Diay, maes, a veces uno lee las noticias del país y no sabe si prepararse un cafecito o un guaro. La última vara es con la famosa Alianza del Pacífico. Mientras el Gobierno y la gente de COMEX andan con una sonrisota, como si hubieran descubierto el agua tibia, el sector agropecuario está con el pelo parado, diciendo a gritos que por favor los dejen fuera de esa fiesta. Y la verdad, cuando uno ve los números y escucha los argumentos, como que les empieza a dar la razón. Esto huele a que nos podemos jalar una torta de las grandes.
Vamos a la mate, que esa no miente. Según Abel Chaves, un pez gordo de la Cámara de Agricultura, la cosa está así: en 2024, a los 12 países de esa alianza les vendimos $258 millones en productos agrícolas. ¿Suena bien? ¡Para nada! Porque en ese mismo periodo, les compramos más de $4 MIL millones. O sea, por cada dólar que con costos logramos venderles, ellos nos meten casi dieciséis. ¡Qué negocio, ah! Chaves lo dice clarito: no se puede poner a competir a un productor de frijoles de Pérez Zeledón contra los monstruos de Australia o México. Es como poner a Saprissa a jugar contra el Real Madrid, pero con la cancha inclinada y el árbitro comprado. El agro tico quedaría más que salado.
Claro, no falta el que dice: “¡Hay que diversificar, no podemos depender solo de los gringos!”. Y sí, es cierto. Con las loqueras de aranceles y la inestabilidad mundial, poner todos los huevos en una canasta es una pésima idea. Hasta Rodrigo Cubero, el ex-presi del Banco Central, dice que es el momento de buscar nuevos socios. Pero aquí es donde la puerca tuerce el rabo. El mismo Cubero dice que antes de salir a conquistar el mundo, tenemos que arreglar el despiche que tenemos en casa. Habla de cuatro reformas que suenan más a carta al Niño Dios que a un plan real: bajar las cargas sociales, arreglar las tarifas eléctricas, invertir en infraestructura FUERA de la GAM (¡milagro!) y meterle a las alianzas público-privadas. O sea, el mae básicamente admite que la casa está en desorden.
Y esa es la queja principal de la gente del campo. Chaves lo resume en una frase que es para enmarcar: “Hay asuntos internos que atender antes de pensar en diversificar mercados”. Los maes del agro se quejan de que el Gobierno ni siquiera los toma en cuenta en las negociaciones. Es como si planearan una fiesta en tu casa, pero ni te invitan ni te preguntan si pueden usar el baño. Mientras los exportadores se rompen la cabeza viendo cómo sacar un contenedor de Limón sin que dure una semana en la fila o cómo pasar por el Zurquí sin que un derrumbe les arruine el brete, en las oficinas de COMEX hablan de Singapur y Brunéi, mercados a los que un barco dura 50 días en llegar. ¡Cincuenta días! Ni que estuviéramos mandando chifrijo por paloma mensajera.
Al final, este chicharrón va más allá de un simple sí o no a un tratado. Es un reflejo de cómo se hacen las cosas aquí: se planifica desde un escritorio en San José sin preguntarle al que de verdad se ensucia las manos. El sector agro no está pidiendo que los metan en una burbuja para siempre; están pidiendo que, antes de mandarlos a la guerra contra gigantes, por lo menos les den un rifle que sirva y les arreglen el camino para salir del cuartel. La pregunta queda en el aire y es para todos nosotros. ¿Ustedes qué dicen, maes? ¿Nos la jugamos con la Alianza del Pacífico y que el agro se las arregle como pueda, o primero hacemos la tarea y arreglamos el desorden que tenemos en casa?
Vamos a la mate, que esa no miente. Según Abel Chaves, un pez gordo de la Cámara de Agricultura, la cosa está así: en 2024, a los 12 países de esa alianza les vendimos $258 millones en productos agrícolas. ¿Suena bien? ¡Para nada! Porque en ese mismo periodo, les compramos más de $4 MIL millones. O sea, por cada dólar que con costos logramos venderles, ellos nos meten casi dieciséis. ¡Qué negocio, ah! Chaves lo dice clarito: no se puede poner a competir a un productor de frijoles de Pérez Zeledón contra los monstruos de Australia o México. Es como poner a Saprissa a jugar contra el Real Madrid, pero con la cancha inclinada y el árbitro comprado. El agro tico quedaría más que salado.
Claro, no falta el que dice: “¡Hay que diversificar, no podemos depender solo de los gringos!”. Y sí, es cierto. Con las loqueras de aranceles y la inestabilidad mundial, poner todos los huevos en una canasta es una pésima idea. Hasta Rodrigo Cubero, el ex-presi del Banco Central, dice que es el momento de buscar nuevos socios. Pero aquí es donde la puerca tuerce el rabo. El mismo Cubero dice que antes de salir a conquistar el mundo, tenemos que arreglar el despiche que tenemos en casa. Habla de cuatro reformas que suenan más a carta al Niño Dios que a un plan real: bajar las cargas sociales, arreglar las tarifas eléctricas, invertir en infraestructura FUERA de la GAM (¡milagro!) y meterle a las alianzas público-privadas. O sea, el mae básicamente admite que la casa está en desorden.
Y esa es la queja principal de la gente del campo. Chaves lo resume en una frase que es para enmarcar: “Hay asuntos internos que atender antes de pensar en diversificar mercados”. Los maes del agro se quejan de que el Gobierno ni siquiera los toma en cuenta en las negociaciones. Es como si planearan una fiesta en tu casa, pero ni te invitan ni te preguntan si pueden usar el baño. Mientras los exportadores se rompen la cabeza viendo cómo sacar un contenedor de Limón sin que dure una semana en la fila o cómo pasar por el Zurquí sin que un derrumbe les arruine el brete, en las oficinas de COMEX hablan de Singapur y Brunéi, mercados a los que un barco dura 50 días en llegar. ¡Cincuenta días! Ni que estuviéramos mandando chifrijo por paloma mensajera.
Al final, este chicharrón va más allá de un simple sí o no a un tratado. Es un reflejo de cómo se hacen las cosas aquí: se planifica desde un escritorio en San José sin preguntarle al que de verdad se ensucia las manos. El sector agro no está pidiendo que los metan en una burbuja para siempre; están pidiendo que, antes de mandarlos a la guerra contra gigantes, por lo menos les den un rifle que sirva y les arreglen el camino para salir del cuartel. La pregunta queda en el aire y es para todos nosotros. ¿Ustedes qué dicen, maes? ¿Nos la jugamos con la Alianza del Pacífico y que el agro se las arregle como pueda, o primero hacemos la tarea y arreglamos el desorden que tenemos en casa?