Maes, hablemos de la vara con los vapes, porque la cosa se puso color de hormiga. El Ministerio de Salud acaba de soltar una bomba que nos debería tener a todos con los pelos de punta. No es vara, el tema del vapeo entre güilas se salió completamente de control y las autoridades ya no saben ni qué hacer. Estamos hablando de un despiche de salud pública que está creciendo en silencio, en las aulas, en los parques y hasta en los cuartos de la casa, mientras muchos siguen pensando que es “solo vaporcito inocente con sabor a mango”. ¡Ja! Qué buen chiste.
Y no es que lo dicen por decir. Agárrense, porque los números que tiraron el IAFA y el INCIENSA son para irse de espaldas. Entre 2021 y 2025 –o sea, ¡ayer!– el uso de estos chunches entre los carajillos de 15 a 19 años se triplicó. Pasamos de un tímido 4% a un alarmante 13%. Uno de cada siete güilas, maes. Hagan números. En cualquier cole, en cualquier aula, hay un montón de gente metiéndose eso sin tener la más remota idea del problema en el que se están metiendo. La misma ministra de Salud, Mary Munive, lo dijo casi que con frustración: “Me preocupa demasiado esta situación”. Diay, ¿y a quién no? Para rematar, la Caja ya atendió a más de 42 mil personas este año por broncas relacionadas con estos aparatos. ¡Qué torta!
Ahora, para los que siguen con el cuento de que “es más sano que un pucho” o que “al menos huele a fresita”, INCIENSA se dio a la tarea de analizar los líquidos que venden aquí, en la pulpe o en cualquier tienda de la esquina, y ¡sorpresa! (dijo nadie nunca). Encontraron que algunos de estos vapes tienen hasta el TRIPLE de la nicotina permitida en otros países serios. O sea, una bomba de adicción diseñada para enganchar. Pero la vara no para ahí. También hallaron un coctel de químicos tóxicos que pueden causar desde irritación en los ojos y la piel hasta, en el peor de los casos, daño permanente a órganos internos. El “vaporcito” inofensivo resultó ser un veneno a fuego lento. ¡Qué sal! Pensar que hay gente pagando por meterse eso al cuerpo.
Obviamente, con este panorama, el MEP no se podía quedar de brazos cruzados viendo cómo se le enfermaba la siguiente generación. La cosa se puso tan seria que tuvieron que sacar la artillería pesada y ponerse firmes. Ahora, que no les extrañe ver revisiones de bultos obligatorias en la entrada de los coles. Y ojo al dato más importante: vapear en el cole ya no es una simple “malcriadez”. Lo pasaron a falta GRAVE en el Reglamento de Evaluación de los Aprendizajes. ¿Qué significa eso? Un rebajo de 20 puntitos en la nota de conducta, así, de un solo tiro. Antes, la sanción era mucho más light. Como dijo el ministro Leonardo Sánchez, el sistema educativo no puede hacerse el maje ante un problema que le está comiendo el futuro a los estudiantes. Se acabó el recreo, literal.
Al final del día, maes, esta vara es más que solo números y reglamentos. Las autoridades lo llaman una “emergencia silenciosa”, y tienen toda la razón del mundo. Es un problema que necesita que todos nos involucremos: los tatas en la casa, los profes en el aula y nosotros como sociedad, que tenemos que dejar de normalizarlo. No se trata de satanizar por satanizar, sino de entender que nos vendieron una idea “cool” y tecnológica que en realidad es un problemón de salud pública con consecuencias que apenas empezamos a ver. La pregunta del millón queda en el aire: ¿Son suficientes estas medidas del MEP y Salud? ¿O estamos llegando tarde a la fiesta y necesitamos acciones todavía más drásticas para frenar este despiche? ¿Qué opinan ustedes?
Y no es que lo dicen por decir. Agárrense, porque los números que tiraron el IAFA y el INCIENSA son para irse de espaldas. Entre 2021 y 2025 –o sea, ¡ayer!– el uso de estos chunches entre los carajillos de 15 a 19 años se triplicó. Pasamos de un tímido 4% a un alarmante 13%. Uno de cada siete güilas, maes. Hagan números. En cualquier cole, en cualquier aula, hay un montón de gente metiéndose eso sin tener la más remota idea del problema en el que se están metiendo. La misma ministra de Salud, Mary Munive, lo dijo casi que con frustración: “Me preocupa demasiado esta situación”. Diay, ¿y a quién no? Para rematar, la Caja ya atendió a más de 42 mil personas este año por broncas relacionadas con estos aparatos. ¡Qué torta!
Ahora, para los que siguen con el cuento de que “es más sano que un pucho” o que “al menos huele a fresita”, INCIENSA se dio a la tarea de analizar los líquidos que venden aquí, en la pulpe o en cualquier tienda de la esquina, y ¡sorpresa! (dijo nadie nunca). Encontraron que algunos de estos vapes tienen hasta el TRIPLE de la nicotina permitida en otros países serios. O sea, una bomba de adicción diseñada para enganchar. Pero la vara no para ahí. También hallaron un coctel de químicos tóxicos que pueden causar desde irritación en los ojos y la piel hasta, en el peor de los casos, daño permanente a órganos internos. El “vaporcito” inofensivo resultó ser un veneno a fuego lento. ¡Qué sal! Pensar que hay gente pagando por meterse eso al cuerpo.
Obviamente, con este panorama, el MEP no se podía quedar de brazos cruzados viendo cómo se le enfermaba la siguiente generación. La cosa se puso tan seria que tuvieron que sacar la artillería pesada y ponerse firmes. Ahora, que no les extrañe ver revisiones de bultos obligatorias en la entrada de los coles. Y ojo al dato más importante: vapear en el cole ya no es una simple “malcriadez”. Lo pasaron a falta GRAVE en el Reglamento de Evaluación de los Aprendizajes. ¿Qué significa eso? Un rebajo de 20 puntitos en la nota de conducta, así, de un solo tiro. Antes, la sanción era mucho más light. Como dijo el ministro Leonardo Sánchez, el sistema educativo no puede hacerse el maje ante un problema que le está comiendo el futuro a los estudiantes. Se acabó el recreo, literal.
Al final del día, maes, esta vara es más que solo números y reglamentos. Las autoridades lo llaman una “emergencia silenciosa”, y tienen toda la razón del mundo. Es un problema que necesita que todos nos involucremos: los tatas en la casa, los profes en el aula y nosotros como sociedad, que tenemos que dejar de normalizarlo. No se trata de satanizar por satanizar, sino de entender que nos vendieron una idea “cool” y tecnológica que en realidad es un problemón de salud pública con consecuencias que apenas empezamos a ver. La pregunta del millón queda en el aire: ¿Son suficientes estas medidas del MEP y Salud? ¿O estamos llegando tarde a la fiesta y necesitamos acciones todavía más drásticas para frenar este despiche? ¿Qué opinan ustedes?