Diay maes, hay noticias que uno lee y de verdad que no sabe ni qué pensar. Apenas estábamos procesando el fallecimiento de Alberto Rodríguez Baldí, un figurón de la zona norte y el cerebro detrás del icónico Baldi Hot Springs, y ya la familia se está sacando los trapitos al sol. Lo que pasó anoche en La Fortuna de San Carlos no fue un velorio, fue el primer capítulo de un novelón que promete más drama que cualquier producción de Televisa. Mientras unos estaban de luto, otros ya estaban en plena guerra por el control del hotel. ¡Qué despiche se armó, y eso que el señor no tiene ni 24 horas de fallecido!
La vara es que, en medio del luto, la mamá del empresario, doña Minerva Baldí Camacho, se apareció en el hotel con un batallón. No llegó sola, mae: venía con abogados, un sobrino del difunto y hasta con la Fuerza Pública y la Policía Turística. El argumento era clarísimo, según ellos: ella figura como la única accionista de la sociedad y, por lo tanto, la dueña de todo el chunche. Uno se imagina la escena: los carros llegando, los abogados con maletín en mano listos para tomar posesión... un zafarrancho en toda regla. Querían entrar y tomar el control del resort de una vez por todas, sin dar chance a que nadie más moviera un dedo.
Pero el plan se les fue al traste. Resulta que del otro lado de la trinchera ya se habían avispado. La seguridad privada del complejo, ni cortos ni perezosos, les bloquearon el paso. ¿La orden? Aparentemente, venía directamente de Roberto José Rodríguez Alfaro, el propio hijo de don Alberto. Aquí es donde la trama se pone más densa, porque, según trascendió, este hijo tiene una denuncia por presunta violencia doméstica patrimonial. O sea, estamos hablando de un pleito que ya venía cocinándose desde antes y que con la muerte del patriarca, simplemente explotó. Los guardas, firmes, no dejaron pasar a nadie, convirtiendo la entrada del lujoso hotel en un campo de batalla legal.
Imagínense el cuadro: policías de un lado, seguridad privada del otro, abogados de ambos bandos gritándose artículos del código de comercio y la familia viendo cómo el legado del fallecido se convertía en un circo. Después de varios minutos de tensión y dimes y diretes, el grupo de doña Minerva decidió retirarse para evitar que la cosa pasara a más. Pero que nadie se engañe, esto no fue una tregua, fue apenas el primer round. Quedó más que claro que los hijos ya tomaron el control de facto del negocio y no piensan soltarlo así como así. La disputa por uno de los complejos turísticos más valiosos de la región acaba de hacerse pública y, conociendo cómo funcionan estas varas, va para largo.
Al final, lo que queda es un sabor de boca amarguísimo. El legado de un empresario exitoso, que puso a La Fortuna en el mapa mundial, ahora está manchado por una pelea familiar por la plata. Esta torta familiar apenas está empezando y todo apunta a que terminará en los tribunales por años, afectando no solo a la familia, sino a la reputación de un negocio emblemático. Lejos de cerrar un capítulo con su muerte, la historia de Alberto Rodríguez Baldí parece que apenas comienza, y lamentablemente, no de la mejor manera. Maes, ¿qué opinan de este novelón? ¿De qué lado de la mecha se ponen ustedes? ¡Se abre el debate!
La vara es que, en medio del luto, la mamá del empresario, doña Minerva Baldí Camacho, se apareció en el hotel con un batallón. No llegó sola, mae: venía con abogados, un sobrino del difunto y hasta con la Fuerza Pública y la Policía Turística. El argumento era clarísimo, según ellos: ella figura como la única accionista de la sociedad y, por lo tanto, la dueña de todo el chunche. Uno se imagina la escena: los carros llegando, los abogados con maletín en mano listos para tomar posesión... un zafarrancho en toda regla. Querían entrar y tomar el control del resort de una vez por todas, sin dar chance a que nadie más moviera un dedo.
Pero el plan se les fue al traste. Resulta que del otro lado de la trinchera ya se habían avispado. La seguridad privada del complejo, ni cortos ni perezosos, les bloquearon el paso. ¿La orden? Aparentemente, venía directamente de Roberto José Rodríguez Alfaro, el propio hijo de don Alberto. Aquí es donde la trama se pone más densa, porque, según trascendió, este hijo tiene una denuncia por presunta violencia doméstica patrimonial. O sea, estamos hablando de un pleito que ya venía cocinándose desde antes y que con la muerte del patriarca, simplemente explotó. Los guardas, firmes, no dejaron pasar a nadie, convirtiendo la entrada del lujoso hotel en un campo de batalla legal.
Imagínense el cuadro: policías de un lado, seguridad privada del otro, abogados de ambos bandos gritándose artículos del código de comercio y la familia viendo cómo el legado del fallecido se convertía en un circo. Después de varios minutos de tensión y dimes y diretes, el grupo de doña Minerva decidió retirarse para evitar que la cosa pasara a más. Pero que nadie se engañe, esto no fue una tregua, fue apenas el primer round. Quedó más que claro que los hijos ya tomaron el control de facto del negocio y no piensan soltarlo así como así. La disputa por uno de los complejos turísticos más valiosos de la región acaba de hacerse pública y, conociendo cómo funcionan estas varas, va para largo.
Al final, lo que queda es un sabor de boca amarguísimo. El legado de un empresario exitoso, que puso a La Fortuna en el mapa mundial, ahora está manchado por una pelea familiar por la plata. Esta torta familiar apenas está empezando y todo apunta a que terminará en los tribunales por años, afectando no solo a la familia, sino a la reputación de un negocio emblemático. Lejos de cerrar un capítulo con su muerte, la historia de Alberto Rodríguez Baldí parece que apenas comienza, y lamentablemente, no de la mejor manera. Maes, ¿qué opinan de este novelón? ¿De qué lado de la mecha se ponen ustedes? ¡Se abre el debate!