Maes, pónganse cómodos porque esta vara va para largo. Hay que hacer cuentas: si usted tiene menos de 25 años, el famoso caso “reaseguros” que involucra al expresidente Miguel Ángel Rodríguez es, literalmente, más viejo que usted. Diay, casi que podríamos celebrarle los quinceaños a este expediente. La noticia de esta semana es que la Fiscalía salió a decir, con una paciencia de santo, que esta “no es una investigación típica”. Y uno aquí, con el cafecito en la mano, piensa: “¡No me diga! ¿Después de 20 años se dieron cuenta?”. Es el tipo de noticia que te genera una mezcla de risa nerviosa y una frustración que ya ni calienta.
Hablemos claro, el brete que se ha jalado el Ministerio Público, según ellos mismos, ha sido titánico. La fiscal Tatiana García lo describió como un “esfuerzo gigante”. Y uno les cree, mae. Tuvieron que ir a buscar papeles y testimonios hasta en Londres, Panamá y Estados Unidos. Imagínense el papeleo, las traducciones, las coordinaciones. ¡Qué despiche! Declararon el caso de “tramitación compleja”, que en lenguaje tico significa que el chunche se enredó más que un audífono en el fondo de la jupa. El problema es que, para el ciudadano de a pie, esa complejidad se traduce en una espera eterna, en un sentimiento de que la justicia, si llega, va a llegar en muletas y con un tanque de oxígeno.
Para los que andan un poco perdidos con la trama, se la resumo. La acusación principal señala que Rodríguez, junto a Cristóbal Zawadzki (el mandamás del INS en ese entonces) y otro funcionario, habrían montado un plan para crear un fondo paralelo. La idea original, en teoría, era para capacitar a la gente del brete, pero parece que la plata agarró otro rumbo y se fue en viajecitos y viáticos. Diay, el clásico “la intención era buena, pero en el camino nos antojamos”. Es el tipo de historia que hemos escuchado tantas veces que ya ni sorprende, pero sí que cansa. Ver cómo presuntamente se desvían recursos que son de todos para beneficios personales es una vara que simplemente no debería pasar, y menos quedar en el limbo por dos décadas.
Pero como en toda buena novela, hay un giro. La defensa de don Miguel Ángel no se queda de brazos cruzados y saca su carta: persecución política. Argumentan que todo este enredo se armó para bajarle el piso justo cuando lo habían nombrado en la OEA, un puesto que, seamos honestos, es bastante carga. Además, sueltan otra bomba: dicen que los señalamientos más fuertes ni siquiera tienen que ver con él, porque supuestamente ocurrieron antes de que se sentara en la silla presidencial. Entonces, ¿quién tiene la razón? Uno queda en el medio, viendo un partido de tenis legal que parece no tener un último set. ¡Qué sal con este caso!
Al final del día, después de tanto dime y direte, lo que queda es una sensación agridulce. Por un lado, se ve un esfuerzo del sistema judicial por no dejar morir un caso tan emblemático. Pero por otro, la lentitud es tan abrumadora que el concepto de “justicia” se diluye. Un proceso que dura más de 20 años corre el riesgo de convertirse en un circo mediático, un fantasma que persigue a los implicados pero que nunca concreta nada. La justicia que tarda no es justicia, dicen por ahí. Y en este caso, parece que se nos fue al traste la esperanza de ver una resolución clara y contundente en un tiempo razonable. La próxima semana sigue el show, y aquí estaremos, esperando a ver qué nuevo capítulo nos trae esta saga interminable.
Ahora les tiro la bola a ustedes, maes. ¿Ustedes creen que después de 20 años se puede hablar de justicia real, o esto ya es un puro teatro para cansar a la gente y que todo prescriba? ¿Hay fecha de expiración para la justicia en Tiquicia?
Hablemos claro, el brete que se ha jalado el Ministerio Público, según ellos mismos, ha sido titánico. La fiscal Tatiana García lo describió como un “esfuerzo gigante”. Y uno les cree, mae. Tuvieron que ir a buscar papeles y testimonios hasta en Londres, Panamá y Estados Unidos. Imagínense el papeleo, las traducciones, las coordinaciones. ¡Qué despiche! Declararon el caso de “tramitación compleja”, que en lenguaje tico significa que el chunche se enredó más que un audífono en el fondo de la jupa. El problema es que, para el ciudadano de a pie, esa complejidad se traduce en una espera eterna, en un sentimiento de que la justicia, si llega, va a llegar en muletas y con un tanque de oxígeno.
Para los que andan un poco perdidos con la trama, se la resumo. La acusación principal señala que Rodríguez, junto a Cristóbal Zawadzki (el mandamás del INS en ese entonces) y otro funcionario, habrían montado un plan para crear un fondo paralelo. La idea original, en teoría, era para capacitar a la gente del brete, pero parece que la plata agarró otro rumbo y se fue en viajecitos y viáticos. Diay, el clásico “la intención era buena, pero en el camino nos antojamos”. Es el tipo de historia que hemos escuchado tantas veces que ya ni sorprende, pero sí que cansa. Ver cómo presuntamente se desvían recursos que son de todos para beneficios personales es una vara que simplemente no debería pasar, y menos quedar en el limbo por dos décadas.
Pero como en toda buena novela, hay un giro. La defensa de don Miguel Ángel no se queda de brazos cruzados y saca su carta: persecución política. Argumentan que todo este enredo se armó para bajarle el piso justo cuando lo habían nombrado en la OEA, un puesto que, seamos honestos, es bastante carga. Además, sueltan otra bomba: dicen que los señalamientos más fuertes ni siquiera tienen que ver con él, porque supuestamente ocurrieron antes de que se sentara en la silla presidencial. Entonces, ¿quién tiene la razón? Uno queda en el medio, viendo un partido de tenis legal que parece no tener un último set. ¡Qué sal con este caso!
Al final del día, después de tanto dime y direte, lo que queda es una sensación agridulce. Por un lado, se ve un esfuerzo del sistema judicial por no dejar morir un caso tan emblemático. Pero por otro, la lentitud es tan abrumadora que el concepto de “justicia” se diluye. Un proceso que dura más de 20 años corre el riesgo de convertirse en un circo mediático, un fantasma que persigue a los implicados pero que nunca concreta nada. La justicia que tarda no es justicia, dicen por ahí. Y en este caso, parece que se nos fue al traste la esperanza de ver una resolución clara y contundente en un tiempo razonable. La próxima semana sigue el show, y aquí estaremos, esperando a ver qué nuevo capítulo nos trae esta saga interminable.
Ahora les tiro la bola a ustedes, maes. ¿Ustedes creen que después de 20 años se puede hablar de justicia real, o esto ya es un puro teatro para cansar a la gente y que todo prescriba? ¿Hay fecha de expiración para la justicia en Tiquicia?