Diay maes, a veces entre tanto despiche nacional, uno se topa con una de esas noticias que le reinician a uno la fe en la gente y, por qué no, en el país. Hoy la noticia es Yafeth Moya, un güila de 16 años del Liceo Experimental Bilingüe de La Cruz, Guanacaste. ¿Y cuál es la vara con Yafeth? Pues nada más y nada menos que este próximo 13 de setiembre, él va a ser el primer tico en recibir la Antorcha de la Independencia en Peñas Blancas. ¡Qué nivel! Una responsabilidad que a muchos nos habría puesto a temblar, pero que para él, es un sueño hecho realidad.
Y es que esto no fue un dedazo ni pura suerte. ¡Qué va! La historia detrás es todavía más chiva. Según cuenta la mamá del muchacho, doña Eida, Yafeth se puso esta meta desde el año pasado. Él vio al estudiante que recibió la antorcha en el 2024 y se dijo a sí mismo: "el próximo año voy a ser yo". Y no fue puro hablar por hablar. El mae se puso a estudiar como si no hubiera un mañana, porque sabía que la única forma de ser elegido era teniendo el mejor promedio del cole. Le dijo a la mamá: "Mami, no puedo perder ni un punto". ¡Qué carga esa mentalidad! Eso es tenerla clara y meterle de lleno al brete para conseguir lo que uno quiere. Pura disciplina y esfuerzo.
Lo más impresionante es que Yafeth lleva toda la vida siendo un carga en los estudios. No es de esos que se ilumina en el último año. La mamá cuenta que desde el kínder era el que sacaba las mejores notas y que para entrar a este cole, de 96 aspirantes, él sacó el mejor promedio en el examen de admisión. O sea, estamos hablando de un joven brillante que entiende perfectamente el valor del esfuerzo. Y la vara no termina con la antorcha; el mae ya tiene su próximo objetivo en la mira: quiere ser dermatólogo. Con esa dedicación que maneja, fijo lo logra sin bronca.
Ahora, más allá de la historia personal de Yafeth, que ya de por sí es un ejemplo, está el simbolismo de todo esto. La antorcha va a recorrer 378 kilómetros, desde la frontera norte hasta las ruinas de Cartago, pasando por las manos de más de 22 mil estudiantes. Es una de esas tradiciones que, aunque a veces las damos por sentadas, nos conectan con algo más grande. Es un chunche que representa la libertad y que nos recuerda, aunque sea por unos días, que compartimos una historia. Que un güila como Yafeth, de una zona fronteriza y a punta de puro mérito académico, sea la cara de arranque de este recorrido, manda un mensaje potentísimo: el futuro del país está en la educación y en los jóvenes que se la creen y le ponen.
Al final, en medio de discusiones políticas, presas y el costo de la vida, historias como la de Yafeth son un respiro de aire fresco. Es la prueba de que el talento y las ganas sobran en cada rincón de Tiquicia. La familia del mae dice que "están que no caben de la felicidad", y la verdad, ¿quién no? Es una celebración que se siente a cachete, genuina y merecida. Así que un aplauso gigante para Yafeth, por recordarnos que los sueños, cuando se acompañan de brete, se cumplen. Un verdadero orgullo para La Cruz y para todo el país.
Ahora les pregunto a ustedes, maes: ¿Se acuerdan de cuando corrieron con la antorcha en el cole o el liceo? ¿Qué significaba para ustedes en ese momento o qué significa ahora? ¿Creen que sigue siendo una tradición importante para conectar a las nuevas generaciones con el país?
Y es que esto no fue un dedazo ni pura suerte. ¡Qué va! La historia detrás es todavía más chiva. Según cuenta la mamá del muchacho, doña Eida, Yafeth se puso esta meta desde el año pasado. Él vio al estudiante que recibió la antorcha en el 2024 y se dijo a sí mismo: "el próximo año voy a ser yo". Y no fue puro hablar por hablar. El mae se puso a estudiar como si no hubiera un mañana, porque sabía que la única forma de ser elegido era teniendo el mejor promedio del cole. Le dijo a la mamá: "Mami, no puedo perder ni un punto". ¡Qué carga esa mentalidad! Eso es tenerla clara y meterle de lleno al brete para conseguir lo que uno quiere. Pura disciplina y esfuerzo.
Lo más impresionante es que Yafeth lleva toda la vida siendo un carga en los estudios. No es de esos que se ilumina en el último año. La mamá cuenta que desde el kínder era el que sacaba las mejores notas y que para entrar a este cole, de 96 aspirantes, él sacó el mejor promedio en el examen de admisión. O sea, estamos hablando de un joven brillante que entiende perfectamente el valor del esfuerzo. Y la vara no termina con la antorcha; el mae ya tiene su próximo objetivo en la mira: quiere ser dermatólogo. Con esa dedicación que maneja, fijo lo logra sin bronca.
Ahora, más allá de la historia personal de Yafeth, que ya de por sí es un ejemplo, está el simbolismo de todo esto. La antorcha va a recorrer 378 kilómetros, desde la frontera norte hasta las ruinas de Cartago, pasando por las manos de más de 22 mil estudiantes. Es una de esas tradiciones que, aunque a veces las damos por sentadas, nos conectan con algo más grande. Es un chunche que representa la libertad y que nos recuerda, aunque sea por unos días, que compartimos una historia. Que un güila como Yafeth, de una zona fronteriza y a punta de puro mérito académico, sea la cara de arranque de este recorrido, manda un mensaje potentísimo: el futuro del país está en la educación y en los jóvenes que se la creen y le ponen.
Al final, en medio de discusiones políticas, presas y el costo de la vida, historias como la de Yafeth son un respiro de aire fresco. Es la prueba de que el talento y las ganas sobran en cada rincón de Tiquicia. La familia del mae dice que "están que no caben de la felicidad", y la verdad, ¿quién no? Es una celebración que se siente a cachete, genuina y merecida. Así que un aplauso gigante para Yafeth, por recordarnos que los sueños, cuando se acompañan de brete, se cumplen. Un verdadero orgullo para La Cruz y para todo el país.
Ahora les pregunto a ustedes, maes: ¿Se acuerdan de cuando corrieron con la antorcha en el cole o el liceo? ¿Qué significaba para ustedes en ese momento o qué significa ahora? ¿Creen que sigue siendo una tradición importante para conectar a las nuevas generaciones con el país?