Maes, agarren palomitas porque este novelón político que tenemos por delante se puso bueno, pero bueno de verdad. La última bomba la soltó Luis Amador, quien parece que se cansó de mandar indirectas y decidió irse con todo. Desde el exilio (o donde sea que ande), el exministro del MOPT sacó un video y le mandó un filazo directo a Rodrigo Chaves, sin escalas: “Soy yo, su peor pesadilla”. ¡Tome chichí! Con esa frase, Amador no solo confirma que se lanza a la piscina presidencial, sino que le declara la guerra total, sin cuartel, a su antiguo jefe. Esto ya dejó de ser política y se convirtió en una bronca personal con cámaras, y honestamente, el despiche apenas comienza.
Pero, ¿cómo llegamos a este nivel de drama? Hagamos memoria. Hace no mucho, Amador era el ministro estrella, el “mae de acción”, el que tenía una aprobación por las nubes y que muchos veían como el sucesor natural. Era el hombre fuerte del gabinete de Chaves. Pero como en toda buena serie de Netflix, el giro de guion fue brutal. De un día para otro, ¡pum! Despedido en cadena nacional por un supuesto caso de corrupción con la pista del aeropuerto Daniel Oduber. Ahí fue donde toda la vara se fue al traste. Desde entonces, la relación pasó de alianza a un intercambio de acusaciones que parece sacado de un talk show. Chaves lo señala por presunta corrupción, y Amador ahora le devuelve el favor diciendo que todo fue un invento para sacarlo del camino porque le tenía miedo.
Y ojo, que el misil no fue solo para Chaves. De rebote le cayó a Laura Fernández, la candidata oficialista, a quien Amador no bajó de “títere” y “yes man”. La acusa, básicamente, de ser una sombra del presidente, una copia sin criterio. Esta jugada es astuta, porque ataca dos flancos: pinta a Chaves como un autoritario que solo quiere gente que le diga que sí a todo, y a la vez intenta deslegitimar a su principal rival en la acera oficialista antes de que la campaña siquiera caliente. La vara es que Amador está jugando a dos bandas: por un lado, se vende como la víctima de una conspiración, y por otro, como el único con las agallas para enfrentar al “jefe” y a su aparato de poder.
Lo que sí hay que apuntar es que este camino a la candidatura no ha sido un paseo por el parque para Amador. No crean que esta es su primera opción. El mae ya había tocado la puerta del Progreso Social Democrático y hasta del PUSC, y en ambas le dijeron, en buen tico, “muchas gracias, nosotros lo llamamos”. Ahora, con un partido nuevo o una coalición que todavía no está muy clara, asegura que tiene el “respaldo ciudadano”. Diay, habrá que ver si ese respaldo es tan sólido como dice o si es puro eco de redes sociales. Una cosa es tener buenos números en las encuestas cuando se es ministro, y otra muy distinta es construir una estructura a nivel nacional para pelear una presidencia desde la oposición más visceral.
Al final del día, lo que queda clarísimo es que la campaña para el 2026 ya no va a ser de guante blanco. Esto es personal. Amador se está perfilando no como un candidato con un plan de gobierno detallado (que aún no conocemos), sino como el antihéroe de esta historia, el archienemigo cuya única misión es destronar al rey. La estrategia es puro choque, puro pleito. Y aunque eso genera mucho ruido y capta la atención, la pregunta del millón sigue en el aire. Mi pregunta para el foro es: ¿Le alcanza a Amador con ser solo la “peor pesadilla” de Chaves para ganar? ¿O necesita más que pura confrontación para convencer a un país que está hasta la coronilla de los pleitos? ¿Ustedes qué dicen, maes?
Pero, ¿cómo llegamos a este nivel de drama? Hagamos memoria. Hace no mucho, Amador era el ministro estrella, el “mae de acción”, el que tenía una aprobación por las nubes y que muchos veían como el sucesor natural. Era el hombre fuerte del gabinete de Chaves. Pero como en toda buena serie de Netflix, el giro de guion fue brutal. De un día para otro, ¡pum! Despedido en cadena nacional por un supuesto caso de corrupción con la pista del aeropuerto Daniel Oduber. Ahí fue donde toda la vara se fue al traste. Desde entonces, la relación pasó de alianza a un intercambio de acusaciones que parece sacado de un talk show. Chaves lo señala por presunta corrupción, y Amador ahora le devuelve el favor diciendo que todo fue un invento para sacarlo del camino porque le tenía miedo.
Y ojo, que el misil no fue solo para Chaves. De rebote le cayó a Laura Fernández, la candidata oficialista, a quien Amador no bajó de “títere” y “yes man”. La acusa, básicamente, de ser una sombra del presidente, una copia sin criterio. Esta jugada es astuta, porque ataca dos flancos: pinta a Chaves como un autoritario que solo quiere gente que le diga que sí a todo, y a la vez intenta deslegitimar a su principal rival en la acera oficialista antes de que la campaña siquiera caliente. La vara es que Amador está jugando a dos bandas: por un lado, se vende como la víctima de una conspiración, y por otro, como el único con las agallas para enfrentar al “jefe” y a su aparato de poder.
Lo que sí hay que apuntar es que este camino a la candidatura no ha sido un paseo por el parque para Amador. No crean que esta es su primera opción. El mae ya había tocado la puerta del Progreso Social Democrático y hasta del PUSC, y en ambas le dijeron, en buen tico, “muchas gracias, nosotros lo llamamos”. Ahora, con un partido nuevo o una coalición que todavía no está muy clara, asegura que tiene el “respaldo ciudadano”. Diay, habrá que ver si ese respaldo es tan sólido como dice o si es puro eco de redes sociales. Una cosa es tener buenos números en las encuestas cuando se es ministro, y otra muy distinta es construir una estructura a nivel nacional para pelear una presidencia desde la oposición más visceral.
Al final del día, lo que queda clarísimo es que la campaña para el 2026 ya no va a ser de guante blanco. Esto es personal. Amador se está perfilando no como un candidato con un plan de gobierno detallado (que aún no conocemos), sino como el antihéroe de esta historia, el archienemigo cuya única misión es destronar al rey. La estrategia es puro choque, puro pleito. Y aunque eso genera mucho ruido y capta la atención, la pregunta del millón sigue en el aire. Mi pregunta para el foro es: ¿Le alcanza a Amador con ser solo la “peor pesadilla” de Chaves para ganar? ¿O necesita más que pura confrontación para convencer a un país que está hasta la coronilla de los pleitos? ¿Ustedes qué dicen, maes?