Mae, póngase en la situación. Lunes, 8 a.m., usted está en el brete desde la choza, con la taza de café al lado y una montaña de llamadas por hacer en el call center. Suena el teléfono, es un cliente. Suena otra vez, otro cliente. ¿Cuál es el sueño? Que el sistema se caiga, ¿verdad? O mejor aún, encontrar la jugada maestra para que parezca que está breteando a mil por hora sin tener que hablar con nadie. Bueno, una mae en España no solo lo soñó, lo hizo. Y la vara es que le salió bien… por un rato.
Resulta que esta teleoperadora, allá en Vigo, se jaló una torta monumental, pero hay que admitir que con un nivel de creatividad que asusta. Durante siete meses, ¡siete!, la mae usó el sistema de la empresa para llamarse a su propio número de teléfono. Así de simple. La línea salía ocupada, los sistemas registraban actividad constante y ella, tranquila, viendo Netflix o haciendo gallo pinto, quién sabe. Lo más increíble es que para la empresa, era una empleada modelo. ¡Hasta bonos por “productividad” le daban! Un plan que parecía perfecto, pero que tenía las patas muy cortas.
Pero como todo en esta vida, el chante se le cayó. El plan se fue al traste cuando un coordinador, seguro un mae bien fijado, se puso a revisar los registros con lupa. Diay, algo no le cuadraba. ¿Cómo era posible que una sola operadora tuviera tantas llamadas al mismo número, una y otra y otra vez? ¡Qué despiche se armó! La investigación interna fue un dos por tres: descubrieron que la susodicha se había marcado más de 100 veces a sí misma para hacerse la ocupada. ¡Cien veces, maes! Ahí se acabó la magia y empezó el verdadero dolor de cabeza.
Obviamente, la empresa le aplicó el despido fulminante por una falta de confianza gravísima. Pero la historia no termina ahí. La mae, lejos de aceptar su torta, demandó a la empresa por despido improcedente. Alegó que sufría de ansiedad y que esas "pausas" eran para calmarse, que las llamadas eran cortitas y en sus descansos. ¡Qué va! El caso llegó hasta el Tribunal Superior de Galicia y los jueces no se comieron el cuento. Ratificaron el despido, diciendo que la intención era clarísima: evadir el brete y bajar el rendimiento a propósito. ¡Qué sal! No solo se quedó sin trabajo, sino que tuvo que apechugar con la decisión del tribunal.
Ahora, más allá de la risa que nos puede dar esta historia, la vara se pone seria si la traemos para acá. En Costa Rica, el teletrabajo llegó para quedarse después de la pandemia y muchísimos de nosotros breteamos desde la casa. Este caso, aunque sea de España, es un recordatorio de que la confianza es una calle de dos vías. ¿Cómo miden las empresas que de verdad estamos haciendo nuestro brete sin caer en una vigilancia que ahoga? Y por otro lado, ¿hasta dónde llega la "viveza" del empleado? Es un balance delicado. Porque una cosa es tomarse un cafecito extra y otra muy diferente es montar un teatro de siete meses. Al final, un plan que parece una genialidad puede terminar siendo la razón por la que te quedaste sin brete y con una mancha en el expediente.
Foro, les pregunto a ustedes: ¿Esto es una torta imperdonable o una medida desesperada por el estrés del brete en un call center? ¿A quién de ustedes le ha pasado algo parecido o ha visto una jugada así en su trabajo? ¡Los leo!
Resulta que esta teleoperadora, allá en Vigo, se jaló una torta monumental, pero hay que admitir que con un nivel de creatividad que asusta. Durante siete meses, ¡siete!, la mae usó el sistema de la empresa para llamarse a su propio número de teléfono. Así de simple. La línea salía ocupada, los sistemas registraban actividad constante y ella, tranquila, viendo Netflix o haciendo gallo pinto, quién sabe. Lo más increíble es que para la empresa, era una empleada modelo. ¡Hasta bonos por “productividad” le daban! Un plan que parecía perfecto, pero que tenía las patas muy cortas.
Pero como todo en esta vida, el chante se le cayó. El plan se fue al traste cuando un coordinador, seguro un mae bien fijado, se puso a revisar los registros con lupa. Diay, algo no le cuadraba. ¿Cómo era posible que una sola operadora tuviera tantas llamadas al mismo número, una y otra y otra vez? ¡Qué despiche se armó! La investigación interna fue un dos por tres: descubrieron que la susodicha se había marcado más de 100 veces a sí misma para hacerse la ocupada. ¡Cien veces, maes! Ahí se acabó la magia y empezó el verdadero dolor de cabeza.
Obviamente, la empresa le aplicó el despido fulminante por una falta de confianza gravísima. Pero la historia no termina ahí. La mae, lejos de aceptar su torta, demandó a la empresa por despido improcedente. Alegó que sufría de ansiedad y que esas "pausas" eran para calmarse, que las llamadas eran cortitas y en sus descansos. ¡Qué va! El caso llegó hasta el Tribunal Superior de Galicia y los jueces no se comieron el cuento. Ratificaron el despido, diciendo que la intención era clarísima: evadir el brete y bajar el rendimiento a propósito. ¡Qué sal! No solo se quedó sin trabajo, sino que tuvo que apechugar con la decisión del tribunal.
Ahora, más allá de la risa que nos puede dar esta historia, la vara se pone seria si la traemos para acá. En Costa Rica, el teletrabajo llegó para quedarse después de la pandemia y muchísimos de nosotros breteamos desde la casa. Este caso, aunque sea de España, es un recordatorio de que la confianza es una calle de dos vías. ¿Cómo miden las empresas que de verdad estamos haciendo nuestro brete sin caer en una vigilancia que ahoga? Y por otro lado, ¿hasta dónde llega la "viveza" del empleado? Es un balance delicado. Porque una cosa es tomarse un cafecito extra y otra muy diferente es montar un teatro de siete meses. Al final, un plan que parece una genialidad puede terminar siendo la razón por la que te quedaste sin brete y con una mancha en el expediente.
Foro, les pregunto a ustedes: ¿Esto es una torta imperdonable o una medida desesperada por el estrés del brete en un call center? ¿A quién de ustedes le ha pasado algo parecido o ha visto una jugada así en su trabajo? ¡Los leo!