Maes, pónganse cómodos porque la novela que se está montando en la Asamblea Legislativa con la vara del arroz está para alquilar balcón. Justo cuando parecía que el proyecto para crear un fondo de auxilio para los productores nacionales iba a ver la luz, ¡zas! Dos diputados decidieron que era el momento perfecto para jugar al aguafiestas y le metieron un frenazo en seco a todo. Ahora el plan de darle un tanque de oxígeno a los arroceros, que la están viendo fea desde que arrancó la famosa "Ruta del Arroz", está en el limbo, todo por unas mociones que salieron de la nada.
Los protagonistas de este capítulo son el diputado oficialista Alexander Barrantes y Daniela Rojas, del PUSC. Cuando ya todo el plenario estaba listo para votar, ellos se sacaron de la manga unas "mociones de reiteración". En tico, eso es como cuando estás a punto de ganar un partido y el otro equipo pide tiempo para meterle más trabas al asunto. Es la vieja confiable para patear la bola y atrasar una votación. Mientras tanto, los productores de arroz, esos maes que se levantan de madrugada para que no nos falte el gallo pinto, ven cómo su futuro pende de un hilo gracias a estas jugadas políticas que, honestamente, a veces cuesta entender.
Y es que esto no es un berrinche. La gente de la Corporación Arrocera Nacional (Conarroz) ya lo dijo con todas las letras: este proyecto es la única tabla de salvación que les queda para no desaparecer del mapa. Hace apenas tres años, aquí se producía casi la mitad del arroz que nos comíamos. Ahora, con la política de abrirle el tubo a las importaciones, el sector está en cuidados intensivos. Estamos hablando de hectáreas de siembra abandonadas, agricultores que tuvieron que tirar la toalla y, lo más duro, familias enteras en zonas rurales que se quedaron sin su principal fuente de brete. No es solo un grano, es la economía de cantones enteros la que se tambalea.
Lo más irónico es que este fondo, bautizado como Fonarroz, no es un cheque en blanco para cuatro ricachones. La idea es que sea una herramienta para que los productores puedan competir y que el país no pierda su capacidad de producir uno de sus alimentos básicos. Diay, ¿qué pasa si mañana hay una crisis mundial, los precios internacionales se disparan o los países que nos venden el grano deciden cerrar el chorro? Quedaríamos dependiendo 100% de la buena fe de los importadores, y esa es una apuesta muy riesgosa. Como dicen los mismos agricultores, esto se trata de seguridad alimentaria, una palabra que suena muy técnica pero que en el fondo significa tener la tranquilidad de que habrá comida en la mesa.
Así que el panorama es este: un sector agrícola pidiendo auxilio, un proyecto de ley que podría ser la solución varado en el plenario, y dos políticos que, con sus mociones, ponen en jaque no solo a los arroceros, sino una parte importante de nuestra soberanía productiva. El debate ahora mismo está entrampado en el clásico "dime que te diré" de Cuesta de Moras, y mientras la burocracia avanza a paso de tortuga, el campo costarricense sigue perdiendo terreno. Al final del día, la vara está así: dos diputados le pusieron el freno de mano a un proyecto clave, y la pregunta que queda en el aire es si lo hicieron por convicción o por estrategia.
¿Ustedes qué creen, maes? ¿Es una estrategia política válida o los diputados se están jalando una torta que nos va a costar caro en el futuro? ¿Deberíamos dejar que la producción nacional de arroz se vaya al traste?
Los protagonistas de este capítulo son el diputado oficialista Alexander Barrantes y Daniela Rojas, del PUSC. Cuando ya todo el plenario estaba listo para votar, ellos se sacaron de la manga unas "mociones de reiteración". En tico, eso es como cuando estás a punto de ganar un partido y el otro equipo pide tiempo para meterle más trabas al asunto. Es la vieja confiable para patear la bola y atrasar una votación. Mientras tanto, los productores de arroz, esos maes que se levantan de madrugada para que no nos falte el gallo pinto, ven cómo su futuro pende de un hilo gracias a estas jugadas políticas que, honestamente, a veces cuesta entender.
Y es que esto no es un berrinche. La gente de la Corporación Arrocera Nacional (Conarroz) ya lo dijo con todas las letras: este proyecto es la única tabla de salvación que les queda para no desaparecer del mapa. Hace apenas tres años, aquí se producía casi la mitad del arroz que nos comíamos. Ahora, con la política de abrirle el tubo a las importaciones, el sector está en cuidados intensivos. Estamos hablando de hectáreas de siembra abandonadas, agricultores que tuvieron que tirar la toalla y, lo más duro, familias enteras en zonas rurales que se quedaron sin su principal fuente de brete. No es solo un grano, es la economía de cantones enteros la que se tambalea.
Lo más irónico es que este fondo, bautizado como Fonarroz, no es un cheque en blanco para cuatro ricachones. La idea es que sea una herramienta para que los productores puedan competir y que el país no pierda su capacidad de producir uno de sus alimentos básicos. Diay, ¿qué pasa si mañana hay una crisis mundial, los precios internacionales se disparan o los países que nos venden el grano deciden cerrar el chorro? Quedaríamos dependiendo 100% de la buena fe de los importadores, y esa es una apuesta muy riesgosa. Como dicen los mismos agricultores, esto se trata de seguridad alimentaria, una palabra que suena muy técnica pero que en el fondo significa tener la tranquilidad de que habrá comida en la mesa.
Así que el panorama es este: un sector agrícola pidiendo auxilio, un proyecto de ley que podría ser la solución varado en el plenario, y dos políticos que, con sus mociones, ponen en jaque no solo a los arroceros, sino una parte importante de nuestra soberanía productiva. El debate ahora mismo está entrampado en el clásico "dime que te diré" de Cuesta de Moras, y mientras la burocracia avanza a paso de tortuga, el campo costarricense sigue perdiendo terreno. Al final del día, la vara está así: dos diputados le pusieron el freno de mano a un proyecto clave, y la pregunta que queda en el aire es si lo hicieron por convicción o por estrategia.
¿Ustedes qué creen, maes? ¿Es una estrategia política válida o los diputados se están jalando una torta que nos va a costar caro en el futuro? ¿Deberíamos dejar que la producción nacional de arroz se vaya al traste?