Mae, no sé ustedes, pero yo llevo semanas sintiendo que vivo en un horno con patas. Salir a mediodía es una misión suicida y hasta las noches se sienten pegajosas. En medio de este bochorno, leí la columna del Dr. Rene Castro Salazar aquí en el foro, esa que se pregunta cómo adaptar nuestras escuelas al calor extremo, y diay, me cayó como un baldazo de agua (hirviendo) de realidad. La pregunta es buena, pero la respuesta es obvia y deprimente: no estamos haciendo casi nada. ¡Qué torta que estemos en 2025 discutiendo esto como si fuera una novedad, cuando el planeta nos viene gritando desde hace años que la cosa se iba a poner fea!
Pensemos en los güilas. Un carajillo de escuela, en un aula de cemento con techo de lata, con otros treinta compañeros, sin aire acondicionado y con un abanico que lo único que hace es pasear el aire caliente de un lado para otro. ¿De verdad esperamos que aprenda algo? ¿Que se concentre en matemáticas o en estudios sociales cuando su único pensamiento es que se está derritiendo en el pupitre? Es que es absurdo. Cualquier plan de estudio, por más innovador que sea, se va al traste si las condiciones básicas no existen. Esto no es un tema de comodidad, es de salud y de rendimiento académico. Un niño con dolor de cabeza por deshidratación no va a aprender nada, punto. Y ni hablemos de los profes, que tienen que dar la clase en esas mismas condiciones. Doble mérito para ellos.
El problema de fondo es que la infraestructura de la mayoría de centros educativos públicos del país se diseñó para otro clima, para una Costa Rica que ya no existe. Son cajas de concreto que absorben calor todo el día y lo liberan lentamente por la noche, convirtiéndose en saunas inhabitables. Y la reacción del MEP, cuando la hay, es poner parches. El brete no es solo poner más abanicos; de hecho, a ciertas temperaturas, un chunche de esos solo acelera la deshidratación. Se necesita una visión a largo plazo: rediseño de espacios, ventilación cruzada inteligente, aislamiento térmico, techos verdes, arborización masiva en los patios... Varas que requieren planificación y plata, dos cosas que parecen estar en escasez cuando se trata de educación pública.
Lo más frustrante es que las soluciones existen y no son ciencia de cohetes. Países con climas mucho más salvajes que el nuestro han resuelto esto hace décadas. Aquí seguimos inaugurando escuelas que son clones de las que se construyeron en los años 70. Mientras tanto, en el sector privado, la mayoría de colegios ya tienen aire acondicionado como un estándar básico. Esa brecha también es educativa; el calor se convierte en otro factor de desigualdad. Unos estudian frescos y concentrados, y otros se cocinan a fuego lento mientras intentan entender el ciclo de Krebs. La vara es un tema de voluntad política y de prioridades.
Ya hemos normalizado que los güilas se nos desmayen en los actos cívicos bajo el sol, que las clases se suspendan porque es imposible estar en el aula y que el rendimiento baje cada vez que el termómetro sube. Estamos aceptando una mediocridad impuesta por el clima, pero catalizada por la inacción. La columna del Dr. Castro da en el clavo, pero no podemos dejarlo solo en una opinión. Esto es una emergencia educativa y de salud pública. Así que les pregunto, gente del foro: más allá de quejarnos, ¿qué se puede hacer desde ya? ¿Ideas? ¿Presión ciudadana? ¿O estamos salados y nos tocará seguir viendo cómo nuestros carajillos se cocinan en las aulas?
Pensemos en los güilas. Un carajillo de escuela, en un aula de cemento con techo de lata, con otros treinta compañeros, sin aire acondicionado y con un abanico que lo único que hace es pasear el aire caliente de un lado para otro. ¿De verdad esperamos que aprenda algo? ¿Que se concentre en matemáticas o en estudios sociales cuando su único pensamiento es que se está derritiendo en el pupitre? Es que es absurdo. Cualquier plan de estudio, por más innovador que sea, se va al traste si las condiciones básicas no existen. Esto no es un tema de comodidad, es de salud y de rendimiento académico. Un niño con dolor de cabeza por deshidratación no va a aprender nada, punto. Y ni hablemos de los profes, que tienen que dar la clase en esas mismas condiciones. Doble mérito para ellos.
El problema de fondo es que la infraestructura de la mayoría de centros educativos públicos del país se diseñó para otro clima, para una Costa Rica que ya no existe. Son cajas de concreto que absorben calor todo el día y lo liberan lentamente por la noche, convirtiéndose en saunas inhabitables. Y la reacción del MEP, cuando la hay, es poner parches. El brete no es solo poner más abanicos; de hecho, a ciertas temperaturas, un chunche de esos solo acelera la deshidratación. Se necesita una visión a largo plazo: rediseño de espacios, ventilación cruzada inteligente, aislamiento térmico, techos verdes, arborización masiva en los patios... Varas que requieren planificación y plata, dos cosas que parecen estar en escasez cuando se trata de educación pública.
Lo más frustrante es que las soluciones existen y no son ciencia de cohetes. Países con climas mucho más salvajes que el nuestro han resuelto esto hace décadas. Aquí seguimos inaugurando escuelas que son clones de las que se construyeron en los años 70. Mientras tanto, en el sector privado, la mayoría de colegios ya tienen aire acondicionado como un estándar básico. Esa brecha también es educativa; el calor se convierte en otro factor de desigualdad. Unos estudian frescos y concentrados, y otros se cocinan a fuego lento mientras intentan entender el ciclo de Krebs. La vara es un tema de voluntad política y de prioridades.
Ya hemos normalizado que los güilas se nos desmayen en los actos cívicos bajo el sol, que las clases se suspendan porque es imposible estar en el aula y que el rendimiento baje cada vez que el termómetro sube. Estamos aceptando una mediocridad impuesta por el clima, pero catalizada por la inacción. La columna del Dr. Castro da en el clavo, pero no podemos dejarlo solo en una opinión. Esto es una emergencia educativa y de salud pública. Así que les pregunto, gente del foro: más allá de quejarnos, ¿qué se puede hacer desde ya? ¿Ideas? ¿Presión ciudadana? ¿O estamos salados y nos tocará seguir viendo cómo nuestros carajillos se cocinan en las aulas?