Maes, no sé ustedes, pero a veces abrir el periódico digital en la mañana es como asomarse a la ventana en medio de un huracán de malas noticias. Uno, con toda la buena fe del mundo, se sirve su gallo pinto, se prepara el café y piensa “voy a ponerme al día”. Y de pronto, ¡PUM! Te cae encima una avalancha de varas que te quitan las ganas hasta de empezar el brete. El pantallazo de hoy es el ejemplo perfecto de este despiche informativo que nos recetan a diario. Es un collage tan caótico y tan nuestro que da hasta risa nerviosa.
De entrada, la caricatura del día nos pone el tono: política en modo campaña eterna. Laura y Chaves en Limón. No importa cuándo leas esto, la maquinaria electoral nunca duerme. Es la telenovela nacional que no tiene temporada final. Mientras uno se preocupa por si va a llover o por la presa para llegar al trabajo, en las altas esferas la agenda es otra: la foto, el discurso, el gesto para la gradería. Es un recordatorio constante de que el circo político sigue, con o sin público que aplauda. Y uno aquí, viendo el show desde el celular, sintiendo que esa vara no tiene nada que ver con el precio del arroz.
Pero si uno baja la mirada un par de centímetros, la cosa se pone color de hormiga. “La masacre vial que hemos normalizado”. Mae, esa frase cala hondo. Porque es la pura verdad. Ya ni nos inmutamos con las cifras de muertos en carretera. Lo vemos, pensamos “¡qué sal!”, y seguimos scrolleando. Hemos convertido una tragedia nacional en ruido de fondo. Es como si el país entero se hubiera encogido de hombros. Hablamos de la inseguridad y los asaltos, pero la verdadera ruleta rusa parece estar en la Ruta 27 un viernes por la tarde. Y lo peor es que, como dice el titular, lo tenemos tan normalizado que ya ni siquiera nos parece un despiche… es simplemente “así son las cosas”.
Y el menú de frustraciones continúa. Que si “el peso brutal de un error”, que si “el turismo no debe pasar a segundo plano”, que si “el próximo paso necesario para reducir trámites”. ¿Ven el patrón? Es un loop infinito de problemas que arrastramos desde hace décadas. La burocracia es un monstruo que se alimenta de nuestra paciencia, el turismo es esa gallina de los huevos de oro que a veces parece que cuidamos a patadas, y los errores… diay, los errores nos cuestan carísimo como país. Leer esos titulares juntos es como escuchar la misma canción triste en la radio todos los días; ya te sabes la letra, pero igual te agüeva.
Para rematar, nos advierten: “Que su algoritmo no lo muerda”. ¡Lo que faltaba! Ahora, además del despiche real, tenemos un despiche digital curado especialmente para nosotros. El algoritmo sabe qué te enoja, qué te indigna, y te lo sirve en bandeja de plata para que no dejes de consumir. Te encierra en una burbuja de pura bilis. Así que no solo lidiamos con la masacre vial y los políticos en campaña, sino que tenemos un chunche en el bolsillo diseñado para recordárnoslo a cada rato. Se supone que la tecnología nos iba a facilitar la vida, no a convertirla en un eco infinito de todo lo que ya de por sí está mal.
De entrada, la caricatura del día nos pone el tono: política en modo campaña eterna. Laura y Chaves en Limón. No importa cuándo leas esto, la maquinaria electoral nunca duerme. Es la telenovela nacional que no tiene temporada final. Mientras uno se preocupa por si va a llover o por la presa para llegar al trabajo, en las altas esferas la agenda es otra: la foto, el discurso, el gesto para la gradería. Es un recordatorio constante de que el circo político sigue, con o sin público que aplauda. Y uno aquí, viendo el show desde el celular, sintiendo que esa vara no tiene nada que ver con el precio del arroz.
Pero si uno baja la mirada un par de centímetros, la cosa se pone color de hormiga. “La masacre vial que hemos normalizado”. Mae, esa frase cala hondo. Porque es la pura verdad. Ya ni nos inmutamos con las cifras de muertos en carretera. Lo vemos, pensamos “¡qué sal!”, y seguimos scrolleando. Hemos convertido una tragedia nacional en ruido de fondo. Es como si el país entero se hubiera encogido de hombros. Hablamos de la inseguridad y los asaltos, pero la verdadera ruleta rusa parece estar en la Ruta 27 un viernes por la tarde. Y lo peor es que, como dice el titular, lo tenemos tan normalizado que ya ni siquiera nos parece un despiche… es simplemente “así son las cosas”.
Y el menú de frustraciones continúa. Que si “el peso brutal de un error”, que si “el turismo no debe pasar a segundo plano”, que si “el próximo paso necesario para reducir trámites”. ¿Ven el patrón? Es un loop infinito de problemas que arrastramos desde hace décadas. La burocracia es un monstruo que se alimenta de nuestra paciencia, el turismo es esa gallina de los huevos de oro que a veces parece que cuidamos a patadas, y los errores… diay, los errores nos cuestan carísimo como país. Leer esos titulares juntos es como escuchar la misma canción triste en la radio todos los días; ya te sabes la letra, pero igual te agüeva.
Para rematar, nos advierten: “Que su algoritmo no lo muerda”. ¡Lo que faltaba! Ahora, además del despiche real, tenemos un despiche digital curado especialmente para nosotros. El algoritmo sabe qué te enoja, qué te indigna, y te lo sirve en bandeja de plata para que no dejes de consumir. Te encierra en una burbuja de pura bilis. Así que no solo lidiamos con la masacre vial y los políticos en campaña, sino que tenemos un chunche en el bolsillo diseñado para recordárnoslo a cada rato. Se supone que la tecnología nos iba a facilitar la vida, no a convertirla en un eco infinito de todo lo que ya de por sí está mal.