Maes, pónganse en filita. Imaginen el Estadio Nacional hasta la jupa, con gente en las gradas, en la cancha, en los pasillos... bueno, ahora dupliquen esa cantidad de gente. Esa es, más o menos, la cantidad de ticos que se quedaron sin brete en el sector agrícola en los últimos ocho años. Así como lo leen: 67 mil personas. No es un error de dedo, es una torta monumental que nos está pasando la factura a todos, y que tiene al campo pidiendo auxilio a gritos mientras desde San José parece que nadie escucha.
Diay, ¿y cómo llegamos a este desmadre? Pues no fue de la noche a la mañana. Una de las varas que más suena es la famosa "Ruta del Arroz". La idea de bajarle los impuestos a las importaciones sonaba muy pro-consumidor en el papel, pero en la vida real fue un tiro de gracia para un montón de productores locales. Según los datos, 231 arroceros tuvieron que tirar la toalla y cerrar el chuzo en los últimos dos años. Como dice José Oviedo, de la Unión de Productores, en muchas zonas esa era la principal fuente de brete. Quitarla sin un plan B fue, a todas luces, jalarse una torta que dejó a miles de familias guindando.
Pero ¡qué va!, el arroz es solo la punta del iceberg. La vara es que todo el sector agropecuario lleva ocho meses seguidos en contracción, según el IMAE. O sea, produce menos hoy que el año pasado. Es como si un motor fuera perdiendo fuerza y nadie le echara aceite. La economista Roxana Morales, de la UNA, lo pone en perspectiva: hace cinco años, el agro generaba el 13% de los empleos del país; hoy, a duras penas llega al 9%. El plan de miles de familias agricultoras simplemente se fue al traste, y no es un caso aislado. Vean la construcción, que también perdió más de 44 mil empleos. ¡Qué sal la de la gente que depende de estos sectores!
Y aquí es donde el asunto se pone más denso. La misma Morales hace la pregunta del millón: si esta gente, que en su mayoría vive en zonas rurales y tiene un perfil educativo bajo, se queda sin brete, ¿en qué carajos los vamos a ubicar? No es como que puedan volverse programadores de la noche a la mañana. Por eso varias agrupaciones se juntaron para crear un "Pacto por la producción", que suena tuanis, pero que necesita acción ya. Piden cosas que suenan de cajón: precios justos, que el Estado le compre más al productor nacional (como se hacía antes con el CNP) y que las ayudas del IMAS se den con productos ticos. No están pidiendo la luna, están pidiendo poder seguir trabajando su tierra.
Al final, esta no es solo una noticia de números rojos en un periódico. Es un llamado de atención durísimo. Estamos hablando de la seguridad alimentaria del país, mae. Depender cada vez más de lo que traen de afuera nos hace vulnerables y, de paso, le damos la espalda a nuestra propia gente. Es fácil hablar de libre mercado y eficiencia desde una oficina con aire acondicionado, pero otra cosa muy distinta es ver cómo el campo, que por décadas fue el corazón de Costa Rica, se desangra lentamente. Así que les pregunto, maes: ¿Esto es solo un "ajuste económico" necesario o estamos dejando que una parte fundamental de nuestra identidad se vaya al traste por pura desidia? Los leo.
Diay, ¿y cómo llegamos a este desmadre? Pues no fue de la noche a la mañana. Una de las varas que más suena es la famosa "Ruta del Arroz". La idea de bajarle los impuestos a las importaciones sonaba muy pro-consumidor en el papel, pero en la vida real fue un tiro de gracia para un montón de productores locales. Según los datos, 231 arroceros tuvieron que tirar la toalla y cerrar el chuzo en los últimos dos años. Como dice José Oviedo, de la Unión de Productores, en muchas zonas esa era la principal fuente de brete. Quitarla sin un plan B fue, a todas luces, jalarse una torta que dejó a miles de familias guindando.
Pero ¡qué va!, el arroz es solo la punta del iceberg. La vara es que todo el sector agropecuario lleva ocho meses seguidos en contracción, según el IMAE. O sea, produce menos hoy que el año pasado. Es como si un motor fuera perdiendo fuerza y nadie le echara aceite. La economista Roxana Morales, de la UNA, lo pone en perspectiva: hace cinco años, el agro generaba el 13% de los empleos del país; hoy, a duras penas llega al 9%. El plan de miles de familias agricultoras simplemente se fue al traste, y no es un caso aislado. Vean la construcción, que también perdió más de 44 mil empleos. ¡Qué sal la de la gente que depende de estos sectores!
Y aquí es donde el asunto se pone más denso. La misma Morales hace la pregunta del millón: si esta gente, que en su mayoría vive en zonas rurales y tiene un perfil educativo bajo, se queda sin brete, ¿en qué carajos los vamos a ubicar? No es como que puedan volverse programadores de la noche a la mañana. Por eso varias agrupaciones se juntaron para crear un "Pacto por la producción", que suena tuanis, pero que necesita acción ya. Piden cosas que suenan de cajón: precios justos, que el Estado le compre más al productor nacional (como se hacía antes con el CNP) y que las ayudas del IMAS se den con productos ticos. No están pidiendo la luna, están pidiendo poder seguir trabajando su tierra.
Al final, esta no es solo una noticia de números rojos en un periódico. Es un llamado de atención durísimo. Estamos hablando de la seguridad alimentaria del país, mae. Depender cada vez más de lo que traen de afuera nos hace vulnerables y, de paso, le damos la espalda a nuestra propia gente. Es fácil hablar de libre mercado y eficiencia desde una oficina con aire acondicionado, pero otra cosa muy distinta es ver cómo el campo, que por décadas fue el corazón de Costa Rica, se desangra lentamente. Así que les pregunto, maes: ¿Esto es solo un "ajuste económico" necesario o estamos dejando que una parte fundamental de nuestra identidad se vaya al traste por pura desidia? Los leo.