Mae, no sé ustedes, pero hay mañanas en que uno abre el celular para ver las noticias y siente que el baldazo de agua fría es el plato fuerte. Hoy fue una de esas. Uno entra esperando, no sé, algo liviano para empezar el día, y se topa de frente con el menú completo del restaurante “Realidad Nacional S.A.”, y les juro que el especial del día es un casado de puros problemas. El titular que me recibió a las 6 a.m., cortesía de CRHoy, fue la caricatura del día seguida de esta joyita: “Fiscalía indaga a ‘Choreco’, amigo de Chaves, por caso BCIE-Cariñitos”. Y diay, ahí se acabó la paz.
Vamos por partes, como diría el patólogo. Primero, el plato principal: el despiche del momento. La vara con “Choreco”, el compa del presi, no es cualquier cosa. Estamos hablando de una investigación de la Fiscalía, que ya de por sí son palabras mayores. La mezcla de ingredientes es explosiva: un allegado al poder, el Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE) y un apodo como “Cariñitos” que suena a todo menos a un asunto serio y transparente. Es la típica novela que ya hemos visto, pero con nuevos actores. Uno lee eso y el primer pensamiento es: “otra vez”. Otra vez la sombra de la duda, otra vez las explicaciones que no llegan, otra vez la sensación de que el brete de gobernar a veces se confunde con el de ayudar a los amigos. ¡Qué torta cuando la confianza empieza a oler a quemado!
Pero como si esa vara no fuera suficiente para amargarle el café a cualquiera, justo debajo viene el acompañamiento. Y no son papitas fritas, no. Es una ensalada de opinión que parece diseñada por un experto en agüevarnos la existencia. Lean estos títulos, por favor: “La masacre vial que hemos normalizado”, “El peso brutal de un error”, “El turismo no debe pasar a segundo plano”, “El próximo paso necesario para reducir trámites”, “Que su algoritmo no lo muerda”. Mae, en serio. Es como si el país entero se hubiera puesto de acuerdo para recordarnos, antes de las 7 de la mañana, que todo está complicado. De la corrupción pasamos a la muerte en carretera, al peso existencial, a la economía, a la burocracia y terminamos con la tecnología que nos manipula. ¡Falta que nos pongan una columna sobre el fin del mundo y listo el desayuno!
Aquí es donde la cosa se pone meta. ¿Qué nos dice este pantallazo sobre nosotros? No es solo un conjunto de noticias, es un reflejo del estado de ánimo colectivo. Estamos navegando en un mar de broncas, y los medios, en su afán de informar, nos sirven la tormenta completa sin salvavidas. El trabajo de estos columnistas es vital, claro, pero el efecto acumulativo es brutal. Uno termina el día sintiéndose no solo informado, sino absolutamente agotado. Es un bombardeo constante de alertas rojas, de urgencias, de problemas que parecen no tener solución. Al final, uno termina salado, porque por más que quiera ser un ciudadano responsable e informado, el costo emocional es altísimo.
Al final, este collage de titulares es más que una simple captura de pantalla; es el retrato de un país que se debate entre escándalos políticos y problemas estructurales profundos. Y nosotros, los ciudadanos de a pie, estamos en medio, tratando de digerir todo esto junto con el gallo pinto. Es un recordatorio de que estar informado es un acto de resistencia, pero también de que necesitamos encontrar una forma de no dejar que el peso de la realidad nos aplaste antes de que el día siquiera comience. La pregunta del millón queda en el aire, maes, y se las tiro a ustedes.
Diay, ¿cómo le hacen para navegar este mar de noticias densas sin que el buen humor del día se les vaya al traste? ¿Leen todo a fondo, escanean titulares o ya de plano aplican la de "ojos que no ven, corazón que no siente" para cuidar la salud mental?
Vamos por partes, como diría el patólogo. Primero, el plato principal: el despiche del momento. La vara con “Choreco”, el compa del presi, no es cualquier cosa. Estamos hablando de una investigación de la Fiscalía, que ya de por sí son palabras mayores. La mezcla de ingredientes es explosiva: un allegado al poder, el Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE) y un apodo como “Cariñitos” que suena a todo menos a un asunto serio y transparente. Es la típica novela que ya hemos visto, pero con nuevos actores. Uno lee eso y el primer pensamiento es: “otra vez”. Otra vez la sombra de la duda, otra vez las explicaciones que no llegan, otra vez la sensación de que el brete de gobernar a veces se confunde con el de ayudar a los amigos. ¡Qué torta cuando la confianza empieza a oler a quemado!
Pero como si esa vara no fuera suficiente para amargarle el café a cualquiera, justo debajo viene el acompañamiento. Y no son papitas fritas, no. Es una ensalada de opinión que parece diseñada por un experto en agüevarnos la existencia. Lean estos títulos, por favor: “La masacre vial que hemos normalizado”, “El peso brutal de un error”, “El turismo no debe pasar a segundo plano”, “El próximo paso necesario para reducir trámites”, “Que su algoritmo no lo muerda”. Mae, en serio. Es como si el país entero se hubiera puesto de acuerdo para recordarnos, antes de las 7 de la mañana, que todo está complicado. De la corrupción pasamos a la muerte en carretera, al peso existencial, a la economía, a la burocracia y terminamos con la tecnología que nos manipula. ¡Falta que nos pongan una columna sobre el fin del mundo y listo el desayuno!
Aquí es donde la cosa se pone meta. ¿Qué nos dice este pantallazo sobre nosotros? No es solo un conjunto de noticias, es un reflejo del estado de ánimo colectivo. Estamos navegando en un mar de broncas, y los medios, en su afán de informar, nos sirven la tormenta completa sin salvavidas. El trabajo de estos columnistas es vital, claro, pero el efecto acumulativo es brutal. Uno termina el día sintiéndose no solo informado, sino absolutamente agotado. Es un bombardeo constante de alertas rojas, de urgencias, de problemas que parecen no tener solución. Al final, uno termina salado, porque por más que quiera ser un ciudadano responsable e informado, el costo emocional es altísimo.
Al final, este collage de titulares es más que una simple captura de pantalla; es el retrato de un país que se debate entre escándalos políticos y problemas estructurales profundos. Y nosotros, los ciudadanos de a pie, estamos en medio, tratando de digerir todo esto junto con el gallo pinto. Es un recordatorio de que estar informado es un acto de resistencia, pero también de que necesitamos encontrar una forma de no dejar que el peso de la realidad nos aplaste antes de que el día siquiera comience. La pregunta del millón queda en el aire, maes, y se las tiro a ustedes.
Diay, ¿cómo le hacen para navegar este mar de noticias densas sin que el buen humor del día se les vaya al traste? ¿Leen todo a fondo, escanean titulares o ya de plano aplican la de "ojos que no ven, corazón que no siente" para cuidar la salud mental?