar el mundo. Un enredo total que, al final del día, se traduce en una sola cosa: a usted y a mí nos toca pagar más.
Lo que de verdad cansa no son solo estos siete colones. Es la sensación de que nunca hay tregua. Este aumento, por más pequeño que parezca, genera un efecto dominó que todos conocemos. Sube la gasolina y al rato sube el pasaje del bus, sube el costo de traer las verduras del campo a la ciudad y, por ende, suben los precios en el supermercado. Es una cadena que siempre termina apretando el mismo eslabón: nosotros. Ese "poquito" se convierte en el café que ya no te puedes comprar, en la salida que tienes que cancelar o en el ahorro que se fue al traste por tener que llenar el tanque para poder seguir trabajando.
Al final del día, la historia se repite. Nos dan un montón de justificaciones macroeconómicas sobre tensiones internacionales y mercados volátiles, pero la realidad en la calle es mucho más sencilla: cada vez cuesta más moverse, cada vez cuesta más trabajar y cada vez el salario rinde menos. Es una lucha constante por estirar la plata mientras los costos siguen subiendo sin piedad. No es ser negativo, es ser realista ante una situación que nos afecta a todos directamente.
Pero bueno, maes, quiero saber qué piensan ustedes. ¿Cómo les cae este nuevo sablazo? ¿Ya están haciendo números para ver cómo ajustan el presupuesto? ¿Creen que ya es hora de pensar en serio en alternativas como el teletrabajo, usar más la bicicleta o presionar por un mejor transporte público? Cuenten sus estrategias para sobrevivir a esta, porque parece que todos estamos en el mismo barco y se está llenando de huecos.
Vamos al desglose para entender el despiche. Según el ajuste que ya publicó la ARESEP, la gasolina Regular y el Diésel, o sea, los combustibles que usa la gran mayoría para ir al brete, para las entregas y para mover el país, suben ¢7 por litro. No suena a mucho, ¿verdad? Pero como bien sabemos, de poquito en poquito se nos va una fortuna al mes. La "buena noticia", si es que se le puede llamar así, es que la Súper y el Gas GLP bajan un pelito. Un alivio para los que tienen carros que usan Súper o para los que cocinan con gas, pero para el resto de los mortales que dependemos de la Regular, la historia es otra. Al final, es el mismo cuento: el golpe más fuerte se lo lleva el bolsillo del tico de a pie.
Y claro, siempre viene la explicación técnica que suena a otro idioma. Según Mario Mora, el intendente de Energía, toda esta vara es culpa del mercado internacional. Un clásico. Nos dice que el desorden se debe a una mezcla de factores que parecen sacados de una película de economía: que si los inventarios de petróleo en Estados Unidos son una montaña rusa, que si en el Hemisferio Norte se acabó el verano y por eso baja la demanda (lo cual uno pensaría que abarata los precios, pero no), que si la economía de China es una gran interrogante y que si en la India están consumiendo combustible como si se fuera a acabar el mundo. Un enredo total que, al final del día, se traduce en una sola cosa: a usted y a mí nos toca pagar más.
Lo que de verdad cansa no son solo estos siete colones. Es la sensación de que nunca hay tregua. Este aumento, por más pequeño que parezca, genera un efecto dominó que todos conocemos. Sube la gasolina y al rato sube el pasaje del bus, sube el costo de traer las verduras del campo a la ciudad y, por ende, suben los precios en el supermercado. Es una cadena que siempre termina apretando el mismo eslabón: nosotros. Ese "poquito" se convierte en el café que ya no te puedes comprar, en la salida que tienes que cancelar o en el ahorro que se fue al traste por tener que llenar el tanque para poder seguir trabajando.
Al final del día, la historia se repite. Nos dan un montón de justificaciones macroeconómicas sobre tensiones internacionales y mercados volátiles, pero la realidad en la calle es mucho más sencilla: cada vez cuesta más moverse, cada vez cuesta más trabajar y cada vez el salario rinde menos. Es una lucha constante por estirar la plata mientras los costos siguen subiendo sin piedad. No es ser negativo, es ser realista ante una situación que nos afecta a todos directamente.
Pero bueno, maes, quiero saber qué piensan ustedes. ¿Cómo les cae este nuevo sablazo? ¿Ya están haciendo números para ver cómo ajustan el presupuesto? ¿Creen que ya es hora de pensar en serio en alternativas como el teletrabajo, usar más la bicicleta o presionar por un mejor transporte público? Cuenten sus estrategias para sobrevivir a esta, porque parece que todos estamos en el mismo barco y se está llenando de huecos.