Diay, maes, para los que vieron el despiche de policías y patrullas la tarde de este lunes por Escazú y se preguntaban qué estaba pasando, aquí les traigo el chisme completo. No, no era que estaban grabando una película de acción, aunque por el despliegue casi que lo parecía. Resulta que la Policía de Control de Drogas (PCD) se mandó con un brete marca diablo en pleno cantón de los brujos, y la vara terminó con tres personas detenidas como sospechosas de transporte de drogas. Así como lo leen, un operativo en toda regla que puso a más de uno con los pelos de punta y a otros pegados a la ventana.
Y ojo, que no era cualquier vara. Esto no fue una simple parada de tráfico que se salió de control. Estamos hablando de un operativo coordinado que tenía más músculo que un fisicoculturista en precompetencia. A la PCD se le sumaron la Unidad Especial de Apoyo (los maes que no se andan con cuentos), la Dirección de Inteligencia y Análisis Criminal (los que saben hasta de qué color es la pijama de uno) y, para que la cosa se pusiera color de hormiga, hasta agentes de la DEA gringa andaban metidos en el asunto. Cuando uno ve a la DEA en la jugada, sabe que el tema no es de menudeo para el fin de semana, sino algo mucho más grueso.
El centro de toda la atención, al menos por ahora, es un carrito gris que tienen retenido. A ese chunche le van a meter mano hasta el último tornillo, porque la sospecha es que podría ser una de esas famosas “bodegas andantes”. Los agentes de la PCD lo van a desarmar pieza por pieza, buscando cualquier caleta o compartimento secreto donde pudieran llevar la mercadería. Imagínense la sorpresa si ese carro, que seguro más de uno ha visto parqueado por ahí sin darle mente, resulta estar hasta el copete de paquetes. Es el tipo de cosas que uno piensa que solo pasan en las series de narcos, pero que hoy nos explotó en la cara en una de las zonas más residenciales del país.
A los tres detenidos, de momento, se les acabó la fiesta. ¡Qué sal! Justo cuando pensaban que quizás coronaban el negocio, les cayó todo el peso de la ley encima, y con refuerzos internacionales para rematar. Lo más tenso de todo este asunto es que el operativo se montó en una zona tranquila, de esas donde uno cree que lo más emocionante que puede pasar es que el perro del vecino se escape. Esto demuestra, una vez más, que el crimen organizado no respeta códigos postales ni estratos sociales; donde ven una oportunidad, ahí se meten sin pedir permiso, convirtiendo un barrio familiar en el escenario de una redada policial.
Como era de esperarse, las autoridades están más calladas que en misa, soltando la información con cuentagotas porque esto es parte de una investigación que todavía está cocinándose. La vara es que el caso sigue abierto y probablemente esto sea solo la primera página de un capítulo mucho más largo y complicado. Ahora, la pregunta del millón que nos queda a todos los que vivimos por acá es: ¿creen que esto es la punta del iceberg de una red más grande operando en la zona, o fue simplemente un caso aislado? ¿Se está poniendo Escazú más caliente de la cuenta o es que la policía por fin se puso las pilas? Los leo, maes.
Y ojo, que no era cualquier vara. Esto no fue una simple parada de tráfico que se salió de control. Estamos hablando de un operativo coordinado que tenía más músculo que un fisicoculturista en precompetencia. A la PCD se le sumaron la Unidad Especial de Apoyo (los maes que no se andan con cuentos), la Dirección de Inteligencia y Análisis Criminal (los que saben hasta de qué color es la pijama de uno) y, para que la cosa se pusiera color de hormiga, hasta agentes de la DEA gringa andaban metidos en el asunto. Cuando uno ve a la DEA en la jugada, sabe que el tema no es de menudeo para el fin de semana, sino algo mucho más grueso.
El centro de toda la atención, al menos por ahora, es un carrito gris que tienen retenido. A ese chunche le van a meter mano hasta el último tornillo, porque la sospecha es que podría ser una de esas famosas “bodegas andantes”. Los agentes de la PCD lo van a desarmar pieza por pieza, buscando cualquier caleta o compartimento secreto donde pudieran llevar la mercadería. Imagínense la sorpresa si ese carro, que seguro más de uno ha visto parqueado por ahí sin darle mente, resulta estar hasta el copete de paquetes. Es el tipo de cosas que uno piensa que solo pasan en las series de narcos, pero que hoy nos explotó en la cara en una de las zonas más residenciales del país.
A los tres detenidos, de momento, se les acabó la fiesta. ¡Qué sal! Justo cuando pensaban que quizás coronaban el negocio, les cayó todo el peso de la ley encima, y con refuerzos internacionales para rematar. Lo más tenso de todo este asunto es que el operativo se montó en una zona tranquila, de esas donde uno cree que lo más emocionante que puede pasar es que el perro del vecino se escape. Esto demuestra, una vez más, que el crimen organizado no respeta códigos postales ni estratos sociales; donde ven una oportunidad, ahí se meten sin pedir permiso, convirtiendo un barrio familiar en el escenario de una redada policial.
Como era de esperarse, las autoridades están más calladas que en misa, soltando la información con cuentagotas porque esto es parte de una investigación que todavía está cocinándose. La vara es que el caso sigue abierto y probablemente esto sea solo la primera página de un capítulo mucho más largo y complicado. Ahora, la pregunta del millón que nos queda a todos los que vivimos por acá es: ¿creen que esto es la punta del iceberg de una red más grande operando en la zona, o fue simplemente un caso aislado? ¿Se está poniendo Escazú más caliente de la cuenta o es que la policía por fin se puso las pilas? Los leo, maes.