Mae, hablemos paja un toque. Todos hemos estado ahí: separando con un amor casi religioso el plástico, el vidrio y el cartón, sintiéndonos el Capitán Planeta tico, solo para ver al camión de la basura juntar todo en el mismo despiche. Da un colerón, ¿verdad? Es como hacer dieta toda la semana y el domingo mandarse un chifrijo tamaño familiar. Uno se pregunta si todo el esfuerzo sirve para algo. Y diay, leyendo la columna de Glenn Aguilar sobre la resiliencia de las políticas de economía circular, me queda claro que esa frustración que sentimos en la cocina es un reflejo a escala de lo que pasa en todo el país.
La vara con la economía circular es que es una idea súper tuanis, de verdad. No es solo reciclar el chunche que ya no sirve. Es pensar, desde que se diseña un producto, en cómo se va a desarmar, a reparar, a reutilizar. Es dejar de lado el modelo de "compre, use, bote" que nos tiene ahogados en basura. Es, básicamente, imitar a la naturaleza, donde nada se desperdicia. Nos vendemos al mundo como el paraíso verde, el país del "Pura Vida" y la sostenibilidad, pero a la hora de ejecutar un plan tan carga como este, la cosa amenaza con irse al traste. Tenemos leyes y estrategias que en el papel suenan a primer mundo, pero en la práctica, se sienten como una buena intención que se quedó pegada en una presa en la General Cañas.
Y ahí es donde la puerca tuerce el rabo, como diría mi abuela. El problema no es la idea. Los ticos somos buenísimos para las ideas. El problema es el "cómo". Aguilar habla de "resiliencia", que es una forma elegante de decir "aguantar y no morir en el intento". Pero, ¿aguantar qué? Pues, aguantar un despiche de burocracia, ministerios que no se hablan entre ellos, reglamentos que se contradicen y una falta de seguimiento que asusta. Se aprueba una ley nacional de gestión de residuos, ¡qué chiva! Pero luego cada municipalidad hace lo que le da la gana, no hay presupuesto para educar a la gente y las empresas que de verdad quieren hacer el cambio se topan con una pared de trámites. Al final, se jala una torta el sistema entero, no por mala fe, sino por puro desorden.
Lo más grave es que esto no es un tema solo para ecologistas con sandalias. Esta vara nos afecta a todos en el bolsillo y en el futuro. Imagínense qué nivel sería tener un montón de brete nuevo en reparación, en rediseño de productos, en creación de materiales a partir de lo que hoy llamamos "basura". Sería dejar de depender tanto de que nos manden chereques de China y empezar a crear valor aquí mismo. Pero no, seguimos entrampados. El gobierno de turno lanza el plan con bombos y platillos, se toma la foto, y cuatro años después, el que sigue lo engaveta para empezar de cero con su propia "idea brillante". Es un ciclo salado que nos impide avanzar.
Al final, la columna de Aguilar me dejó con una sensación agridulce. Por un lado, qué bueno que hay gente inteligente pensando en esto. Somos unos cargas para diagnosticar los problemas. Pero, por otro, ¿de qué sirve el mejor diagnóstico si el paciente no se quiere tomar la medicina? La resiliencia no puede ser solo de la política en el papel; tiene que ser nuestra, de la gente, para exigir que las cosas se hagan bien. Que no nos sigan vendiendo humo verde mientras la realidad es otra. Así que les tiro la bola a ustedes, maes del foro: Fuera de hablada, ¿qué creen que es el principal clavo que impide que estas varas avancen en Tiquicia? ¿Es pura burocracia, falta de interés de la gente, o es que a los que mandan simplemente no les da la gana?
La vara con la economía circular es que es una idea súper tuanis, de verdad. No es solo reciclar el chunche que ya no sirve. Es pensar, desde que se diseña un producto, en cómo se va a desarmar, a reparar, a reutilizar. Es dejar de lado el modelo de "compre, use, bote" que nos tiene ahogados en basura. Es, básicamente, imitar a la naturaleza, donde nada se desperdicia. Nos vendemos al mundo como el paraíso verde, el país del "Pura Vida" y la sostenibilidad, pero a la hora de ejecutar un plan tan carga como este, la cosa amenaza con irse al traste. Tenemos leyes y estrategias que en el papel suenan a primer mundo, pero en la práctica, se sienten como una buena intención que se quedó pegada en una presa en la General Cañas.
Y ahí es donde la puerca tuerce el rabo, como diría mi abuela. El problema no es la idea. Los ticos somos buenísimos para las ideas. El problema es el "cómo". Aguilar habla de "resiliencia", que es una forma elegante de decir "aguantar y no morir en el intento". Pero, ¿aguantar qué? Pues, aguantar un despiche de burocracia, ministerios que no se hablan entre ellos, reglamentos que se contradicen y una falta de seguimiento que asusta. Se aprueba una ley nacional de gestión de residuos, ¡qué chiva! Pero luego cada municipalidad hace lo que le da la gana, no hay presupuesto para educar a la gente y las empresas que de verdad quieren hacer el cambio se topan con una pared de trámites. Al final, se jala una torta el sistema entero, no por mala fe, sino por puro desorden.
Lo más grave es que esto no es un tema solo para ecologistas con sandalias. Esta vara nos afecta a todos en el bolsillo y en el futuro. Imagínense qué nivel sería tener un montón de brete nuevo en reparación, en rediseño de productos, en creación de materiales a partir de lo que hoy llamamos "basura". Sería dejar de depender tanto de que nos manden chereques de China y empezar a crear valor aquí mismo. Pero no, seguimos entrampados. El gobierno de turno lanza el plan con bombos y platillos, se toma la foto, y cuatro años después, el que sigue lo engaveta para empezar de cero con su propia "idea brillante". Es un ciclo salado que nos impide avanzar.
Al final, la columna de Aguilar me dejó con una sensación agridulce. Por un lado, qué bueno que hay gente inteligente pensando en esto. Somos unos cargas para diagnosticar los problemas. Pero, por otro, ¿de qué sirve el mejor diagnóstico si el paciente no se quiere tomar la medicina? La resiliencia no puede ser solo de la política en el papel; tiene que ser nuestra, de la gente, para exigir que las cosas se hagan bien. Que no nos sigan vendiendo humo verde mientras la realidad es otra. Así que les tiro la bola a ustedes, maes del foro: Fuera de hablada, ¿qué creen que es el principal clavo que impide que estas varas avancen en Tiquicia? ¿Es pura burocracia, falta de interés de la gente, o es que a los que mandan simplemente no les da la gana?