Maes, agárrense porque esta vara parece sacada de una película, pero de esas que lo dejan a uno con un mal sabor de boca. Todos hemos tenido un día malo en el brete, ¿verdad? Pero una cosa es que se le caiga el café en el teclado y otra muy distinta es que sus propios jefes, la gente que se supone que cuida el chante, terminen siendo los presuntos cerebros detrás de un robo de casi 50 melones. ¡Qué despiche se armó en Limón!
La noticia que soltó el OIJ nos dejó a todos con la boca abierta. Resulta que por el asalto al Palí de Hone Creek, allá por abril, no solo cayeron los típicos sospechosos. No, señor. Entre los detenidos figuran, nada más y nada menos, que una supervisora regional de Walmart, de apellido Granados, y el propio administrador del supermercado afectado. Según el mero mero del OIJ, Randall Zúñiga, esta gente no eran simples cómplices; eran piezas fundamentales para que el golpe saliera "perfecto". La supervisora, al parecer, era el contacto directo con el cabecilla de la banda. ¡Qué sal tener compañeros así!
Recordemos un poco el atraco, que fue de película de terror para los pobres empleados que sí estaban haciendo su trabajo. Eran las 6 de la mañana, la hora en que uno apenas va pensando en el gallo pinto, cuando tres tipos armados los interceptaron. Los amarraron con gazas plásticas y, con toda la calma del mundo, usaron acetileno para abrir la caja fuerte. Se llevaron ₡49.900.000. Un platal. Uno se imagina el terror de esa gente, maniatada, mientras los maes se llevaban la plata. Y todo, presuntamente, con la bendición de quienes debían protegerlos. Todo el plan se les fue al traste cuando el OIJ empezó a jalar el hilo y se dio cuenta de que la ayuda venía de adentro.
Aquí es donde la vara se pone más densa. El OIJ señala que el administrador del Palí, en lugar de seguir los protocolos de seguridad para el ingreso de personal, básicamente les abrió la puerta a los asaltantes. O sea, el mae que tenía las llaves del reino fue quien le hizo el trabajito fácil a los compinches. Esto ya no es solo un robo, es una traición en toda regla. Es la demostración de que el enemigo, a veces, no está afuera tocando la puerta, sino adentro, sentado en la oficina de a la par, tomándose un café con uno. La confianza, ese chunche tan frágil, hecha pedazos por un montón de plata.
Diay, al final este caso nos deja pensando más allá del suceso. Pone sobre la mesa una pregunta incómoda sobre la seguridad interna de las grandes cadenas. ¿De qué sirven mil cámaras y protocolos si la persona encargada de aplicarlos es la primera en romperlos? Este episodio en Limón destapa una olla de grillos sobre la lealtad y la vulnerabilidad en nuestros lugares de trabajo. La investigación sigue, y seguro saldrán más detalles de esta torta. La pregunta del millón es: ¿Ustedes confían ciegamente en sus compañeros de brete? ¿Creen que las empresas hacen lo suficiente para evitar estas tortas internas? ¡Los leo en los comentarios, maes!
La noticia que soltó el OIJ nos dejó a todos con la boca abierta. Resulta que por el asalto al Palí de Hone Creek, allá por abril, no solo cayeron los típicos sospechosos. No, señor. Entre los detenidos figuran, nada más y nada menos, que una supervisora regional de Walmart, de apellido Granados, y el propio administrador del supermercado afectado. Según el mero mero del OIJ, Randall Zúñiga, esta gente no eran simples cómplices; eran piezas fundamentales para que el golpe saliera "perfecto". La supervisora, al parecer, era el contacto directo con el cabecilla de la banda. ¡Qué sal tener compañeros así!
Recordemos un poco el atraco, que fue de película de terror para los pobres empleados que sí estaban haciendo su trabajo. Eran las 6 de la mañana, la hora en que uno apenas va pensando en el gallo pinto, cuando tres tipos armados los interceptaron. Los amarraron con gazas plásticas y, con toda la calma del mundo, usaron acetileno para abrir la caja fuerte. Se llevaron ₡49.900.000. Un platal. Uno se imagina el terror de esa gente, maniatada, mientras los maes se llevaban la plata. Y todo, presuntamente, con la bendición de quienes debían protegerlos. Todo el plan se les fue al traste cuando el OIJ empezó a jalar el hilo y se dio cuenta de que la ayuda venía de adentro.
Aquí es donde la vara se pone más densa. El OIJ señala que el administrador del Palí, en lugar de seguir los protocolos de seguridad para el ingreso de personal, básicamente les abrió la puerta a los asaltantes. O sea, el mae que tenía las llaves del reino fue quien le hizo el trabajito fácil a los compinches. Esto ya no es solo un robo, es una traición en toda regla. Es la demostración de que el enemigo, a veces, no está afuera tocando la puerta, sino adentro, sentado en la oficina de a la par, tomándose un café con uno. La confianza, ese chunche tan frágil, hecha pedazos por un montón de plata.
Diay, al final este caso nos deja pensando más allá del suceso. Pone sobre la mesa una pregunta incómoda sobre la seguridad interna de las grandes cadenas. ¿De qué sirven mil cámaras y protocolos si la persona encargada de aplicarlos es la primera en romperlos? Este episodio en Limón destapa una olla de grillos sobre la lealtad y la vulnerabilidad en nuestros lugares de trabajo. La investigación sigue, y seguro saldrán más detalles de esta torta. La pregunta del millón es: ¿Ustedes confían ciegamente en sus compañeros de brete? ¿Creen que las empresas hacen lo suficiente para evitar estas tortas internas? ¡Los leo en los comentarios, maes!