Maes, ¡despierten a la Vieja Metrópoli! Porque la noticia que todos estábamos esperando por AÑOS por fin llegó y parece que esta vez la vara va en serio. Después de una novela más larga que cualquier producción de Repretel, la Contraloría General de la República (CGR) por fin le dio luz verde al nuevo Hospital de Cartago. ¡Qué nivel! Se acabó (por ahora) la comedera de uñas y la preguntadera de "¿y entonces, diay?". El refrendo del contrato ya está listo, lo que significa que la plata está aprobada y el proyecto tiene permiso para arrancar. Ya era hora, ¿no?
Claro, no sería un proyecto de infraestructura tico sin su respectiva dosis de drama y un pequeño susto. Resulta que el trámite, que entró a la Contraloría el 23 de junio, se pegó un frenazo de un mes. ¿La razón? Diay, parece que a la gente de la Caja se le traspapeló una parte de la documentación. Típico. Uno que se estresa por no mandar un correo a tiempo en el brete, ¡imagínense el despiche a ese nivel! Pero bueno, hay que darles el crédito: se pusieron las pilas, completaron el expediente y lograron sacar la tarea. Al final, lo que importa es que el enredo se solucionó y no se fue todo al traste, que era el miedo que teníamos todos.
Ahora, hablemos de plata, porque este chunche no se construye con chayotes. El contrato refrendado con la empresa constructora Van Der Laat y Jiménez S.A. —que, por cierto, son unos cargas en el tema de construcción— es por la módica suma de $394,9 millones. ¡Casi 400 melones de dólares! Y por si las moscas, dejaron guardados otros $4 milloncitos para contingencias. ¡Qué tuanis que pensaran en eso! La Contraloría, antes de estampar la firma, se aseguró de todo: revisaron que las nuevas fuentes de financiamiento de la Caja fueran reales y no puro cuento, que el precio fuera razonable para que no nos metieran un gol, y que todos los estudios técnicos y legales estuvieran a cachete.
Uno de los puntos más importantes que verificó la CGR es que el terreno elegido para esta megaobra cumple con todos los requisitos. Esto es clave, maes, porque significa que no va a salir una sorpresa de último minuto tipo "¡uy, aquí no se puede construir!" o "¡hay que mover tres barrios para empezar!". El lote está listo y no requiere reubicaciones de servicios públicos ni nada por el estilo. O sea, en teoría, la cancha está rayada, la bola puesta en el centro y el árbitro listo para pitar el inicio del partido. Solo falta que el equipo salga a jugar.
Y justo esa es la siguiente etapa. Con la bendición de la Contraloría, ahora la bola queda picando en la cancha de la administración de la Caja. A ellos les corresponde emitir la orden de inicio para que Van Der Laat y Jiménez puedan, por fin, empezar a mover tierra y levantar paredes. Este es el momento de la verdad, donde pasamos de los papeles y las promesas a la acción pura y dura. La comunidad de Cartago, que ha esperado esto por una eternidad, seguro está con un optimismo cauteloso. Ahora sí, hablando en serio, ¿creen que esta vez el brete arranca sin más enredos? ¿O mejor guardamos el confeti hasta ver la primera pala clavada en esa tierra?
Claro, no sería un proyecto de infraestructura tico sin su respectiva dosis de drama y un pequeño susto. Resulta que el trámite, que entró a la Contraloría el 23 de junio, se pegó un frenazo de un mes. ¿La razón? Diay, parece que a la gente de la Caja se le traspapeló una parte de la documentación. Típico. Uno que se estresa por no mandar un correo a tiempo en el brete, ¡imagínense el despiche a ese nivel! Pero bueno, hay que darles el crédito: se pusieron las pilas, completaron el expediente y lograron sacar la tarea. Al final, lo que importa es que el enredo se solucionó y no se fue todo al traste, que era el miedo que teníamos todos.
Ahora, hablemos de plata, porque este chunche no se construye con chayotes. El contrato refrendado con la empresa constructora Van Der Laat y Jiménez S.A. —que, por cierto, son unos cargas en el tema de construcción— es por la módica suma de $394,9 millones. ¡Casi 400 melones de dólares! Y por si las moscas, dejaron guardados otros $4 milloncitos para contingencias. ¡Qué tuanis que pensaran en eso! La Contraloría, antes de estampar la firma, se aseguró de todo: revisaron que las nuevas fuentes de financiamiento de la Caja fueran reales y no puro cuento, que el precio fuera razonable para que no nos metieran un gol, y que todos los estudios técnicos y legales estuvieran a cachete.
Uno de los puntos más importantes que verificó la CGR es que el terreno elegido para esta megaobra cumple con todos los requisitos. Esto es clave, maes, porque significa que no va a salir una sorpresa de último minuto tipo "¡uy, aquí no se puede construir!" o "¡hay que mover tres barrios para empezar!". El lote está listo y no requiere reubicaciones de servicios públicos ni nada por el estilo. O sea, en teoría, la cancha está rayada, la bola puesta en el centro y el árbitro listo para pitar el inicio del partido. Solo falta que el equipo salga a jugar.
Y justo esa es la siguiente etapa. Con la bendición de la Contraloría, ahora la bola queda picando en la cancha de la administración de la Caja. A ellos les corresponde emitir la orden de inicio para que Van Der Laat y Jiménez puedan, por fin, empezar a mover tierra y levantar paredes. Este es el momento de la verdad, donde pasamos de los papeles y las promesas a la acción pura y dura. La comunidad de Cartago, que ha esperado esto por una eternidad, seguro está con un optimismo cauteloso. Ahora sí, hablando en serio, ¿creen que esta vez el brete arranca sin más enredos? ¿O mejor guardamos el confeti hasta ver la primera pala clavada en esa tierra?