Maes, a veces uno lee noticias que parecen sacadas del guion de una película de Netflix, y esta vara del robo al Palí en Hone Creek es una de esas. No estamos hablando del típico asalto improvisado; esto fue una operación quirúrgica, un plan con más detalles que un manual de LEGO. Y lo más increíble de todo es que, según el OIJ, la orquesta era dirigida desde adentro. ¡Qué torta! Los mismos que se supone que cuidan el chante eran los que estaban pasando el santo para desocuparlo.
Pongámonos en contexto, porque el nivel de detalle es para sentarse a tomar café. Imagínense la escena: son las seis de la mañana en Cahuita, el sol apenas está saliendo y los empleados del Palí se preparan para empezar el brete. De pronto, se aparecen tres tipos armados, los amarran como si fueran tamales y se van directo a la caja fuerte. Pero aquí no hay ganzúas ni dinamita de caricatura. No, señor. Estos maes llegaron con tanques de acetileno, como profesionales, y derritieron la caja para sacar casi 50 melones de colones. Un despiche total, pero uno fríamente calculado.
Ahora, aquí es donde la trama se pone mejor que serie de HBO. Uno pensaría que los sospechosos son los de siempre, pero diay, la sorpresa fue mayúscula. La Fiscalía apunta a que la supuesta "mente maestra" de todo el operativo era nada más y nada menos que la supervisora regional de Walmart en Limón. ¡La jefa! Según la investigación, ella fue la que planificó, ordenó y controló cada movimiento. Pero no lo hizo sola. A su lado, como un fiel cómplice, estaba el propio administrador del Palí de Hone Creek. Entre los dos, le cantaron toda la jugada a la banda, asegurándose de que el golpe fuera un éxito. Es que hay que tener valor para jalarse una torta de ese calibre contra tu propio brete.
Y la cosa no para ahí. El resto del equipo parecía un elenco de especialistas. Estaba el mae alias "Riel", que era como el coordinador de campo; se encargó de confirmar la información de los jefes y hasta de comprar los guantes y las gasas plásticas. Había un encargado de logística que reservó las cabinas donde se quedó la banda y se aseguró de que la ruta de escape estuviera limpia. Tenían choferes para el carro principal, otro para el trasbordo, y por supuesto, los "técnicos" que se encargaron de amarrar a la gente y manejar el acetileno para volar la caja fuerte. O sea, cada uno tenía su función, como un equipo de trabajo, pero para hacer el mal.
Esto va más allá de un simple robo. Es un reflejo de una descomposición de la confianza que asusta. Cuando las personas en posiciones de poder y responsabilidad son las que organizan el crimen, ¿qué nos queda? Ya no es solo cuidarse del ladrón que viene de afuera, sino del compañero o el jefe que tienes a la par. La audacia es increíble y deja un montón de preguntas en el aire sobre los controles internos de estas grandes empresas. Maes, ahora en serio, poniéndonos a pensar, ¿qué es lo que más les impacta de este caso? ¿El descaro de los jefes o el nivel de organización de la banda para un solo golpe? Se abre el debate.
Pongámonos en contexto, porque el nivel de detalle es para sentarse a tomar café. Imagínense la escena: son las seis de la mañana en Cahuita, el sol apenas está saliendo y los empleados del Palí se preparan para empezar el brete. De pronto, se aparecen tres tipos armados, los amarran como si fueran tamales y se van directo a la caja fuerte. Pero aquí no hay ganzúas ni dinamita de caricatura. No, señor. Estos maes llegaron con tanques de acetileno, como profesionales, y derritieron la caja para sacar casi 50 melones de colones. Un despiche total, pero uno fríamente calculado.
Ahora, aquí es donde la trama se pone mejor que serie de HBO. Uno pensaría que los sospechosos son los de siempre, pero diay, la sorpresa fue mayúscula. La Fiscalía apunta a que la supuesta "mente maestra" de todo el operativo era nada más y nada menos que la supervisora regional de Walmart en Limón. ¡La jefa! Según la investigación, ella fue la que planificó, ordenó y controló cada movimiento. Pero no lo hizo sola. A su lado, como un fiel cómplice, estaba el propio administrador del Palí de Hone Creek. Entre los dos, le cantaron toda la jugada a la banda, asegurándose de que el golpe fuera un éxito. Es que hay que tener valor para jalarse una torta de ese calibre contra tu propio brete.
Y la cosa no para ahí. El resto del equipo parecía un elenco de especialistas. Estaba el mae alias "Riel", que era como el coordinador de campo; se encargó de confirmar la información de los jefes y hasta de comprar los guantes y las gasas plásticas. Había un encargado de logística que reservó las cabinas donde se quedó la banda y se aseguró de que la ruta de escape estuviera limpia. Tenían choferes para el carro principal, otro para el trasbordo, y por supuesto, los "técnicos" que se encargaron de amarrar a la gente y manejar el acetileno para volar la caja fuerte. O sea, cada uno tenía su función, como un equipo de trabajo, pero para hacer el mal.
Esto va más allá de un simple robo. Es un reflejo de una descomposición de la confianza que asusta. Cuando las personas en posiciones de poder y responsabilidad son las que organizan el crimen, ¿qué nos queda? Ya no es solo cuidarse del ladrón que viene de afuera, sino del compañero o el jefe que tienes a la par. La audacia es increíble y deja un montón de preguntas en el aire sobre los controles internos de estas grandes empresas. Maes, ahora en serio, poniéndonos a pensar, ¿qué es lo que más les impacta de este caso? ¿El descaro de los jefes o el nivel de organización de la banda para un solo golpe? Se abre el debate.