Diay, maes, se acabó el misterio. Después de semanas de dimes y diretes, el Gobierno por fin soltó la sopa y nos dijo dónde va a clavar el chunche este de la megacárcel, el famoso Centro de Alta Contención de Crimen Organizado (Cacco). Y el lugar elegido es… *redoble de tambores*… un terrenote de 91.000 metros cuadrados dentro de La Reforma. Así como lo oyen, más cemento y barrotes en el complejo que ya todos conocemos. La promesa es meter ahí a la crema y nata del bajo mundo: capos del narco, extraditables y toda esa gente que, según dicen, representa un peligro hasta para los mismos guardas. Suena a película de acción, ¿verdad? El problema es que, como siempre en este país, la trama se empieza a enredar antes de que empiece la filmación.
Aquí es donde la cosa se pone interesante y uno empieza a arquear la ceja. Resulta que el costo de esta megaobra ya se nos infló. El ministro de Justicia, Gerald Campos, había dicho que la vara costaría unos $35 millones. ¡Pues no! Ahora la cifra oficial es de ¢21.000 millones, que al tipo de cambio de hoy son casi $40 millones. ¡Qué torta! Apenas están empezando con los planos y el costo ya subió casi un 15%. Y eso no es todo, la matemática de la capacidad tampoco está clara. Hablan de cinco módulos, pero en un lado dicen que cada uno albergará 1.020 reos, y en otro que los cinco módulos alojarán a 1.020 reos en total. Mae, pónganse de acuerdo, que esa diferencia es de miles de privados de libertad y millones en presupuesto. Un despiste así en un proyecto de esta magnitud es, para ser amables, preocupante.
Ahora, hablemos del elefante en la habitación: el descarado “copypaste” al estilo Bukele. No es ningún secreto que esta idea es una réplica del famoso Centro de Confinamiento del Terrorismo (Cecot) de El Salvador. De hecho, el ministro Campos se fue de gira hasta allá para ver cómo funcionaba el brete y nos trajimos los planos "donados". El Gobierno se llena la boca diciendo que con eso nos ahorramos $25 millones en diseño. Un supuesto ahorro que, de momento, se ve bastante opacado por el aumento en el costo total de la construcción. Y claro, el presidente Chaves aprovechó para tirarle flores a los diputados que aprobaron los primeros ¢8.000 millones para que arranque el proyecto. Todo muy bonito, pero la pregunta del millón sigue en el aire: ¿un modelo diseñado para la realidad de las maras salvadoreñas realmente se puede aplicar, sin más, a la criminalidad tica?
Otro detallito que no podemos dejar pasar es el secretismo con el que manejaron la ubicación. Admitieron que no habían dicho nada para “evitar malestar entre los vecinos”. O sea, sabían perfectamente que a nadie le hace gracia que le construyan una cárcel para los reos más peligrosos del país a la par de la casa. En lugar de dialogar y presentar un plan integral, optaron por el secretismo hasta que ya no pudieron más. Esa falta de transparencia es lo que genera desconfianza. Es como si te dijeran: “Tranquilo, le vamos a hacer una cirugía, pero no le podemos decir de qué hasta que ya esté en la camilla”. ¡Así no se puede, mae! Se necesita una discusión seria sobre si esta es la estrategia correcta, no imposiciones basadas en la popularidad de un modelo extranjero.
Al final, la vara queda así: tenemos un proyecto carísimo, con cifras que bailan, inspirado en un modelo extranjero muy polémico y que se manejó con un secretismo que deja un mal sabor de boca. Nadie niega que la inseguridad es un problema gigante y que hay que hacer algo, pero la duda es si esta megacárcel es la bala de plata o simplemente un parche gigante y costoso que no ataca la raíz del problema. Es fácil aplaudir el cemento y los barrotes, pero la verdadera seguridad se construye con inteligencia, prevención y un sistema judicial que funcione de verdad, no solo con cárceles más grandes.
Maes, ahora en serio, ¿ustedes creen que importar el 'modelo Bukele' a la tica es la solución mágica que nos venden, o nos estamos comprando un problema carísimo que al final no va a arreglar la vara de fondo?
Aquí es donde la cosa se pone interesante y uno empieza a arquear la ceja. Resulta que el costo de esta megaobra ya se nos infló. El ministro de Justicia, Gerald Campos, había dicho que la vara costaría unos $35 millones. ¡Pues no! Ahora la cifra oficial es de ¢21.000 millones, que al tipo de cambio de hoy son casi $40 millones. ¡Qué torta! Apenas están empezando con los planos y el costo ya subió casi un 15%. Y eso no es todo, la matemática de la capacidad tampoco está clara. Hablan de cinco módulos, pero en un lado dicen que cada uno albergará 1.020 reos, y en otro que los cinco módulos alojarán a 1.020 reos en total. Mae, pónganse de acuerdo, que esa diferencia es de miles de privados de libertad y millones en presupuesto. Un despiste así en un proyecto de esta magnitud es, para ser amables, preocupante.
Ahora, hablemos del elefante en la habitación: el descarado “copypaste” al estilo Bukele. No es ningún secreto que esta idea es una réplica del famoso Centro de Confinamiento del Terrorismo (Cecot) de El Salvador. De hecho, el ministro Campos se fue de gira hasta allá para ver cómo funcionaba el brete y nos trajimos los planos "donados". El Gobierno se llena la boca diciendo que con eso nos ahorramos $25 millones en diseño. Un supuesto ahorro que, de momento, se ve bastante opacado por el aumento en el costo total de la construcción. Y claro, el presidente Chaves aprovechó para tirarle flores a los diputados que aprobaron los primeros ¢8.000 millones para que arranque el proyecto. Todo muy bonito, pero la pregunta del millón sigue en el aire: ¿un modelo diseñado para la realidad de las maras salvadoreñas realmente se puede aplicar, sin más, a la criminalidad tica?
Otro detallito que no podemos dejar pasar es el secretismo con el que manejaron la ubicación. Admitieron que no habían dicho nada para “evitar malestar entre los vecinos”. O sea, sabían perfectamente que a nadie le hace gracia que le construyan una cárcel para los reos más peligrosos del país a la par de la casa. En lugar de dialogar y presentar un plan integral, optaron por el secretismo hasta que ya no pudieron más. Esa falta de transparencia es lo que genera desconfianza. Es como si te dijeran: “Tranquilo, le vamos a hacer una cirugía, pero no le podemos decir de qué hasta que ya esté en la camilla”. ¡Así no se puede, mae! Se necesita una discusión seria sobre si esta es la estrategia correcta, no imposiciones basadas en la popularidad de un modelo extranjero.
Al final, la vara queda así: tenemos un proyecto carísimo, con cifras que bailan, inspirado en un modelo extranjero muy polémico y que se manejó con un secretismo que deja un mal sabor de boca. Nadie niega que la inseguridad es un problema gigante y que hay que hacer algo, pero la duda es si esta megacárcel es la bala de plata o simplemente un parche gigante y costoso que no ataca la raíz del problema. Es fácil aplaudir el cemento y los barrotes, pero la verdadera seguridad se construye con inteligencia, prevención y un sistema judicial que funcione de verdad, no solo con cárceles más grandes.
Maes, ahora en serio, ¿ustedes creen que importar el 'modelo Bukele' a la tica es la solución mágica que nos venden, o nos estamos comprando un problema carísimo que al final no va a arreglar la vara de fondo?