Maes, seamos honestos. ¿Quién no tiene un recuerdo en el Gimnasio Nacional? Ya sea un concierto de hace mil años, un partido de la Sele de Voleibol o una feria de esas a las que uno iba obligado con el cole. El chunche es un ícono, de eso no hay duda. Pero también es el vivo ejemplo de cómo dejamos que nuestras joyas se nos vengan abajo. Por años, la principal emoción en un evento ahí adentro no era el marcador, sino adivinar de cuál gotera del techo te ibas a tener que quitar. Diay, un clásico.
Pero bueno, parece que por fin alguien en el ICODER se acordó de que existía. La noticia del día es que van a invertir más de ₡230 millones para arreglar el techo. ¡Qué torta que tuviéramos que llegar a este punto! El cartel, que ya está publicado en el SICOP, es para cambiar toda la membrana que impermeabiliza, los tragaluces que parecen coladores y todo el sistema de canoas y drenaje. En resumen: un despiche total que tiene 80 días hábiles para solucionarse una vez que lo adjudiquen. O sea, un brete urgente para tapar un problema que lleva años gritando por atención.
Y es que no podemos olvidar el historial reciente. Recordemos que el Ministerio de Salud le puso el candado en 2022. ¡Clausurado! Tuvieron que pasar casi dos años para que, en mayo de este año, lo reabrieran a media máquina. Actualmente, el aforo es de apenas 1,600 personas, cuando la capacidad real ronda las 3,600. Es decir, lo abrieron para no decir que seguía muerto, pero la verdad es que el paciente sigue en cuidados intensivos. Esta platica para el techo es, literalmente, lo mínimo que se podía hacer para que la vara no se fuera al traste por completo.
Ahora, aquí es donde la cosa se pone más interesante. Esos ₡230 melones son solo la punta del iceberg. Es como arreglarle el rayonazo a un carro que tiene el motor fundido. Según el mismo ICODER, la lista del súper de arreglos pendientes es gigantesca. Necesitan cambiar TODO el sistema eléctrico, que de seguro es de cuando mi abuela iba a la escuela; instalar un sistema contra incendios que funcione de verdad; y ni hablemos de los baños y los vestidores, que son un viaje en el tiempo a una época que nadie quiere recordar. A eso súmenle que ocupan un marcador electrónico que no sea un chereque de la prehistoria y, lo más importante, mejorar la accesibilidad con rampas y hasta un ascensor. ¡Un ascensor! Cosas que deberían ser estándar desde hace décadas.
Entonces, la gran pregunta queda en el aire. ¿Es para celebrar esta inversión? Por un lado, sí. ¡Qué chiva que por fin se esté haciendo algo! Pero por otro, se siente como un parche. Un parche caro, pero un parche al fin y al cabo. El Gimnasio Nacional no necesita una manita de gato, necesita una cirugía mayor, una reconstrucción con cariño para que vuelva a ser ese lugar del que todos nos sintamos orgullosos. Ojalá que esta sea la primera de muchas inversiones serias y no solo una forma de calmar las aguas hasta la próxima inundación interna.
Pero bueno, parece que por fin alguien en el ICODER se acordó de que existía. La noticia del día es que van a invertir más de ₡230 millones para arreglar el techo. ¡Qué torta que tuviéramos que llegar a este punto! El cartel, que ya está publicado en el SICOP, es para cambiar toda la membrana que impermeabiliza, los tragaluces que parecen coladores y todo el sistema de canoas y drenaje. En resumen: un despiche total que tiene 80 días hábiles para solucionarse una vez que lo adjudiquen. O sea, un brete urgente para tapar un problema que lleva años gritando por atención.
Y es que no podemos olvidar el historial reciente. Recordemos que el Ministerio de Salud le puso el candado en 2022. ¡Clausurado! Tuvieron que pasar casi dos años para que, en mayo de este año, lo reabrieran a media máquina. Actualmente, el aforo es de apenas 1,600 personas, cuando la capacidad real ronda las 3,600. Es decir, lo abrieron para no decir que seguía muerto, pero la verdad es que el paciente sigue en cuidados intensivos. Esta platica para el techo es, literalmente, lo mínimo que se podía hacer para que la vara no se fuera al traste por completo.
Ahora, aquí es donde la cosa se pone más interesante. Esos ₡230 melones son solo la punta del iceberg. Es como arreglarle el rayonazo a un carro que tiene el motor fundido. Según el mismo ICODER, la lista del súper de arreglos pendientes es gigantesca. Necesitan cambiar TODO el sistema eléctrico, que de seguro es de cuando mi abuela iba a la escuela; instalar un sistema contra incendios que funcione de verdad; y ni hablemos de los baños y los vestidores, que son un viaje en el tiempo a una época que nadie quiere recordar. A eso súmenle que ocupan un marcador electrónico que no sea un chereque de la prehistoria y, lo más importante, mejorar la accesibilidad con rampas y hasta un ascensor. ¡Un ascensor! Cosas que deberían ser estándar desde hace décadas.
Entonces, la gran pregunta queda en el aire. ¿Es para celebrar esta inversión? Por un lado, sí. ¡Qué chiva que por fin se esté haciendo algo! Pero por otro, se siente como un parche. Un parche caro, pero un parche al fin y al cabo. El Gimnasio Nacional no necesita una manita de gato, necesita una cirugía mayor, una reconstrucción con cariño para que vuelva a ser ese lugar del que todos nos sintamos orgullosos. Ojalá que esta sea la primera de muchas inversiones serias y no solo una forma de calmar las aguas hasta la próxima inundación interna.