Maes, hay noticias que a uno de verdad le arrugan el corazón, y esta es una de esas. ¡Qué torta más grande la que está pasando en Cuajiniquil, Guanacaste! Resulta que desde ayer domingo, los equipos de la Cruz Roja andan en un brete durísimo tratando de encontrar a un adulto mayor de 74 años que, simplemente, no volvió a su casa después de salir a caminar. La angustia que debe estar sintiendo esa familia en este momento es algo que uno ni se puede imaginar, de verdad.
La vara es que este señor, como muchos abuelitos que les gusta estar activos, salió a darse una vuelta por la zona del Parque Nacional Santa Rosa y los cerros de Santa Elena. Un lugar increíblemente chiva, pero que todos sabemos que puede ser un laberinto si uno no lo conoce como la palma de su mano. Salió después de la 1:00 p.m. del domingo y, para las 6:00 p.m., al ver que no aparecía, la familia dio la alerta. Inmediatamente se activó un protocolo, pero con la noche encima, la búsqueda se complicó y tuvieron que suspenderla. Hoy lunes, a primera hora, volvieron a la carga con más personal.
Y aquí es donde la situación se pone color de hormiga, de verdad, ¡qué sal! El operativo es una carrera contra el reloj por dos razones que le ponen a uno los pelos de punta. Primero, el señor padece de Alzheimer. Cualquiera que haya tenido un familiar con esta condición sabe lo que significa: desorientación, confusión... puede que ni siquiera sea consciente de que está perdido. Segundo, y esto es igual de crítico, es insulinodependiente. Cada hora que pasa sin su medicación es un riesgo gigantesco para su salud. Es la tormenta perfecta para una emergencia.
El brete de la Cruz Roja y los demás cuerpos de rescate en estos casos es de admirar. Son esos maes los que se meten al monte, bajo el sol guanacasteco que no perdona, a peinar hectáreas de terreno con la esperanza de encontrar una pista. La zona no es para nada fácil; estamos hablando de un área boscosa, con senderos que se pierden y una topografía que puede jugar muy malas pasadas. No es un simple parque, es un terreno salvaje y la esperanza de todos es que el señor haya encontrado un lugar seguro donde resguardarse mientras lo encuentran.
La verdad, esta vara lo pone a uno a pensar. Nos recuerda lo vulnerables que son nuestros adultos mayores y la importancia de tener redes de apoyo. Más allá de la noticia en sí, que ojalá y termine con un final feliz lo antes posible, queda la reflexión. Le mandamos toda la fuerza del mundo a la familia y un aplauso gigante a los rescatistas que andan en el campo. Ahora les pregunto a ustedes, maes: además de mandarle toda la buena vibra a la familia, ¿qué creen que se puede hacer a nivel de comunidad o incluso con la tecnología que tenemos hoy para proteger mejor a nuestros abuelitos, sobre todo a los que viven con condiciones como el Alzheimer?
La vara es que este señor, como muchos abuelitos que les gusta estar activos, salió a darse una vuelta por la zona del Parque Nacional Santa Rosa y los cerros de Santa Elena. Un lugar increíblemente chiva, pero que todos sabemos que puede ser un laberinto si uno no lo conoce como la palma de su mano. Salió después de la 1:00 p.m. del domingo y, para las 6:00 p.m., al ver que no aparecía, la familia dio la alerta. Inmediatamente se activó un protocolo, pero con la noche encima, la búsqueda se complicó y tuvieron que suspenderla. Hoy lunes, a primera hora, volvieron a la carga con más personal.
Y aquí es donde la situación se pone color de hormiga, de verdad, ¡qué sal! El operativo es una carrera contra el reloj por dos razones que le ponen a uno los pelos de punta. Primero, el señor padece de Alzheimer. Cualquiera que haya tenido un familiar con esta condición sabe lo que significa: desorientación, confusión... puede que ni siquiera sea consciente de que está perdido. Segundo, y esto es igual de crítico, es insulinodependiente. Cada hora que pasa sin su medicación es un riesgo gigantesco para su salud. Es la tormenta perfecta para una emergencia.
El brete de la Cruz Roja y los demás cuerpos de rescate en estos casos es de admirar. Son esos maes los que se meten al monte, bajo el sol guanacasteco que no perdona, a peinar hectáreas de terreno con la esperanza de encontrar una pista. La zona no es para nada fácil; estamos hablando de un área boscosa, con senderos que se pierden y una topografía que puede jugar muy malas pasadas. No es un simple parque, es un terreno salvaje y la esperanza de todos es que el señor haya encontrado un lugar seguro donde resguardarse mientras lo encuentran.
La verdad, esta vara lo pone a uno a pensar. Nos recuerda lo vulnerables que son nuestros adultos mayores y la importancia de tener redes de apoyo. Más allá de la noticia en sí, que ojalá y termine con un final feliz lo antes posible, queda la reflexión. Le mandamos toda la fuerza del mundo a la familia y un aplauso gigante a los rescatistas que andan en el campo. Ahora les pregunto a ustedes, maes: además de mandarle toda la buena vibra a la familia, ¿qué creen que se puede hacer a nivel de comunidad o incluso con la tecnología que tenemos hoy para proteger mejor a nuestros abuelitos, sobre todo a los que viven con condiciones como el Alzheimer?
