Maes, pónganle atención a esta vara. Parece que en Jicaral de Puntarenas se acabó la fiesta para unos cuantos que, al parecer, tenían un negocito bastante movido. Y no, no era una pulpería. El OIJ se dejó caer con todo y les reventó el chante a tres hombres que figuran como sospechosos de vender droga. Lo que más me llama la atención, y que de verdad pone a pensar, es que dos de los detenidos son dos señores de 60 años. ¡Sesenta! Uno pensaría que a esa edad la gente está pensando en la pensión, en jugar con los nietos o en ver qué hace en el jardincito, pero parece que estos maes tenían otras prioridades en su lista de quehaceres.
La operación no fue un arrebato de momento. Según el reporte oficial, los agentes judiciales llevaban como dos meses de tenerles el ojo puesto, gracias a varios pitazos confidenciales. Diay, es que así es como empieza el despiche: la gente se cansa. Los vecinos empiezan a ver movimientos extraños, el entra y sale a toda hora, y al final, alguien revienta y habla. Dos meses de investigación, de seguimientos, de armar el caso para que no se les cayera. Es un brete de hormiga el que se manda el OIJ, hay que decirlo, para poder llegar con una orden de un juez y decir: "hasta aquí llegó el negocio, señores".
Y cuando entraron, entraron con todo. Fueron tres allanamientos simultáneos. Los detenidos: un hombre de apellido Picado, de 60; otro de apellido Reyes, también de 60; y un tercero más joven, de apellido Sandi, de 26 años. Una combinación generacional curiosa, ¿no creen? Dos "tatas" y un carajillo metidos en el mismo enredo. Al final, por más que se crean muy vivos o piensen que en un lugar como Jicaral nadie los va a ver, se jalaron una torta monumental. Creer que la ley no les iba a llegar fue el primer error. Ahora figuran como sospechosos de infracción a la ley de psicotrópicos, que es la forma elegante de decir que les puede caer un buen paquete de años encima.
Lo que encontraron tampoco era para jugar de inocentes. Los agentes decomisaron casi 7 tejas en efectivo (unos 700.000 colones), que para un negocio de barrio no está nada mal. Además, levantaron unas 130 piedras de lo que parece ser crack y más aparente cocaína. Con esa cantidad de "mercancía", la excusa del consumo personal se va al traste de una. Claramente, todo apunta a que era un punto de venta bien establecido, un pequeño supermercado de la droga que, por suerte para la comunidad, ya cerró sus puertas de manera definitiva. Ahora, este trío pasará al Ministerio Público para que les definan su futuro, que de momento no pinta nada tuanis.
Pero más allá del caso puntual, esta vara nos deja pensando. Jicaral no es el centro de Chepe, es una zona más tranquila, más rural. Y aún así, el microtráfico está ahí, metido hasta los huesos. Ver a dos señores de 60 años en esto te dice que el problema es mucho más profundo; ya no es solo un asunto de "jóvenes descarriados". Esto es un negocio que permea todas las capas de la sociedad. ¿Qué nos dice esto sobre la situación económica o social que empuja a gente de todas las edades a meterse en este despiche? Es una pregunta que queda en el aire.
Ahí se las dejo picando, maes. ¿Creen ustedes que estos golpes al microtráfico realmente solucionan el problema de raíz o es como intentar vaciar el mar con un balde? ¿O es que simplemente el que cae hoy, mañana es reemplazado por otro? Los leo en los comentarios.
La operación no fue un arrebato de momento. Según el reporte oficial, los agentes judiciales llevaban como dos meses de tenerles el ojo puesto, gracias a varios pitazos confidenciales. Diay, es que así es como empieza el despiche: la gente se cansa. Los vecinos empiezan a ver movimientos extraños, el entra y sale a toda hora, y al final, alguien revienta y habla. Dos meses de investigación, de seguimientos, de armar el caso para que no se les cayera. Es un brete de hormiga el que se manda el OIJ, hay que decirlo, para poder llegar con una orden de un juez y decir: "hasta aquí llegó el negocio, señores".
Y cuando entraron, entraron con todo. Fueron tres allanamientos simultáneos. Los detenidos: un hombre de apellido Picado, de 60; otro de apellido Reyes, también de 60; y un tercero más joven, de apellido Sandi, de 26 años. Una combinación generacional curiosa, ¿no creen? Dos "tatas" y un carajillo metidos en el mismo enredo. Al final, por más que se crean muy vivos o piensen que en un lugar como Jicaral nadie los va a ver, se jalaron una torta monumental. Creer que la ley no les iba a llegar fue el primer error. Ahora figuran como sospechosos de infracción a la ley de psicotrópicos, que es la forma elegante de decir que les puede caer un buen paquete de años encima.
Lo que encontraron tampoco era para jugar de inocentes. Los agentes decomisaron casi 7 tejas en efectivo (unos 700.000 colones), que para un negocio de barrio no está nada mal. Además, levantaron unas 130 piedras de lo que parece ser crack y más aparente cocaína. Con esa cantidad de "mercancía", la excusa del consumo personal se va al traste de una. Claramente, todo apunta a que era un punto de venta bien establecido, un pequeño supermercado de la droga que, por suerte para la comunidad, ya cerró sus puertas de manera definitiva. Ahora, este trío pasará al Ministerio Público para que les definan su futuro, que de momento no pinta nada tuanis.
Pero más allá del caso puntual, esta vara nos deja pensando. Jicaral no es el centro de Chepe, es una zona más tranquila, más rural. Y aún así, el microtráfico está ahí, metido hasta los huesos. Ver a dos señores de 60 años en esto te dice que el problema es mucho más profundo; ya no es solo un asunto de "jóvenes descarriados". Esto es un negocio que permea todas las capas de la sociedad. ¿Qué nos dice esto sobre la situación económica o social que empuja a gente de todas las edades a meterse en este despiche? Es una pregunta que queda en el aire.
Ahí se las dejo picando, maes. ¿Creen ustedes que estos golpes al microtráfico realmente solucionan el problema de raíz o es como intentar vaciar el mar con un balde? ¿O es que simplemente el que cae hoy, mañana es reemplazado por otro? Los leo en los comentarios.