Mae, seamos honestos: caminar por el centro de Chepe a veces le arruga el corazón a uno. Ver a tanta gente durmiendo en las aceras o pidiendo una harina es una realidad que nos golpea a diario. Por años, la vara ha sido la misma: soluciones a medias, albergues que no dan abasto y una sensación general de que el problema solo crece. Pero parece que algo está cambiando. La Municipalidad de San José, con Diego Miranda al frente, acaba de anunciar un proyecto que, en papel, suena bastante bien. ¡Qué tuanis que por fin le estén entrando al tema con una visión que va más allá de solo dar un plato de comida!
La vara es así: la Muni le va a meter ¢900 millones a un nuevo Centro de Atención Integral en Calle 8. La idea es atender a unas 100 personas, pero aquí viene lo chiva: el objetivo no es solo darles un techo temporal. El plan, que a todas luces suena a otro nivel, es darles herramientas de verdad para que consigan brete. Hablamos de potenciar habilidades blandas y duras, en una jugada coordinada con el Ministerio de Trabajo y el INA. O sea, la meta es la reinserción real, que la gente pueda volver a valerse por sí misma y salir del círculo vicioso de la calle. Miranda dice que ya el terreno está casi listo y solo esperan el sí de la Contraloría para arrancar con la remodelación del edificio.
Pero diay, como es costumbre en este país, no todo es color de rosa. Aquí es donde empieza el enredo. Mientras la Muni habla de este plan, sale a la luz el eterno despiche con los datos. Según el IMAS, en toda Costa Rica no hay más de 6.000 habitantes de calle. ¡Seis mil en todo el país! Sin embargo, la propia Municipalidad de San José calcula que solo en el cantón central hay más de 7.000. ¡Qué despiche de datos! ¿Cómo se puede planificar una solución real si ni siquiera las instituciones se ponen de acuerdo en el tamaño del problema? Es frustrante, porque sin cifras claras, cualquier esfuerzo, por más bueno que sea, corre el riesgo de quedarse corto.
Por dicha, la Muni no está sola en esta lucha. Quienes sí tienen el pulso de la calle son los maes de Chepe Se Baña. Esos maes son unos cargas. Mauricio Villalobos y su equipo acaban de inaugurar un centro de salud nuevecito por la antigua Estación al Pacífico, una zona que, según él, es prácticamente una "tribu urbana" de habitantes de calle. No se andan con rodeos: ofrecen desde psicología y medicina general hasta tratamientos para VIH, todo con voluntariado. Ya tienen escuelas de arte, repostería y hacen campañas constantes. Ellos entienden que la dignidad pasa por la salud, la comida, el sentirse útil y, sobre todo, el sentirse persona de nuevo.
Al final, la iniciativa de la Muni, sumada al brete increíble que ya hace Chepe Se Baña, da una luz de esperanza. Se nota un cambio de mentalidad: de la simple caridad a la capacitación y la oportunidad. Es un paso adelante, sin duda. Pero la pregunta del millón sigue en el aire, y aquí es donde quiero leerlos a ustedes. Más allá de los ¢900 millones y las buenas intenciones, ¿creen que este tipo de iniciativas son la solución de fondo o solo un buen primer paso? ¿Y nosotros, como ciudadanos, qué pitos tocamos en esta vara más allá de sentir lástima o molestia?
La vara es así: la Muni le va a meter ¢900 millones a un nuevo Centro de Atención Integral en Calle 8. La idea es atender a unas 100 personas, pero aquí viene lo chiva: el objetivo no es solo darles un techo temporal. El plan, que a todas luces suena a otro nivel, es darles herramientas de verdad para que consigan brete. Hablamos de potenciar habilidades blandas y duras, en una jugada coordinada con el Ministerio de Trabajo y el INA. O sea, la meta es la reinserción real, que la gente pueda volver a valerse por sí misma y salir del círculo vicioso de la calle. Miranda dice que ya el terreno está casi listo y solo esperan el sí de la Contraloría para arrancar con la remodelación del edificio.
Pero diay, como es costumbre en este país, no todo es color de rosa. Aquí es donde empieza el enredo. Mientras la Muni habla de este plan, sale a la luz el eterno despiche con los datos. Según el IMAS, en toda Costa Rica no hay más de 6.000 habitantes de calle. ¡Seis mil en todo el país! Sin embargo, la propia Municipalidad de San José calcula que solo en el cantón central hay más de 7.000. ¡Qué despiche de datos! ¿Cómo se puede planificar una solución real si ni siquiera las instituciones se ponen de acuerdo en el tamaño del problema? Es frustrante, porque sin cifras claras, cualquier esfuerzo, por más bueno que sea, corre el riesgo de quedarse corto.
Por dicha, la Muni no está sola en esta lucha. Quienes sí tienen el pulso de la calle son los maes de Chepe Se Baña. Esos maes son unos cargas. Mauricio Villalobos y su equipo acaban de inaugurar un centro de salud nuevecito por la antigua Estación al Pacífico, una zona que, según él, es prácticamente una "tribu urbana" de habitantes de calle. No se andan con rodeos: ofrecen desde psicología y medicina general hasta tratamientos para VIH, todo con voluntariado. Ya tienen escuelas de arte, repostería y hacen campañas constantes. Ellos entienden que la dignidad pasa por la salud, la comida, el sentirse útil y, sobre todo, el sentirse persona de nuevo.
Al final, la iniciativa de la Muni, sumada al brete increíble que ya hace Chepe Se Baña, da una luz de esperanza. Se nota un cambio de mentalidad: de la simple caridad a la capacitación y la oportunidad. Es un paso adelante, sin duda. Pero la pregunta del millón sigue en el aire, y aquí es donde quiero leerlos a ustedes. Más allá de los ¢900 millones y las buenas intenciones, ¿creen que este tipo de iniciativas son la solución de fondo o solo un buen primer paso? ¿Y nosotros, como ciudadanos, qué pitos tocamos en esta vara más allá de sentir lástima o molestia?