Mae, la vara con el Director de Tránsito, Oswaldo Miranda, está más enredada que un teléfono de disco. Primero nos llega el rumor de que el mae había tirado la toalla, que había presentado la renuncia. Uno hasta pensó: “Diay, qué raro, pero bueno”. Pero unas horas después, ¡BAM! Sale el MOPT a tirar un baldazo de agua fría con un comunicado que, en el lenguaje corporativo más seco posible, confirmaba que no, que no había renunciado: lo habían despedido. O sea, de un día para otro, la narrativa cambió de “me voy por la puerta grande” a “lo sacamos por la puerta de atrás”. ¡Qué despiche!
Lo más interesante de todo este novelón es el timing. Antes de que el MOPT oficializara la destitución, el mismo Miranda había salido a desmentir que se iba. Es más, se puso gallito y dijo que él solo saldría del puesto si el ministro le daba una “justificación válida”. Y diay, parece que el MOPT la encontró, aunque la disfrazó con una de esas frases que no dicen nada y lo dicen todo: “redefinición de líneas estratégicas”. En español para nosotros los mortales: necesitaban un cambio de aire, el mae ya no cuadraba en la foto y su gestión, al parecer, se había ido al traste. Intentar contactarlo después de la noticia fue imposible; el hombre aplicó el modo avión.
Ahora, seamos honestos, esto no fue una sorpresa para nadie que le siguiera el pulso al tema. La gestión de Miranda, que empezó en julio de 2023, fue una seguidilla de polémicas que ya olían a quemado. No estamos hablando de un resbalón, sino de una pista de patinaje completa. La ANEP, por ejemplo, ya había pegado el grito al cielo pidiendo su cabeza, alegando que ni siquiera tenía los atestados para el puesto. Es como poner a un chef a pilotear un avión; por más buenas intenciones que tenga, la torta es casi segura. Era una bomba de tiempo que el ministerio, por alguna razón, dejó correr por más de un año.
Y la procesión venía por dentro. ¿Se acuerdan de la protesta de los tráficos de San José en mayo del año pasado? Los maes se quejaban de condiciones de brete “precarias”, una forma bonita de decir que la cosa estaba fea. Pero para ponerle la cereza al pastel, está la inolvidable denuncia de la Unión de Oficiales (Unaotraa). Los compas denunciaron que Miranda usaba el uniforme de oficial de tránsito sin serlo. Mae, eso es como que el director de la orquesta se ponga a tocar el violín sin saber una sola nota; es una falta de respeto al gremio y una señal de que algo no anda bien en la cúpula. Con ese historial, el despido no solo era esperado, era necesario.
Al final, la salida de Miranda cierra un capítulo bastante ruidoso en la Dirección de Tránsito, pero abre una puerta llena de incertidumbre. El MOPT todavía no suelta prenda sobre quién será el valiente (o el salado) que tomará las riendas de un cuerpo policial con la moral por el suelo y una montaña de problemas por resolver. La pregunta del millón no es por qué se fue Miranda, sino quién tiene la capacidad y el carácter para enderezar ese barco. Y aquí es donde los quiero escuchar a ustedes, la gente inteligente del foro.
Más allá del despiche de si renunció o lo echaron, ¿cuál creen ustedes que es el problema más grande que tiene que arreglar el que venga? ¿O es que el brete es tan ingrato que estamos salados con quien sea que pongan?
Lo más interesante de todo este novelón es el timing. Antes de que el MOPT oficializara la destitución, el mismo Miranda había salido a desmentir que se iba. Es más, se puso gallito y dijo que él solo saldría del puesto si el ministro le daba una “justificación válida”. Y diay, parece que el MOPT la encontró, aunque la disfrazó con una de esas frases que no dicen nada y lo dicen todo: “redefinición de líneas estratégicas”. En español para nosotros los mortales: necesitaban un cambio de aire, el mae ya no cuadraba en la foto y su gestión, al parecer, se había ido al traste. Intentar contactarlo después de la noticia fue imposible; el hombre aplicó el modo avión.
Ahora, seamos honestos, esto no fue una sorpresa para nadie que le siguiera el pulso al tema. La gestión de Miranda, que empezó en julio de 2023, fue una seguidilla de polémicas que ya olían a quemado. No estamos hablando de un resbalón, sino de una pista de patinaje completa. La ANEP, por ejemplo, ya había pegado el grito al cielo pidiendo su cabeza, alegando que ni siquiera tenía los atestados para el puesto. Es como poner a un chef a pilotear un avión; por más buenas intenciones que tenga, la torta es casi segura. Era una bomba de tiempo que el ministerio, por alguna razón, dejó correr por más de un año.
Y la procesión venía por dentro. ¿Se acuerdan de la protesta de los tráficos de San José en mayo del año pasado? Los maes se quejaban de condiciones de brete “precarias”, una forma bonita de decir que la cosa estaba fea. Pero para ponerle la cereza al pastel, está la inolvidable denuncia de la Unión de Oficiales (Unaotraa). Los compas denunciaron que Miranda usaba el uniforme de oficial de tránsito sin serlo. Mae, eso es como que el director de la orquesta se ponga a tocar el violín sin saber una sola nota; es una falta de respeto al gremio y una señal de que algo no anda bien en la cúpula. Con ese historial, el despido no solo era esperado, era necesario.
Al final, la salida de Miranda cierra un capítulo bastante ruidoso en la Dirección de Tránsito, pero abre una puerta llena de incertidumbre. El MOPT todavía no suelta prenda sobre quién será el valiente (o el salado) que tomará las riendas de un cuerpo policial con la moral por el suelo y una montaña de problemas por resolver. La pregunta del millón no es por qué se fue Miranda, sino quién tiene la capacidad y el carácter para enderezar ese barco. Y aquí es donde los quiero escuchar a ustedes, la gente inteligente del foro.
Más allá del despiche de si renunció o lo echaron, ¿cuál creen ustedes que es el problema más grande que tiene que arreglar el que venga? ¿O es que el brete es tan ingrato que estamos salados con quien sea que pongan?
