Mae, seamos honestos. A uno le dicen "residuo de banano" y lo primero que se imagina es una cáscara negra, llena de moscas, en el fondo del basurero. Pero un grupo de estudiantes del Liceo Rural La Perla, allá en Siquirres, vio algo más. Vieron materia prima. Con la guía correcta, estos güilas lograron transformar lo que consideramos basura en cremas, geles y hasta champú. ¡Qué chiva! En medio de tanto despiche que se oye a veces, noticias como esta son un respiro de aire fresco que huele a banano... y a futuro.
La vara es que esto no fue arte de magia. Detrás de todo está la Dra. Kihaveth Navarro, una médica de Limón que se la jugó por ellos. Se los trajo desde Siquirres hasta los laboratorios del Inifar en la UCR. Imagínense la escena: los chiquillos, quizás algo nerviosos, metidos en un laboratorio de primer nivel, rodeados de los cerebritos de Farmacia. Ahí, en ese brete conjunto, descubrieron que el pinzote y el raquis del banano (los "chunches" que se botan) están cargados de potencial. No era basura, era un tesoro escondido a plena vista.
Pero el resultado más importante no fue el champú. Fue el chispazo en los ojos de los participantes. Uno de los estudiantes dijo que la experiencia fue tan linda que se llevaba "todas las ganas de estudiar". Otro confesó que, gracias a esto, una carrera que ni le pasaba por la mente ahora le llama la atención. Mae, eso es oro puro. Ver a un güila de una zona vulnerable, que a menudo solo sale en las noticias por las razones equivocadas, decir que la ciencia ahora le cuadra... ¡qué carga, mae! Eso vale más que cualquier formulación química.
Y aquí es donde la historia se pone todavía más potente. La Dra. Navarro, originaria de Batán, lo dijo clarísimo: el desarrollo y las oportunidades van de la mano. Limón ha estado en el ojo del huracán por la violencia, y los jóvenes son los más expuestos. Ella misma cuenta que su vida cambió gracias a que ganó una feria científica que la motivó a ser doctora. Su misión ahora es replicar esa oportunidad. Demostrarle a cada joven de su provincia que hay otro camino, que la ciencia no es una vara etérea para genios en una torre de marfil, sino una herramienta real para construir una vida diferente.
Este proyecto no es solo una anécdota tuanis para una nota de periódico. Es una semilla. La profe de Ciencias del cole, Heidy Derlyn, ya está buscando apoyo para montar su propio laboratorio y, quién sabe, hasta comercializar los productos. La gente de la UCR, como la Dra. Daniela Matarrita, está dispuesta a seguir transfiriendo el conocimiento. Esto demuestra que cuando la academia sale de sus muros y se junta con las comunidades, pasan cosas increíbles. No están regalando pescado, están enseñando a pescar... y a montar una fábrica de carnada con lo que otros llaman basura.
Ahora, les tiro la bola a ustedes, maes. Más allá de lo tuanis que es el proyecto, ¿creen que este tipo de iniciativas son la verdadera clave para cambiarle la cara a zonas con tanto estigma como Limón? ¿O se necesita algo más que ciencia para jalar parejo?
La vara es que esto no fue arte de magia. Detrás de todo está la Dra. Kihaveth Navarro, una médica de Limón que se la jugó por ellos. Se los trajo desde Siquirres hasta los laboratorios del Inifar en la UCR. Imagínense la escena: los chiquillos, quizás algo nerviosos, metidos en un laboratorio de primer nivel, rodeados de los cerebritos de Farmacia. Ahí, en ese brete conjunto, descubrieron que el pinzote y el raquis del banano (los "chunches" que se botan) están cargados de potencial. No era basura, era un tesoro escondido a plena vista.
Pero el resultado más importante no fue el champú. Fue el chispazo en los ojos de los participantes. Uno de los estudiantes dijo que la experiencia fue tan linda que se llevaba "todas las ganas de estudiar". Otro confesó que, gracias a esto, una carrera que ni le pasaba por la mente ahora le llama la atención. Mae, eso es oro puro. Ver a un güila de una zona vulnerable, que a menudo solo sale en las noticias por las razones equivocadas, decir que la ciencia ahora le cuadra... ¡qué carga, mae! Eso vale más que cualquier formulación química.
Y aquí es donde la historia se pone todavía más potente. La Dra. Navarro, originaria de Batán, lo dijo clarísimo: el desarrollo y las oportunidades van de la mano. Limón ha estado en el ojo del huracán por la violencia, y los jóvenes son los más expuestos. Ella misma cuenta que su vida cambió gracias a que ganó una feria científica que la motivó a ser doctora. Su misión ahora es replicar esa oportunidad. Demostrarle a cada joven de su provincia que hay otro camino, que la ciencia no es una vara etérea para genios en una torre de marfil, sino una herramienta real para construir una vida diferente.
Este proyecto no es solo una anécdota tuanis para una nota de periódico. Es una semilla. La profe de Ciencias del cole, Heidy Derlyn, ya está buscando apoyo para montar su propio laboratorio y, quién sabe, hasta comercializar los productos. La gente de la UCR, como la Dra. Daniela Matarrita, está dispuesta a seguir transfiriendo el conocimiento. Esto demuestra que cuando la academia sale de sus muros y se junta con las comunidades, pasan cosas increíbles. No están regalando pescado, están enseñando a pescar... y a montar una fábrica de carnada con lo que otros llaman basura.
Ahora, les tiro la bola a ustedes, maes. Más allá de lo tuanis que es el proyecto, ¿creen que este tipo de iniciativas son la verdadera clave para cambiarle la cara a zonas con tanto estigma como Limón? ¿O se necesita algo más que ciencia para jalar parejo?