Hay días en que uno simplemente no debió haberse levantado de la cama, y parece que para un mae de apellido Bolaños, el martes por la noche fue uno de esos. La vara es que a veces la vida te tiene preparadas unas sorpresas que ni el guionista más creativo de Netflix se imaginaría. Imaginen la escena: Montecillos de Alajuela, martes pasadas las 7 p.m., los agentes del OIJ, en pleno brete, montan un operativo para pescar a un sospechoso de un robo bastante grande. El objetivo era un tipo de apellido Mora, pero como en las buenas películas, siempre hay un giro en la trama. Y en este caso, el giro se llama Bolaños, el compa que estaba en el lugar equivocado, con la persona equivocada y, como se enteraría muy pronto, con el karma equivocado.
El OIJ andaba tras la pista de Mora por un asunto bien grueso: el robo de un contenedor hasta el pescuezo de mercadería, ocurrido en Río Segundo hace unos meses. Los maes de la Sección de Robo de Vehículos ya lo tenían ubicado y le cayeron con todo. La misión era clara y directa: detener a Mora. Pero justo en el momento de la acción, ahí estaba Bolaños, de 40 años, acompañándolo. Diay, como dicta el protocolo, si estás en la escena, te toca revisión. Lo que nadie se esperaba, y seguro menos él, es que esa simple compañía le iba a costar la libertad. No es que anduviera algo ilegal en ese momento, no. El problema de Bolaños era un fantasma de su pasado que decidió aparecerse en el peor momento posible.
Aquí es donde la historia se pone buena. Mientras los agentes tenían a los dos maes controlados, procedieron a verificar sus datos. Meten la cédula de Bolaños en el sistema y… ¡bingo! El sistema empieza a pitar como máquina de casino. Resulta que el señor tenía una orden de captura activa girada por el Tribunal Penal de Cartago. ¿El delito? Agárrense: simulación de delito. O sea, en buen tico, el mae se había jalado la torta de inventarse un crimen que nunca ocurrió. Vaya ironía. Te buscan por un delito real y de rebote cae otro que andaba por la vida tranquilo, creyendo que su jugada de hacerse la víctima había quedado en el olvido. ¡Qué sal la de este tipo, de verdad!
Pónganse a pensar en el despiche que es simular un delito. No es cualquier cosa. Es básicamente hacerle perder el tiempo y los recursos a la policía, a los fiscales, a todo el sistema judicial, por un cuento chino que te inventaste. Movilizás patrullas, investigadores y un montón de gente que podría estar resolviendo casos de verdad, todo por una mentira. Y lo más carga de todo es que, después de haber montado semejante teatro en Cartago, su caída no fue por una investigación exhaustiva sobre su caso, sino por andar de compa con la persona incorrecta una noche cualquiera en Alajuela. Es el equivalente a sobrevivir a un naufragio para luego resbalarte en la ducha.
Al final, el OIJ se fue con un combo 2x1 que no estaba en el menú. Mora, el objetivo principal, fue detenido por el robo del contenedor. Y Bolaños, el extra inesperado, se fue para el mismo lugar por su propio enredo judicial. Ambos fueron pasados al Ministerio Público, donde cada uno enfrentará su proceso por aparte. Esta historia es el recordatorio perfecto de que las malas decisiones, por pequeñas que parezcan, a menudo te encuentran. Y a veces, ni siquiera te encuentran solas, vienen acompañadas de un amigo que también tomó las suyas. Una lección de vida servida en una fría celda.
Maes, ahora en serio, ¿qué creen que pesa más en una vara así: la mala suerte de estar en el lugar equivocado o las malas decisiones que te ponen ahí en primer lugar? ¿Es pura sal o es que la casa siempre gana? ¡Los leo!
El OIJ andaba tras la pista de Mora por un asunto bien grueso: el robo de un contenedor hasta el pescuezo de mercadería, ocurrido en Río Segundo hace unos meses. Los maes de la Sección de Robo de Vehículos ya lo tenían ubicado y le cayeron con todo. La misión era clara y directa: detener a Mora. Pero justo en el momento de la acción, ahí estaba Bolaños, de 40 años, acompañándolo. Diay, como dicta el protocolo, si estás en la escena, te toca revisión. Lo que nadie se esperaba, y seguro menos él, es que esa simple compañía le iba a costar la libertad. No es que anduviera algo ilegal en ese momento, no. El problema de Bolaños era un fantasma de su pasado que decidió aparecerse en el peor momento posible.
Aquí es donde la historia se pone buena. Mientras los agentes tenían a los dos maes controlados, procedieron a verificar sus datos. Meten la cédula de Bolaños en el sistema y… ¡bingo! El sistema empieza a pitar como máquina de casino. Resulta que el señor tenía una orden de captura activa girada por el Tribunal Penal de Cartago. ¿El delito? Agárrense: simulación de delito. O sea, en buen tico, el mae se había jalado la torta de inventarse un crimen que nunca ocurrió. Vaya ironía. Te buscan por un delito real y de rebote cae otro que andaba por la vida tranquilo, creyendo que su jugada de hacerse la víctima había quedado en el olvido. ¡Qué sal la de este tipo, de verdad!
Pónganse a pensar en el despiche que es simular un delito. No es cualquier cosa. Es básicamente hacerle perder el tiempo y los recursos a la policía, a los fiscales, a todo el sistema judicial, por un cuento chino que te inventaste. Movilizás patrullas, investigadores y un montón de gente que podría estar resolviendo casos de verdad, todo por una mentira. Y lo más carga de todo es que, después de haber montado semejante teatro en Cartago, su caída no fue por una investigación exhaustiva sobre su caso, sino por andar de compa con la persona incorrecta una noche cualquiera en Alajuela. Es el equivalente a sobrevivir a un naufragio para luego resbalarte en la ducha.
Al final, el OIJ se fue con un combo 2x1 que no estaba en el menú. Mora, el objetivo principal, fue detenido por el robo del contenedor. Y Bolaños, el extra inesperado, se fue para el mismo lugar por su propio enredo judicial. Ambos fueron pasados al Ministerio Público, donde cada uno enfrentará su proceso por aparte. Esta historia es el recordatorio perfecto de que las malas decisiones, por pequeñas que parezcan, a menudo te encuentran. Y a veces, ni siquiera te encuentran solas, vienen acompañadas de un amigo que también tomó las suyas. Una lección de vida servida en una fría celda.
Maes, ahora en serio, ¿qué creen que pesa más en una vara así: la mala suerte de estar en el lugar equivocado o las malas decisiones que te ponen ahí en primer lugar? ¿Es pura sal o es que la casa siempre gana? ¡Los leo!
