Maes, a ver, pónganle atención a esta vara porque es para sentarse a analizarla con calma. Justo cuando pensábamos que la política nacional no podía ponerse más telenovelesca, ¡pum! Resulta que la votación más crucial y esperada en años —la que decide si se le levanta o no el fuero al presidente Rodrigo Chaves— la pusieron para el 22 de setiembre. ¿Y qué tiene esa fecha? Pues nada más y nada menos que coincide con el Rosh Hashaná, el Año Nuevo Judío. ¡Qué torta! El principal afectado, como se imaginarán, es el diputado Eli Feinzaig, del Liberal Progresista, quien ahora se encuentra en el centro de un enredo que pone a prueba los límites entre el brete, la fe y el sentido común.
Para que entiendan la magnitud del asunto, esta no es una votación cualquiera para aprobar un presupuesto o nombrar a alguien en un puestillo. La misma gente de la Asamblea ha calificado esta vara como un “hito institucional de la mayor seriedad”. O sea, estamos hablando de un momento que podría marcar un antes y un después en nuestra historia democrática reciente. Se está poniendo a prueba si la separación de poderes es un cuento de hadas o una realidad, y si el concepto de "rendición de cuentas" aplica para todos, desde el ciudadano de a pie hasta el mae que se sienta en la silla presidencial. Feinzaig lo tiene clarísimo y sabe que su voto no es solo suyo, sino de toda la gente que lo puso ahí, y por eso siente la obligación de estar presente y participar activamente.
Aquí es donde la cosa se pone color de hormiga. Para Feinzaig, y para la comunidad judía, el Rosh Hashaná no es una fiesta de confeti y pitos. No es que el mae se vaya a pegar la fiesta, para nada. Es uno de los días más sagrados de su fe, un momento de recogimiento espiritual, de reflexión y de rendición de cuentas, pero con el de Arriba. Entonces, lo están poniendo a escoger entre su deber constitucional, que es uno de los más importantes que tendrá en su carrera, y su compromiso inquebrantable con su conciencia y su fe. Es como si le dijeran: "O le falla a la Patria o le falla a su Dios, escoja usted". Una situación que, francamente, se pudo haber evitado con un poquito de planificación.
Lo más increíble de todo es que esto no parece ser una sorpresa. Feinzaig ya había pedido permiso para ausentarse en esas fechas y también para el Yom Kipur (el 2 de octubre), y se lo habían dado. Entonces, uno se queda pensando, ¿nadie en la Asamblea Legislativa tiene un calendario a mano? ¿Nadie se fijó en una fecha de tal importancia para uno de sus 57 miembros antes de agendar la sesión más mediática del año? Sea por despiste o por lo que sea, la verdad es que alguien se jaló una torta monumental. Ahora, por esa falta de previsión, todo el cronograma se complica. El diputado ya solicitó formalmente mover la sesión para el 24 de setiembre o cualquier otra fecha que no sea el 2 de octubre. Este jueves los jefes de fracción decidirán qué hacen con esta papa caliente.
Al final, este chunche va más allá de un simple conflicto de agenda. Es un reflejo de cómo se manejan las cosas en los altos poderes. Pone sobre la mesa temas de respeto a la diversidad religiosa, de la seriedad con la que se planifican eventos de importancia nacional y de la empatía básica entre colegas. Forzar a un diputado a una elección tan imposible no solo es injusto para él, sino que le resta seriedad a un proceso que debería ser impecable por el bien de la institucionalidad del país. La democracia no solo se trata de votar, sino de garantizar que todos puedan hacerlo en condiciones justas y respetuosas.
Diay, maes, ¿qué opinan de todo este enredo? ¿Es pura mala pata, una falta de coordinación garrafal, o creen que hay que leer entre líneas? ¿Debería el diputado priorizar su deber cívico por encima de todo o tiene todo el derecho del mundo a exigir que se respete su libertad religiosa en un caso tan extremo?
Para que entiendan la magnitud del asunto, esta no es una votación cualquiera para aprobar un presupuesto o nombrar a alguien en un puestillo. La misma gente de la Asamblea ha calificado esta vara como un “hito institucional de la mayor seriedad”. O sea, estamos hablando de un momento que podría marcar un antes y un después en nuestra historia democrática reciente. Se está poniendo a prueba si la separación de poderes es un cuento de hadas o una realidad, y si el concepto de "rendición de cuentas" aplica para todos, desde el ciudadano de a pie hasta el mae que se sienta en la silla presidencial. Feinzaig lo tiene clarísimo y sabe que su voto no es solo suyo, sino de toda la gente que lo puso ahí, y por eso siente la obligación de estar presente y participar activamente.
Aquí es donde la cosa se pone color de hormiga. Para Feinzaig, y para la comunidad judía, el Rosh Hashaná no es una fiesta de confeti y pitos. No es que el mae se vaya a pegar la fiesta, para nada. Es uno de los días más sagrados de su fe, un momento de recogimiento espiritual, de reflexión y de rendición de cuentas, pero con el de Arriba. Entonces, lo están poniendo a escoger entre su deber constitucional, que es uno de los más importantes que tendrá en su carrera, y su compromiso inquebrantable con su conciencia y su fe. Es como si le dijeran: "O le falla a la Patria o le falla a su Dios, escoja usted". Una situación que, francamente, se pudo haber evitado con un poquito de planificación.
Lo más increíble de todo es que esto no parece ser una sorpresa. Feinzaig ya había pedido permiso para ausentarse en esas fechas y también para el Yom Kipur (el 2 de octubre), y se lo habían dado. Entonces, uno se queda pensando, ¿nadie en la Asamblea Legislativa tiene un calendario a mano? ¿Nadie se fijó en una fecha de tal importancia para uno de sus 57 miembros antes de agendar la sesión más mediática del año? Sea por despiste o por lo que sea, la verdad es que alguien se jaló una torta monumental. Ahora, por esa falta de previsión, todo el cronograma se complica. El diputado ya solicitó formalmente mover la sesión para el 24 de setiembre o cualquier otra fecha que no sea el 2 de octubre. Este jueves los jefes de fracción decidirán qué hacen con esta papa caliente.
Al final, este chunche va más allá de un simple conflicto de agenda. Es un reflejo de cómo se manejan las cosas en los altos poderes. Pone sobre la mesa temas de respeto a la diversidad religiosa, de la seriedad con la que se planifican eventos de importancia nacional y de la empatía básica entre colegas. Forzar a un diputado a una elección tan imposible no solo es injusto para él, sino que le resta seriedad a un proceso que debería ser impecable por el bien de la institucionalidad del país. La democracia no solo se trata de votar, sino de garantizar que todos puedan hacerlo en condiciones justas y respetuosas.
Diay, maes, ¿qué opinan de todo este enredo? ¿Es pura mala pata, una falta de coordinación garrafal, o creen que hay que leer entre líneas? ¿Debería el diputado priorizar su deber cívico por encima de todo o tiene todo el derecho del mundo a exigir que se respete su libertad religiosa en un caso tan extremo?