Diay maes, acaba de salir la nueva encuesta del CIEP y, para no variar, la vara está más enredada que un audífono de cable en la bolsa. A ver, el titular dice que si las elecciones para diputados fueran hoy, el Frente Amplio de Villalta y el oficialista Pueblo Soberano se llevarían la mayoría de curules, ambos con un módico 7% de intención de voto. Pero, sinceramente, ese no es el notición. La verdadera bomba, el dato que debería tener a más de uno con dolor de cabeza, es que SIETE de cada DIEZ ticos no tienen la más mínima idea de por quién van a votar para la Asamblea. Un 70% de indecisos... mae, ese es un número para sentarse a pensar en el despiche que se nos viene.
Y es que seamos honestos, este nivel de indecisión es la receta perfecta para el caos. La misma UCR lo advierte: con este panorama, el próximo Congreso va a ser igual o más fragmentado que el actual. Prepárense para otros cuatro años de negociaciones eternas para el proyecto más simple, para ver a los diputados jalándose tortas en comisiones y para que el brete de gobernar se convierta en un imposible. Si ya hoy cuesta un mundo que se pongan de acuerdo 57 personas, imagínense un escenario donde nadie tiene un mandato claro y cada diputado es el rey de su propia parcela. ¡Qué despiche se puede armar!
Mientras tanto, ¿dónde están los partidos de siempre? Pues, básicamente, viendo para el ciprés. Liberación Nacional y Progreso Social andan ahí, arañando un 5% cada uno, y la Unidad Social Cristiana con un 2% que más bien parece un error de redondeo. ¡Qué sal! Es una bofetada de realidad que demuestra que la gente o está buscando opciones diferentes o, más probablemente, está tan desconectada de la política tradicional que ni siquiera los considera. El resto de partidos ni figuran, con menos del 1%, confirmando que la papeleta va a ser un testamento de logos y nombres que la mayoría ni reconoce.
Pero la mejor parte, la cereza del pastel de este desmadre, son las expectativas de los candidatos. Es casi comedia. Mientras la encuesta pinta un desierto de votos, la candidata oficialista, Laura Fernández, sale a decir que espera sacar entre 38 y 40 diputados. ¡Cuarenta! La mae anda en su propia película. Con esa mayoría absoluta, dice que va a fundar la "Tercera República". Con un 7% de intención de voto en la encuesta, con costo funda un club de fans. Es un nivel de desconexión con la realidad que asusta. Luego están Álvaro Ramos del PLN y Natalia Díaz de Unidos Podemos, que son un poquito más “modestos” y aspiran a 22 y 20 curules, cifras que siguen siendo un sueño guajiro viendo los números fríos.
Al final, lo que esta encuesta nos grita en la cara es la enorme brecha que existe entre la clase política y el ciudadano de a pie. Por un lado, tenemos candidatos con planes mesiánicos y proyecciones sacadas de un cuento de hadas. Y por el otro, una población monumentalmente apática o indecisa que parece estar diciendo: "Mae, arréglenlo ustedes, a mí esa vara no me importa... por ahora". La pregunta del millón es qué va a pasar con ese 70% silencioso. ¿Se decidirán por alguna de las opciones existentes o simplemente engrosarán las filas del abstencionismo? De esa respuesta depende que la próxima Asamblea sea un espacio de debate funcional o un circo de cuatro años.
Y es que seamos honestos, este nivel de indecisión es la receta perfecta para el caos. La misma UCR lo advierte: con este panorama, el próximo Congreso va a ser igual o más fragmentado que el actual. Prepárense para otros cuatro años de negociaciones eternas para el proyecto más simple, para ver a los diputados jalándose tortas en comisiones y para que el brete de gobernar se convierta en un imposible. Si ya hoy cuesta un mundo que se pongan de acuerdo 57 personas, imagínense un escenario donde nadie tiene un mandato claro y cada diputado es el rey de su propia parcela. ¡Qué despiche se puede armar!
Mientras tanto, ¿dónde están los partidos de siempre? Pues, básicamente, viendo para el ciprés. Liberación Nacional y Progreso Social andan ahí, arañando un 5% cada uno, y la Unidad Social Cristiana con un 2% que más bien parece un error de redondeo. ¡Qué sal! Es una bofetada de realidad que demuestra que la gente o está buscando opciones diferentes o, más probablemente, está tan desconectada de la política tradicional que ni siquiera los considera. El resto de partidos ni figuran, con menos del 1%, confirmando que la papeleta va a ser un testamento de logos y nombres que la mayoría ni reconoce.
Pero la mejor parte, la cereza del pastel de este desmadre, son las expectativas de los candidatos. Es casi comedia. Mientras la encuesta pinta un desierto de votos, la candidata oficialista, Laura Fernández, sale a decir que espera sacar entre 38 y 40 diputados. ¡Cuarenta! La mae anda en su propia película. Con esa mayoría absoluta, dice que va a fundar la "Tercera República". Con un 7% de intención de voto en la encuesta, con costo funda un club de fans. Es un nivel de desconexión con la realidad que asusta. Luego están Álvaro Ramos del PLN y Natalia Díaz de Unidos Podemos, que son un poquito más “modestos” y aspiran a 22 y 20 curules, cifras que siguen siendo un sueño guajiro viendo los números fríos.
Al final, lo que esta encuesta nos grita en la cara es la enorme brecha que existe entre la clase política y el ciudadano de a pie. Por un lado, tenemos candidatos con planes mesiánicos y proyecciones sacadas de un cuento de hadas. Y por el otro, una población monumentalmente apática o indecisa que parece estar diciendo: "Mae, arréglenlo ustedes, a mí esa vara no me importa... por ahora". La pregunta del millón es qué va a pasar con ese 70% silencioso. ¿Se decidirán por alguna de las opciones existentes o simplemente engrosarán las filas del abstencionismo? De esa respuesta depende que la próxima Asamblea sea un espacio de debate funcional o un circo de cuatro años.