Maes, hablemos sin rodeos. La noticia de que la Sala IV le dio la razón a José Giacone y mandó para el caño esa multa de un melón que le clavó la Fedefútbol es, simple y sencillamente, ¡qué nivel! No es solo una victoria para el profe, que se la jugó diciendo lo que muchos piensan de los arbitrajes, sino que es un taponazo en la boca para los que creen que el fútbol es una finca privada donde solo ellos pueden hablar.
Diay, es que hay que ver la torta que se estaba jalando el Comité Disciplinario. La vara era clarísima: querían sentar un precedente para que a nadie más se le ocurriera abrir la boca. El mensaje era: "critique al árbitro y le vaciamos la billetera". Un mecanismo de miedo puro y duro, mae. Buscaban que el próximo técnico, jugador o hasta periodista se la pensara dos veces antes de señalar un error evidente. Básicamente, querían convertir la liga en un convento donde la única voz autorizada es la de los que mandan. ¡Qué sal! Por dicha la Sala Constitucional no come cuento y les paró el carro en seco.
Lo más despiche de todo este asunto es el famoso artículo 44 BIS del reglamento. Ese chunche es una herramienta de censura con todas las letras. Seamos honestos, Giacone no insultó a nadie ni se inventó nada. El mae dio una opinión técnica y fundamentada sobre una jugada. ¿Desde cuándo analizar el brete de un árbitro, que es parte del espectáculo, se convirtió en un pecado capital? Lo que la Fedefútbol castigaba no era la mala fe, sino la crítica. Querían blindar al arbitraje de cualquier escrutinio, como si fueran una casta intocable. Negar ese derecho es, básicamente, decirle al aficionado y al analista que su inteligencia no vale nada.
Y aquí es donde la cosa se pone más densa. Uno pensaría que con la nueva administración de Osael Maroto soplarían otros vientos, ¿verdad? Pues parece que no. En lugar de botar los chereques viejos y la mentalidad autoritaria de la era Villalobos, da la impresión de que solo les pasaron un trapito y los acomodaron en la misma oficina. Sigue esa cultura de opacidad, de "aquí no se cuestiona nada", que tanto daño le ha hecho al fútbol tico. La Fedefútbol sigue operando como si el Proyecto Gol fuera una embajada con sus propias reglas, inmune a las críticas del país que representa.
Por eso, este fallo de la Sala IV es tan a cachete. No solo le devuelve la plata a Giacone, sino que nos devuelve a todos un pedazo de libertad que nos querían quitar. Nos recuerda que el fútbol, con toda su pasión y sus millones, no está por encima de la Constitución. La resolución califica la sanción como "desproporcionada, ilegítima e inhibidora", y eso, maes, es un gol de media cancha. Es un mensaje claro: la libertad de expresión no se negocia ni en la oficina más alta del Proyecto Gol.
Ahora, la pregunta del millón queda en el aire y quiero leerlos a ustedes: ¿Creen que este manotazo de la Sala IV va a cambiar de verdad la forma en que se manejan las varas en la Fedefútbol? ¿O es solo una curita para una herida que necesita cirugía mayor? ¿Se animarán ahora más técnicos y periodistas a hablar sin pelos en la lengua?
Diay, es que hay que ver la torta que se estaba jalando el Comité Disciplinario. La vara era clarísima: querían sentar un precedente para que a nadie más se le ocurriera abrir la boca. El mensaje era: "critique al árbitro y le vaciamos la billetera". Un mecanismo de miedo puro y duro, mae. Buscaban que el próximo técnico, jugador o hasta periodista se la pensara dos veces antes de señalar un error evidente. Básicamente, querían convertir la liga en un convento donde la única voz autorizada es la de los que mandan. ¡Qué sal! Por dicha la Sala Constitucional no come cuento y les paró el carro en seco.
Lo más despiche de todo este asunto es el famoso artículo 44 BIS del reglamento. Ese chunche es una herramienta de censura con todas las letras. Seamos honestos, Giacone no insultó a nadie ni se inventó nada. El mae dio una opinión técnica y fundamentada sobre una jugada. ¿Desde cuándo analizar el brete de un árbitro, que es parte del espectáculo, se convirtió en un pecado capital? Lo que la Fedefútbol castigaba no era la mala fe, sino la crítica. Querían blindar al arbitraje de cualquier escrutinio, como si fueran una casta intocable. Negar ese derecho es, básicamente, decirle al aficionado y al analista que su inteligencia no vale nada.
Y aquí es donde la cosa se pone más densa. Uno pensaría que con la nueva administración de Osael Maroto soplarían otros vientos, ¿verdad? Pues parece que no. En lugar de botar los chereques viejos y la mentalidad autoritaria de la era Villalobos, da la impresión de que solo les pasaron un trapito y los acomodaron en la misma oficina. Sigue esa cultura de opacidad, de "aquí no se cuestiona nada", que tanto daño le ha hecho al fútbol tico. La Fedefútbol sigue operando como si el Proyecto Gol fuera una embajada con sus propias reglas, inmune a las críticas del país que representa.
Por eso, este fallo de la Sala IV es tan a cachete. No solo le devuelve la plata a Giacone, sino que nos devuelve a todos un pedazo de libertad que nos querían quitar. Nos recuerda que el fútbol, con toda su pasión y sus millones, no está por encima de la Constitución. La resolución califica la sanción como "desproporcionada, ilegítima e inhibidora", y eso, maes, es un gol de media cancha. Es un mensaje claro: la libertad de expresión no se negocia ni en la oficina más alta del Proyecto Gol.
Ahora, la pregunta del millón queda en el aire y quiero leerlos a ustedes: ¿Creen que este manotazo de la Sala IV va a cambiar de verdad la forma en que se manejan las varas en la Fedefútbol? ¿O es solo una curita para una herida que necesita cirugía mayor? ¿Se animarán ahora más técnicos y periodistas a hablar sin pelos en la lengua?