Maes, seamos honestos. La idea de llevar al perrhijo a vitrinear al mall era, en teoría, una de esas varas bien tuanis que sentíamos que nos ponían al nivel de otros países. Poder tomarse un café mientras el compa de cuatro patas descansa a tus pies sonaba idílico, casi un comercial de tele. Pero como muchas cosas en este país, del dicho al hecho hay un trecho enorme, y parece que la bonita utopía “Pet-Friendly” se nos acaba de ir al traste. El detonante fue un incidente que, viéndolo en retrospectiva, muchos veían venir: un perro mordió a un menor en Multiplaza Escazú, y la cosa se puso seria.
Y cuando digo seria, me refiero a nivel de intervención ministerial. ¡Qué torta! Esto no fue una simple llamada de atención o un post de disculpas en redes sociales. El Ministerio de Salud le cayó con todo y emitió una orden sanitaria directamente contra el centro comercial. Para que dimensionemos la magnitud, una orden sanitaria no es un juego; es la herramienta legal que tiene Salud para decir “aquí hay un riesgo para la gente y o lo arreglan o lo arreglan”. Es el equivalente a que te caiga la profe ruda de mate a revisar la tarea con lupa. El mensaje es claro: la seguridad y la salud pública están primero, y el “paseo” con las mascotas se descontroló.
Pero la cosa no termina ahí. Como era de esperarse, después del susto vienen las reglas. El Ministerio aprovechó el viaje para sacar un nuevo manual de convivencia que, en resumen, le pone un freno de mano a la fiesta “Pet-Friendly”. Se acabó eso de andar con el perro suelto por los pasillos como si fuera el patio de la casa. La regla más dura, y la que más va a doler, es la prohibición explícita de animales en cualquier lugar donde se sirva comida, a menos que el local tenga un permiso especial que, seamos sinceros, casi ninguno va a tramitar. Y para que a nadie se le ocurra hacerse el loco, vienen con advertencia de multas, suspensión de permisos y hasta el cierre del local. O sea, el Ministerio no se está andando con varas, el que no cumple, se arriesga a que le pongan el candado en la puerta.
Diay, aquí es donde la discusión se pone buena. Este mordisco y la reacción oficial destapan un debate que veníamos pateando desde hace rato. ¿Es culpa del perro? ¿Del dueño? ¿Del mall por permitirlo? La verdad es que es un despiche compartido. Por un lado, están los centros comerciales que, en su afán por atraer más gente, se montaron en la moda “Pet-Friendly” sin tener, tal vez, la infraestructura o los protocolos para manejar los riesgos. Por otro, y aquí es donde a más de uno le va a picar, está la falta de tino de algunos dueños. Se nos olvida que no todos los perros son un peluche sociable y que no a todo el mundo le hace gracia tener un animal, por más educado que sea, al lado en un espacio cerrado y lleno de gente. Es una cuestión de responsabilidad que muchos simplemente ignoraron.
Al final, como siempre, pagan justos por pecadores. Por culpa de unos cuantos que no saben medir las consecuencias, ahora el que sí era responsable, el que andaba a su perro con correa, recogía sus gracias y lo mantenía tranquilo, se queda sin la opción. El Ministerio ya hizo su brete y puso las cartas sobre la mesa: la vara se regula o se acaba. Ahora la pelota está en nuestra cancha, tanto de los dueños como de los comercios, para ver si podemos madurar como sociedad y encontrar un equilibrio. La pregunta del millón queda en el aire, y es para que la discutamos aquí en el foro.
Maes, ¿qué opinan? ¿Es un despiche inevitable y el 'Pet-Friendly' en malls fue una mala idea desde el inicio, o es un simple llamado de atención para que la gente se ponga las pilas y asuma su responsabilidad? ¿Dónde trazamos la línea?
Y cuando digo seria, me refiero a nivel de intervención ministerial. ¡Qué torta! Esto no fue una simple llamada de atención o un post de disculpas en redes sociales. El Ministerio de Salud le cayó con todo y emitió una orden sanitaria directamente contra el centro comercial. Para que dimensionemos la magnitud, una orden sanitaria no es un juego; es la herramienta legal que tiene Salud para decir “aquí hay un riesgo para la gente y o lo arreglan o lo arreglan”. Es el equivalente a que te caiga la profe ruda de mate a revisar la tarea con lupa. El mensaje es claro: la seguridad y la salud pública están primero, y el “paseo” con las mascotas se descontroló.
Pero la cosa no termina ahí. Como era de esperarse, después del susto vienen las reglas. El Ministerio aprovechó el viaje para sacar un nuevo manual de convivencia que, en resumen, le pone un freno de mano a la fiesta “Pet-Friendly”. Se acabó eso de andar con el perro suelto por los pasillos como si fuera el patio de la casa. La regla más dura, y la que más va a doler, es la prohibición explícita de animales en cualquier lugar donde se sirva comida, a menos que el local tenga un permiso especial que, seamos sinceros, casi ninguno va a tramitar. Y para que a nadie se le ocurra hacerse el loco, vienen con advertencia de multas, suspensión de permisos y hasta el cierre del local. O sea, el Ministerio no se está andando con varas, el que no cumple, se arriesga a que le pongan el candado en la puerta.
Diay, aquí es donde la discusión se pone buena. Este mordisco y la reacción oficial destapan un debate que veníamos pateando desde hace rato. ¿Es culpa del perro? ¿Del dueño? ¿Del mall por permitirlo? La verdad es que es un despiche compartido. Por un lado, están los centros comerciales que, en su afán por atraer más gente, se montaron en la moda “Pet-Friendly” sin tener, tal vez, la infraestructura o los protocolos para manejar los riesgos. Por otro, y aquí es donde a más de uno le va a picar, está la falta de tino de algunos dueños. Se nos olvida que no todos los perros son un peluche sociable y que no a todo el mundo le hace gracia tener un animal, por más educado que sea, al lado en un espacio cerrado y lleno de gente. Es una cuestión de responsabilidad que muchos simplemente ignoraron.
Al final, como siempre, pagan justos por pecadores. Por culpa de unos cuantos que no saben medir las consecuencias, ahora el que sí era responsable, el que andaba a su perro con correa, recogía sus gracias y lo mantenía tranquilo, se queda sin la opción. El Ministerio ya hizo su brete y puso las cartas sobre la mesa: la vara se regula o se acaba. Ahora la pelota está en nuestra cancha, tanto de los dueños como de los comercios, para ver si podemos madurar como sociedad y encontrar un equilibrio. La pregunta del millón queda en el aire, y es para que la discutamos aquí en el foro.
Maes, ¿qué opinan? ¿Es un despiche inevitable y el 'Pet-Friendly' en malls fue una mala idea desde el inicio, o es un simple llamado de atención para que la gente se ponga las pilas y asuma su responsabilidad? ¿Dónde trazamos la línea?