A ver, maes, toquecito de sinceridad. Acabo de leerme la columna del Dr. Roberto Artavia sobre el turismo y, la verdad, me quedé con esa sensación en la boca del estómago que uno tiene cuando ve que el plan perfecto está a punto de irse al traste. ¿Saben de qué hablo? Esa vara de que tenemos el carro más chiva del barrio, pero se nos olvida echarle gasolina o cambiarle el aceite. Le ponemos calcomanías de “Esencial Costa Rica”, lo pulimos para la foto, pero el motor está empezando a toser feo y nos hacemos los locos.
Diay, es que la columna del doctor Artavia no es un simple regaño; es una alerta de incendio en media fiesta. Llevamos décadas vendiendo al mundo la imagen del paraíso verde, de los tucanes volando en cámara lenta y de un “Pura Vida” que cura todos los males. Y funciona. ¡Claro que funciona! El turismo ha sido el brete de miles, el motor que mueve la economía cuando otros se apagan y, seamos honestos, la razón por la que el mundo nos ubica en el mapa. Pero parece que nos creímos tanto el cuento que se nos olvidó que el paraíso también requiere mantenimiento. Dejar el turismo en “segundo plano”, como dice el título, no es solo un error estratégico; es un despiche anunciado.
Lo que me frustra es la desconexión. Por un lado, gastamos una millonada en publicidad internacional, en ferias de turismo y en decirle al mundo que venga. Pero por otro, el que viene se topa con presas infernales para llegar a La Fortuna, con calles hechas leña para ir a Monteverde y, últimamente, con una sensación de inseguridad que antes no estaba en el menú. O sea, estamos invitando a la gente a una cena de gala en una casa donde las tuberías están a punto de reventar. Es la definición de jalarse una torta monumental: invertir en la fachada mientras los cimientos se pudren. No se puede vender aventura y paz si la experiencia real empieza a ser una carrera de obstáculos.
Y esta vara no es un asunto que solo le importa a los grandes hoteleros de Guanacaste. ¡Para nada! Esto nos pega a todos. Pensemos en la señora que vende vigorones en Puntarenas, en el guía local que se sabe el nombre de cada pájaro en Sarapiquí, en el mae que alquila tablas de surf en Dominical o en la soda familiar que vive de los almuerzos en la carretera a Limón. Cuando el turismo se enfría, se congela una cadena económica que llega hasta el último rincón del país. Decir que “hay otras prioridades” es ignorar que este brete sostiene a muchísimas familias que no tienen un plan B. Es como si el capitán del barco dijera: “Remar no es prioridad ahorita, enfoquémonos en pulir el ancla”. ¡Qué torta, mae!
Entonces, ¿qué hacemos? Porque quejarse es muy tico y muy rico, pero no arregla el chunche. La columna de Artavia nos pone el dedo en la llaga, y duele porque es cierto. No podemos seguir viviendo de la fama, pensando que el “Pura Vida” es un cheque en blanco que se cobra solo. Necesitamos que la vara sea prioridad de verdad, no solo en el discurso para quedar bien. Y esa responsabilidad no es solo del gobierno de turno, es de todos. Pero sí, urge que quienes toman las decisiones dejen de ver el turismo como un accesorio bonito y lo traten como lo que es: el motor principal de esta nave. Así que les dejo la pregunta abierta para que nos desahoguemos en el foro: más allá de la hablada, ¿cuál creen ustedes que es la primera acción, la más urgente y práctica, que se debería tomar YA para que el turismo no se nos termine de enfriar?
Diay, es que la columna del doctor Artavia no es un simple regaño; es una alerta de incendio en media fiesta. Llevamos décadas vendiendo al mundo la imagen del paraíso verde, de los tucanes volando en cámara lenta y de un “Pura Vida” que cura todos los males. Y funciona. ¡Claro que funciona! El turismo ha sido el brete de miles, el motor que mueve la economía cuando otros se apagan y, seamos honestos, la razón por la que el mundo nos ubica en el mapa. Pero parece que nos creímos tanto el cuento que se nos olvidó que el paraíso también requiere mantenimiento. Dejar el turismo en “segundo plano”, como dice el título, no es solo un error estratégico; es un despiche anunciado.
Lo que me frustra es la desconexión. Por un lado, gastamos una millonada en publicidad internacional, en ferias de turismo y en decirle al mundo que venga. Pero por otro, el que viene se topa con presas infernales para llegar a La Fortuna, con calles hechas leña para ir a Monteverde y, últimamente, con una sensación de inseguridad que antes no estaba en el menú. O sea, estamos invitando a la gente a una cena de gala en una casa donde las tuberías están a punto de reventar. Es la definición de jalarse una torta monumental: invertir en la fachada mientras los cimientos se pudren. No se puede vender aventura y paz si la experiencia real empieza a ser una carrera de obstáculos.
Y esta vara no es un asunto que solo le importa a los grandes hoteleros de Guanacaste. ¡Para nada! Esto nos pega a todos. Pensemos en la señora que vende vigorones en Puntarenas, en el guía local que se sabe el nombre de cada pájaro en Sarapiquí, en el mae que alquila tablas de surf en Dominical o en la soda familiar que vive de los almuerzos en la carretera a Limón. Cuando el turismo se enfría, se congela una cadena económica que llega hasta el último rincón del país. Decir que “hay otras prioridades” es ignorar que este brete sostiene a muchísimas familias que no tienen un plan B. Es como si el capitán del barco dijera: “Remar no es prioridad ahorita, enfoquémonos en pulir el ancla”. ¡Qué torta, mae!
Entonces, ¿qué hacemos? Porque quejarse es muy tico y muy rico, pero no arregla el chunche. La columna de Artavia nos pone el dedo en la llaga, y duele porque es cierto. No podemos seguir viviendo de la fama, pensando que el “Pura Vida” es un cheque en blanco que se cobra solo. Necesitamos que la vara sea prioridad de verdad, no solo en el discurso para quedar bien. Y esa responsabilidad no es solo del gobierno de turno, es de todos. Pero sí, urge que quienes toman las decisiones dejen de ver el turismo como un accesorio bonito y lo traten como lo que es: el motor principal de esta nave. Así que les dejo la pregunta abierta para que nos desahoguemos en el foro: más allá de la hablada, ¿cuál creen ustedes que es la primera acción, la más urgente y práctica, que se debería tomar YA para que el turismo no se nos termine de enfriar?