Mae, imagínese que está en una charla y al final se le acerca una señora y le dice que ella puede oler el Parkinson. Lo más seguro es que uno piense: "diay, esta doña está bateando o me está vacilando". Eso mismo fue lo que pensó la química Perdita Barran cuando un colega le contó la historia de Joy Milne, una enfermera escocesa jubilada. La vara sonaba a puro cuento, una torta de idea, pero como a veces pasa en la ciencia, las varas más locas son las que terminan cambiando el juego por completo.
La historia es así: Joy notó que su esposo, Les, empezó a tener un olor como almizclado, un tufo raro que nunca antes había tenido. Años después, a Les lo diagnosticaron con Parkinson. La conexión no la hizo hasta que fue a un grupo de apoyo y ¡sorpresa!, todos los pacientes olían igual. Cuando los científicos por fin le hicieron caso, le pusieron una prueba: oler 12 camisetas, seis de pacientes con Parkinson y seis de personas sanas. La doña no solo identificó correctamente a los seis enfermos, sino que señaló a uno del grupo de "sanos" y dijo que también tenía "el olor". Menos de un año después, a ese mae lo diagnosticaron con Parkinson. ¡Qué nivel! La señora, con su nariz, diagnosticó la enfermedad antes que los doctores.
Pero diay, ¿cómo funciona este superpoder? No es magia, es pura bioquímica. Resulta que nuestro cuerpo, en su brete diario de mantenernos vivos, produce un montón de moléculas. Cuando una enfermedad aparece, el metabolismo cambia y se empiezan a generar compuestos diferentes, conocidos como Compuestos Orgánicos Volátiles (COV). Estos chunches se evaporan y ¡pum!, producen un olor. Es como si el cuerpo mandara una alerta, una señal de humo que la mayoría no podemos percibir. La diferencia es que Joy Milne tiene hiperosmia, una condición que le da un olfato súper desarrollado. Básicamente, su nariz viene con extras de fábrica.
Y esta vara no se limita al Parkinson. Hay enfermedades que hasta nosotros, con nuestro olfato promedio, podemos notar. El aliento afrutado de un diabético en crisis o el olor a amoníaco que puede indicar un problema en los riñones. Pero para detectar cosas más sutiles, como ciertos tipos de cáncer, se necesita ayuda especializada. Aquí es donde entran los perros. Un can tiene un olfato hasta 100,000 veces más potente que el nuestro y ya se ha demostrado que pueden detectar cáncer de próstata en la orina con una precisión del 99%. El problema es que entrenarlos es lento y caro. Por eso, la ciencia ahora está enfocada en crear una "nariz robótica", un dispositivo que replique esta habilidad y nos dé un diagnóstico rápido y no invasivo. ¡Un chunche que nos diga qué tenemos con solo oler una muestra de piel o aliento!
Lo que empezó con la observación de una esposa preocupada, que los científicos casi descartan por "tontería", está abriendo la puerta a un futuro donde podríamos detectar enfermedades devastadoras años antes de que aparezcan los primeros síntomas. Imagínese poder empezar un tratamiento para el Parkinson cuando aún es invisible, todo gracias a un simple hisopo en la piel. La verdad, es que la historia de Joy y Les nos deja una lección que va más allá de la ciencia: hay que hacerle caso a la intuición y nunca subestimar esas pequeñas observaciones que parecen no tener sentido. Podrían ser la clave de algo gigante. Una vara que, si funciona a gran escala, va a estar a cachete.
Pero bueno, quiero saber qué piensa la comunidad del foro. ¿Ustedes confiarían en un diagnóstico que venga de una nariz, ya sea humana, canina o robótica? ¿O les parece que todavía falta mucho para dejarle un tema tan serio al olfato?
La historia es así: Joy notó que su esposo, Les, empezó a tener un olor como almizclado, un tufo raro que nunca antes había tenido. Años después, a Les lo diagnosticaron con Parkinson. La conexión no la hizo hasta que fue a un grupo de apoyo y ¡sorpresa!, todos los pacientes olían igual. Cuando los científicos por fin le hicieron caso, le pusieron una prueba: oler 12 camisetas, seis de pacientes con Parkinson y seis de personas sanas. La doña no solo identificó correctamente a los seis enfermos, sino que señaló a uno del grupo de "sanos" y dijo que también tenía "el olor". Menos de un año después, a ese mae lo diagnosticaron con Parkinson. ¡Qué nivel! La señora, con su nariz, diagnosticó la enfermedad antes que los doctores.
Pero diay, ¿cómo funciona este superpoder? No es magia, es pura bioquímica. Resulta que nuestro cuerpo, en su brete diario de mantenernos vivos, produce un montón de moléculas. Cuando una enfermedad aparece, el metabolismo cambia y se empiezan a generar compuestos diferentes, conocidos como Compuestos Orgánicos Volátiles (COV). Estos chunches se evaporan y ¡pum!, producen un olor. Es como si el cuerpo mandara una alerta, una señal de humo que la mayoría no podemos percibir. La diferencia es que Joy Milne tiene hiperosmia, una condición que le da un olfato súper desarrollado. Básicamente, su nariz viene con extras de fábrica.
Y esta vara no se limita al Parkinson. Hay enfermedades que hasta nosotros, con nuestro olfato promedio, podemos notar. El aliento afrutado de un diabético en crisis o el olor a amoníaco que puede indicar un problema en los riñones. Pero para detectar cosas más sutiles, como ciertos tipos de cáncer, se necesita ayuda especializada. Aquí es donde entran los perros. Un can tiene un olfato hasta 100,000 veces más potente que el nuestro y ya se ha demostrado que pueden detectar cáncer de próstata en la orina con una precisión del 99%. El problema es que entrenarlos es lento y caro. Por eso, la ciencia ahora está enfocada en crear una "nariz robótica", un dispositivo que replique esta habilidad y nos dé un diagnóstico rápido y no invasivo. ¡Un chunche que nos diga qué tenemos con solo oler una muestra de piel o aliento!
Lo que empezó con la observación de una esposa preocupada, que los científicos casi descartan por "tontería", está abriendo la puerta a un futuro donde podríamos detectar enfermedades devastadoras años antes de que aparezcan los primeros síntomas. Imagínese poder empezar un tratamiento para el Parkinson cuando aún es invisible, todo gracias a un simple hisopo en la piel. La verdad, es que la historia de Joy y Les nos deja una lección que va más allá de la ciencia: hay que hacerle caso a la intuición y nunca subestimar esas pequeñas observaciones que parecen no tener sentido. Podrían ser la clave de algo gigante. Una vara que, si funciona a gran escala, va a estar a cachete.
Pero bueno, quiero saber qué piensa la comunidad del foro. ¿Ustedes confiarían en un diagnóstico que venga de una nariz, ya sea humana, canina o robótica? ¿O les parece que todavía falta mucho para dejarle un tema tan serio al olfato?