Maes, hay que sentarse a hablar de la vara de la Ruta 32, porque el nivel de despiche ya es de antología. ¿Se acuerdan de toda la polémica con las famosas rotondas que nos quisieron vender como la última maravilla? Bueno, prepárense, porque después de meses de terquedad, de ignorar a los expertos y de gastar un platal que no nos sobra, el Gobierno finalmente aceptó lo que hasta un güila de escuela veía venir: ¡las rotondas no sirven para nada! Ahora toca demoler esos chunches y volver al plan original, como si aquí el tiempo y la plata crecieran en los árboles. Una torta monumental que, para variar, pagamos todos nosotros.
Diay, es que la historia parece un chiste mal contado. Desde el 2022, el entonces ministro Luis Amador salió con la “genialidad” de cambiar los pasos a desnivel que ya estaban diseñados por unas rotondas, dizque para ahorrar plata y porque no estaban los derechos de vía. Lo despidieron y el que llegó, Mauricio Batalla, se aferró a la idea como si le fuera la vida en ello, ninguneando a cualquiera que se atreviera a cuestionarlo. Mientras tanto, la gente del Lanamme de la UCR, que son los que saben de este brete, se cansaron de advertirles. Desde el 2024 les decían: “¡Mae, no hay un solo estudio serio que justifique ese cambio!”. Pero nada, era como hablarle a la pared.
El resultado era más que predecible. En enero de este año inauguraron con bombos y platillos las primeras dos rotondas y el caos no se hizo esperar. Un mes después, el Lanamme, ya harto de que no le hicieran caso, sacó unos videos con drones que eran clarísimos: los tráileres, que son el pan de cada día en la principal ruta de exportación del país, simplemente no cabían. Se quedaban pegados, hacían unas presas infernales y, para ponerle la cereza al pastel, se empezaron a dar accidentes. ¿Se acuerdan de los dos tráileres que terminaron montados en las rotondas el mismo día? ¡Qué sal! Era la crónica de un desastre anunciado, y solo el Gobierno parecía no querer verlo.
Después de ignorar por lo menos cuatro informes técnicos, las quejas de los vecinos de Limón y la evidencia pura y dura, al presidente Chaves no le quedó más que ir a Limón a finales de agosto a dar la cara y decir: “sí, la regamos”. ¡A cachete! El problema es que ese “ups, nos equivocamos” nos va a costar carísimo. Las estimaciones andan por todo lado: el Lanamme habla de hasta $6.3 millones, mientras que la Federación de Trabajadores de Limón (Fetral) calcula unos $3.6 millones. Sea cual sea la cifra final, es un dineral tirado a la basura en unas estructuras que ahora hay que demoler. Y lo más irónico de todo es que ahora van a licitar de nuevo los pasos a desnivel usando los mismísimos diseños de la empresa CHEC que ellos mismos habían rechazado.
Y aquí es donde la vara se pone todavía más fea. El diputado Francisco Nicolás ya anunció que va a poner una denuncia penal por este enredo. Según él, no solo se botó plata en una obra que no servía, sino que se viene un posible daño económico adicional, porque parece que hasta los diseños originales de CHEC tienen sus broncas. La denuncia apunta a posibles delitos como afectación a la Hacienda pública e incumplimiento de deberes. Porque al final, este despilfarro no es un simple error, es el resultado de una cadena de decisiones necias que pusieron en riesgo la seguridad de la gente y que le costaron al país una millonada. El plan de las rotondas, simple y sencillamente, se fue al traste.
Ahora, la pregunta del millón, maes: ¿Quién paga por esta torta? ¿Alcanza con un “disculpen, nos equivocamos” o deberían haber consecuencias reales para los responsables de este desperdicio? ¡Los leo en los comentarios!
Diay, es que la historia parece un chiste mal contado. Desde el 2022, el entonces ministro Luis Amador salió con la “genialidad” de cambiar los pasos a desnivel que ya estaban diseñados por unas rotondas, dizque para ahorrar plata y porque no estaban los derechos de vía. Lo despidieron y el que llegó, Mauricio Batalla, se aferró a la idea como si le fuera la vida en ello, ninguneando a cualquiera que se atreviera a cuestionarlo. Mientras tanto, la gente del Lanamme de la UCR, que son los que saben de este brete, se cansaron de advertirles. Desde el 2024 les decían: “¡Mae, no hay un solo estudio serio que justifique ese cambio!”. Pero nada, era como hablarle a la pared.
El resultado era más que predecible. En enero de este año inauguraron con bombos y platillos las primeras dos rotondas y el caos no se hizo esperar. Un mes después, el Lanamme, ya harto de que no le hicieran caso, sacó unos videos con drones que eran clarísimos: los tráileres, que son el pan de cada día en la principal ruta de exportación del país, simplemente no cabían. Se quedaban pegados, hacían unas presas infernales y, para ponerle la cereza al pastel, se empezaron a dar accidentes. ¿Se acuerdan de los dos tráileres que terminaron montados en las rotondas el mismo día? ¡Qué sal! Era la crónica de un desastre anunciado, y solo el Gobierno parecía no querer verlo.
Después de ignorar por lo menos cuatro informes técnicos, las quejas de los vecinos de Limón y la evidencia pura y dura, al presidente Chaves no le quedó más que ir a Limón a finales de agosto a dar la cara y decir: “sí, la regamos”. ¡A cachete! El problema es que ese “ups, nos equivocamos” nos va a costar carísimo. Las estimaciones andan por todo lado: el Lanamme habla de hasta $6.3 millones, mientras que la Federación de Trabajadores de Limón (Fetral) calcula unos $3.6 millones. Sea cual sea la cifra final, es un dineral tirado a la basura en unas estructuras que ahora hay que demoler. Y lo más irónico de todo es que ahora van a licitar de nuevo los pasos a desnivel usando los mismísimos diseños de la empresa CHEC que ellos mismos habían rechazado.
Y aquí es donde la vara se pone todavía más fea. El diputado Francisco Nicolás ya anunció que va a poner una denuncia penal por este enredo. Según él, no solo se botó plata en una obra que no servía, sino que se viene un posible daño económico adicional, porque parece que hasta los diseños originales de CHEC tienen sus broncas. La denuncia apunta a posibles delitos como afectación a la Hacienda pública e incumplimiento de deberes. Porque al final, este despilfarro no es un simple error, es el resultado de una cadena de decisiones necias que pusieron en riesgo la seguridad de la gente y que le costaron al país una millonada. El plan de las rotondas, simple y sencillamente, se fue al traste.
Ahora, la pregunta del millón, maes: ¿Quién paga por esta torta? ¿Alcanza con un “disculpen, nos equivocamos” o deberían haber consecuencias reales para los responsables de este desperdicio? ¡Los leo en los comentarios!