Diay, maes, a veces uno lee noticias que lo dejan a uno frío, de esas que confirman los miedos que ya todos teníamos por debajo. La última bomba la soltó el propio Ministro de Seguridad, Mario Zamora, y no es para menos: resulta que la vara en Crucitas ya escaló a otro nivel. Ya no estamos hablando solo de coligalleros y un desastre ambiental. Ahora, con todas las letras, el ministro confirma que el Cartel de los Soles, una de las organizaciones narco más pesadas del continente, metió la cuchara hasta el fondo y está dirigiendo la orquesta. ¡Qué despiche!
Vamos a ver, para ponerlo en perspectiva. Durante años hemos visto cómo Crucitas se convertía en una tierra sin ley, un hueco negro en el mapa de Costa Rica. Pero una cosa es la minería ilegal local, que ya de por sí es un problemón, y otra muy distinta es tener a un cartel transnacional usando nuestro territorio como su mina personal. Según Zamora, estos maes tienen un interés clarísimo: sacar nuestro oro para lavar su plata y financiar sus cochinadas. Literalmente, nos están robando los recursos en la pura cara, y la operación es tan grande que el control estatal, seamos honestos, se fue al traste hace rato.
Y si la parte del narco no fuera suficiente para que se nos pare el pelo, está el tema ambiental. El ministro habló de una contaminación "sin precedentes" con cianuro y mercurio. Eso no es un juego. Estamos hablando de un coctel tóxico que está envenenando los suelos y los ríos de la zona de Cutris para siempre. Es una herida abierta en el ecosistema que va a costar generaciones (y un platal que no tenemos) reparar, si es que acaso se puede. Como país, nos estamos jalando una torta ambiental de la que nuestros hijos y nietos se van a acordar, mientras unos pocos se llenan los bolsillos.
Ahora, ¿cuál es la supuesta solución? Zamora dice que está "esperanzado" en un nuevo proyecto de ley para regular la actividad minera. O sea, la papa caliente ahora la tienen los diputados en Cuesta de Moras. La idea es, en teoría, poner orden, reforzar controles y quitarle el negocio a los criminales. Suena muy bonito en el papel, claro. Pero aquí es donde uno se pone cínico. ¿Una ley va a ser suficiente para sacar a un cartel que ya tiene raíces profundas en la zona? ¿De verdad creemos que con un par de artículos en La Gaceta vamos a recuperar un territorio que el Estado abandonó por años?
El brete que tienen por delante es titánico, y la verdad, huele a que vamos tarde. La declaración de Zamora no es una simple noticia, es la admisión de un fracaso monumental del Estado. Crucitas es el síntoma de una enfermedad más grande: la facilidad con que el crimen organizado se apodera de nuestras zonas más vulnerables. La pregunta que queda en el aire es densa y bien incómoda. Más allá de aprobar una ley, ¿cómo se recupera un territorio que ya está, para efectos prácticos, en manos del narco? ¿Estamos a tiempo o esta batalla ya la perdimos?
Vamos a ver, para ponerlo en perspectiva. Durante años hemos visto cómo Crucitas se convertía en una tierra sin ley, un hueco negro en el mapa de Costa Rica. Pero una cosa es la minería ilegal local, que ya de por sí es un problemón, y otra muy distinta es tener a un cartel transnacional usando nuestro territorio como su mina personal. Según Zamora, estos maes tienen un interés clarísimo: sacar nuestro oro para lavar su plata y financiar sus cochinadas. Literalmente, nos están robando los recursos en la pura cara, y la operación es tan grande que el control estatal, seamos honestos, se fue al traste hace rato.
Y si la parte del narco no fuera suficiente para que se nos pare el pelo, está el tema ambiental. El ministro habló de una contaminación "sin precedentes" con cianuro y mercurio. Eso no es un juego. Estamos hablando de un coctel tóxico que está envenenando los suelos y los ríos de la zona de Cutris para siempre. Es una herida abierta en el ecosistema que va a costar generaciones (y un platal que no tenemos) reparar, si es que acaso se puede. Como país, nos estamos jalando una torta ambiental de la que nuestros hijos y nietos se van a acordar, mientras unos pocos se llenan los bolsillos.
Ahora, ¿cuál es la supuesta solución? Zamora dice que está "esperanzado" en un nuevo proyecto de ley para regular la actividad minera. O sea, la papa caliente ahora la tienen los diputados en Cuesta de Moras. La idea es, en teoría, poner orden, reforzar controles y quitarle el negocio a los criminales. Suena muy bonito en el papel, claro. Pero aquí es donde uno se pone cínico. ¿Una ley va a ser suficiente para sacar a un cartel que ya tiene raíces profundas en la zona? ¿De verdad creemos que con un par de artículos en La Gaceta vamos a recuperar un territorio que el Estado abandonó por años?
El brete que tienen por delante es titánico, y la verdad, huele a que vamos tarde. La declaración de Zamora no es una simple noticia, es la admisión de un fracaso monumental del Estado. Crucitas es el síntoma de una enfermedad más grande: la facilidad con que el crimen organizado se apodera de nuestras zonas más vulnerables. La pregunta que queda en el aire es densa y bien incómoda. Más allá de aprobar una ley, ¿cómo se recupera un territorio que ya está, para efectos prácticos, en manos del narco? ¿Estamos a tiempo o esta batalla ya la perdimos?