Maes, ¿se acuerdan cuando uno pensaba que las estafas eran de un mae random llamando desde La Reforma para pedir una recarga? Diay, parece que la vara se puso más... familiar. Esta mañana, el OIJ de Cartago madrugó a allanar varias casas por un despiche que deja a cualquiera con la boca abierta: un clan familiar entero dedicado a vaciar cuentas usando un truco con tarjetas prepago. Y no hablamos de poquitos, la fiscalía calcula que el daño ya va por los 15 millones de colones. ¡Qué torta para las víctimas!
Ahora, seguro se están preguntando cómo lo hacían. Y aquí es donde uno se da cuenta de que la malicia criolla a veces supera a la ficción. Según explicó el propio director del OIJ, Randall Zúñiga, resulta que estos maes se dieron cuenta de una torta de seguridad GIGANTE en las tarjetas prepago. Aparentemente, en el mismo chunche de plástico viene impreso el número de teléfono asociado. Entonces, el brete de esta gente era simple: agarraban la tarjeta, veían el número y empezaban a consultar si ese teléfono tenía alguna cuenta bancaria ligada. Como quien dice, iban de pesca hasta que picaba uno.
Y cuando picaba, ¡agárrense! Una vez que confirmaban que el número estaba asociado a una cuenta con platica, empezaba la segunda parte del show. Utilizaban sistemas de mensajes de texto o los códigos que se sacan en los cajeros automáticos para empezar a drenar la plata. Poquito a poquito o de un solo tirón, el resultado era el mismo: la cuenta quedaba temblando. El OIJ dice que por ahora tienen amarradas 10 denuncias que suman los 15 melones, pero la cosa se puede poner peor.
Pero aquí es donde la vara se pone color de hormiga. Zúñiga soltó la bomba: no eran solo los ocho familiares que detuvieron hoy. ¡Hay otras 45 personas en la mira! Primos, tíos, la cuñada del amigo... ¡quién sabe! La jugada era un clásico del lavado de dinero versión casera: la plata que lograban sacar la empezaban a transferir a un montón de cuentas de otros familiares para despistar y hacerla más difícil de rastrear. Un organigrama criminal digno de una serie de Netflix, pero versión brumosa. De los ocho detenidos, van a pedir prisión preventiva para cinco, los que parecen ser los cerebros de la operación.
Al final, más allá del despiche familiar y de la trama casi de película, lo que queda en el aire es la confianza. Uno ahí, todo tranquilo con su tarjeta prepago pensando que es más segura o que no vale la pena clonarla, y resulta que tenía un portillo de seguridad del tamaño del Estadio Nacional. ¡Qué sal para la gente que confió! La verdad, esto lo pone a uno a pensar si los bancos realmente se toman en serio la seguridad o si solo esperan a que pase una torta de estas para ponerle atención. El OIJ hizo su brete, pero el hueco de seguridad sigue ahí.
Maes, la pregunta del millón (o de los 15 millones, en este caso): ¿Ustedes todavía confían en estos sistemas de tarjetas prepago o ya andan paranoicos revisando las cuentas cada cinco minutos? ¿Qué creen que deberían hacer los bancos para que no se jalen estas tortas?
Ahora, seguro se están preguntando cómo lo hacían. Y aquí es donde uno se da cuenta de que la malicia criolla a veces supera a la ficción. Según explicó el propio director del OIJ, Randall Zúñiga, resulta que estos maes se dieron cuenta de una torta de seguridad GIGANTE en las tarjetas prepago. Aparentemente, en el mismo chunche de plástico viene impreso el número de teléfono asociado. Entonces, el brete de esta gente era simple: agarraban la tarjeta, veían el número y empezaban a consultar si ese teléfono tenía alguna cuenta bancaria ligada. Como quien dice, iban de pesca hasta que picaba uno.
Y cuando picaba, ¡agárrense! Una vez que confirmaban que el número estaba asociado a una cuenta con platica, empezaba la segunda parte del show. Utilizaban sistemas de mensajes de texto o los códigos que se sacan en los cajeros automáticos para empezar a drenar la plata. Poquito a poquito o de un solo tirón, el resultado era el mismo: la cuenta quedaba temblando. El OIJ dice que por ahora tienen amarradas 10 denuncias que suman los 15 melones, pero la cosa se puede poner peor.
Pero aquí es donde la vara se pone color de hormiga. Zúñiga soltó la bomba: no eran solo los ocho familiares que detuvieron hoy. ¡Hay otras 45 personas en la mira! Primos, tíos, la cuñada del amigo... ¡quién sabe! La jugada era un clásico del lavado de dinero versión casera: la plata que lograban sacar la empezaban a transferir a un montón de cuentas de otros familiares para despistar y hacerla más difícil de rastrear. Un organigrama criminal digno de una serie de Netflix, pero versión brumosa. De los ocho detenidos, van a pedir prisión preventiva para cinco, los que parecen ser los cerebros de la operación.
Al final, más allá del despiche familiar y de la trama casi de película, lo que queda en el aire es la confianza. Uno ahí, todo tranquilo con su tarjeta prepago pensando que es más segura o que no vale la pena clonarla, y resulta que tenía un portillo de seguridad del tamaño del Estadio Nacional. ¡Qué sal para la gente que confió! La verdad, esto lo pone a uno a pensar si los bancos realmente se toman en serio la seguridad o si solo esperan a que pase una torta de estas para ponerle atención. El OIJ hizo su brete, pero el hueco de seguridad sigue ahí.
Maes, la pregunta del millón (o de los 15 millones, en este caso): ¿Ustedes todavía confían en estos sistemas de tarjetas prepago o ya andan paranoicos revisando las cuentas cada cinco minutos? ¿Qué creen que deberían hacer los bancos para que no se jalen estas tortas?
