Diay maes, cuando uno cree que ya lo ha visto todo, sale un grupo de gente a recordarnos que la prudencia no es precisamente el bien más común. Resulta que este fin de semana, 41 personas decidieron que las advertencias, los rótulos de peligro y el sentido común eran solo una sugerencia. ¿El plan? Meterse a la brava por un sector de alto riesgo en nuestro queridísimo Volcán Poás. ¡Qué torta! Por dicha, varios ciudadanos responsables pegaron el grito al cielo a través de la plataforma SITADA, y gracias a eso, los funcionarios del Minae y el Sinac les cayeron en plena madrugada del domingo en el sector conocido como Los Quemaderos.
Ahora, aquí es donde la vara se pone interesante. De los 41 involucrados, uno salió particularmente salado. Durante la revisión de antecedentes, a las autoridades les saltó la alerta: el mae era reincidente. Ya en abril del año pasado lo habían pescado en la misma gracia y le habían hecho la advertencia. Diay, como dicen por ahí, se jaló una torta monumental por segunda vez. Esta vez no se fue con un simple regaño; el Ministerio Público ordenó abrirle una causa penal en la Fiscalía de Flagrancia. Así como lo leen. Mientras los otros 40 se fueron para la casa con una orden administrativa que básicamente les prohíbe volver a hacer el numerito, este compa va a tener que explicarle su hazaña a un juez.
Y es que esto no es un juego, para nada. El propio ministro de Ambiente, Franz Tattenbach, lo dejó clarísimo. El mae no se anduvo por las ramas y explicó que meterse por esos senderos no autorizados es jugar a la ruleta rusa con la vida. Y no solo la de ellos. “Hay un alto riesgo en este tipo de actividades, en donde se pone en riesgo la integridad física”, dijo. Estamos hablando de un sitio donde en cualquier momento, sin previo aviso, el volcán puede decidir hacer una erupción. A eso súmenle los gases tóxicos que uno se respira y una topografía que es un despiche, que exige una condición física que la mayoría de estos “aventureros” probablemente no tienen.
Pero el verdadero problema es que esta imprudencia no es un acto solitario. Cada vez que alguien se mete donde no debe, está poniendo en riesgo a los guardaparques y a los cuerpos de rescate. Son ellos los que después tienen que ir a jugarse el pellejo para sacar a alguien que se perdió, se lastimó o, en el peor de los casos, algo mucho más grave. Como bien lo alertó el ministro, estas situaciones pueden terminar en “decesos fatales”. Entonces, la vara es que no solo arriesgan su vida, sino que le complican el brete y la existencia a la gente que sí está ahí para proteger el parque y a los visitantes responsables.
Al final, todo este operativo deja un sabor amargo. Cuarenta advertencias y un procesado. La línea que separa la aventura de la estupidez es increíblemente delgada y parece que muchos la cruzan sin pensarlo dos veces, quizás por la foto perfecta para Instagram o por la adrenalina de romper las reglas. La pregunta queda en el aire: ¿qué nos pasa? ¿Por qué esa necesidad de desafiar a la naturaleza de la forma más irresponsable? Aquí les dejo la pregunta para que la destrocen en el foro: ¿Creen que las sanciones actuales son suficientes o deberíamos ponernos más serios para que la gente entienda que un Parque Nacional, y más un volcán activo, se respeta?
Ahora, aquí es donde la vara se pone interesante. De los 41 involucrados, uno salió particularmente salado. Durante la revisión de antecedentes, a las autoridades les saltó la alerta: el mae era reincidente. Ya en abril del año pasado lo habían pescado en la misma gracia y le habían hecho la advertencia. Diay, como dicen por ahí, se jaló una torta monumental por segunda vez. Esta vez no se fue con un simple regaño; el Ministerio Público ordenó abrirle una causa penal en la Fiscalía de Flagrancia. Así como lo leen. Mientras los otros 40 se fueron para la casa con una orden administrativa que básicamente les prohíbe volver a hacer el numerito, este compa va a tener que explicarle su hazaña a un juez.
Y es que esto no es un juego, para nada. El propio ministro de Ambiente, Franz Tattenbach, lo dejó clarísimo. El mae no se anduvo por las ramas y explicó que meterse por esos senderos no autorizados es jugar a la ruleta rusa con la vida. Y no solo la de ellos. “Hay un alto riesgo en este tipo de actividades, en donde se pone en riesgo la integridad física”, dijo. Estamos hablando de un sitio donde en cualquier momento, sin previo aviso, el volcán puede decidir hacer una erupción. A eso súmenle los gases tóxicos que uno se respira y una topografía que es un despiche, que exige una condición física que la mayoría de estos “aventureros” probablemente no tienen.
Pero el verdadero problema es que esta imprudencia no es un acto solitario. Cada vez que alguien se mete donde no debe, está poniendo en riesgo a los guardaparques y a los cuerpos de rescate. Son ellos los que después tienen que ir a jugarse el pellejo para sacar a alguien que se perdió, se lastimó o, en el peor de los casos, algo mucho más grave. Como bien lo alertó el ministro, estas situaciones pueden terminar en “decesos fatales”. Entonces, la vara es que no solo arriesgan su vida, sino que le complican el brete y la existencia a la gente que sí está ahí para proteger el parque y a los visitantes responsables.
Al final, todo este operativo deja un sabor amargo. Cuarenta advertencias y un procesado. La línea que separa la aventura de la estupidez es increíblemente delgada y parece que muchos la cruzan sin pensarlo dos veces, quizás por la foto perfecta para Instagram o por la adrenalina de romper las reglas. La pregunta queda en el aire: ¿qué nos pasa? ¿Por qué esa necesidad de desafiar a la naturaleza de la forma más irresponsable? Aquí les dejo la pregunta para que la destrocen en el foro: ¿Creen que las sanciones actuales son suficientes o deberíamos ponernos más serios para que la gente entienda que un Parque Nacional, y más un volcán activo, se respeta?