A ver, maes, que alguien me explique esta vara, porque a mí los números no me están cerrando. Hoy nos levantamos con el titular de que el desempleo bajó a un 6,7%. En papel, ¡qué nivel! Uno lee eso y casi que se imagina al país entero celebrando, con la gente rompiendo currículums porque les llueven las ofertas. Pero uno rasca un poquito la superficie, apenas un toquecito, y se da cuenta de que el titular es como esas fotos de perfil con filtro: esconde más de lo que muestra. La realidad es mucho menos bonita y bastante más preocupante.
El INEC, en su infinita sabiduría numérica, nos dice que sí, que hay 153.000 personas buscando brete, menos que antes. Pero aquí es donde la cosa se pone fea y empieza el verdadero despiche del asunto. La misma encuesta nos grita que la “fuerza de trabajo” se redujo. ¿Traducción para los que no hablamos en estadista? Menos gente está buscando trabajo activamente. No es que encontraron, es que, simple y sencillamente, se cansaron de pulsearla. Tiraron la toalla. Se rindieron. Entonces, claro, si menos gente busca, el porcentaje de “desempleados” baja. Es matemática pura, pero es una matemática tramposa. ¡Qué torta que nos vendan esto como una victoria!
Peor aún es el siguiente dato, el que de verdad duele: la cantidad de gente que SÍ tiene trabajo… no cambió. Sigue estancada en 2,14 millones. O sea, no se crearon nuevos puestos de trabajo para absorber a la gente que supuestamente ya no está desempleada. El plan de “reactivación económica” y toda esa hablada parece que se fue al traste, porque el resultado final es un cero a la izquierda. Es como si en una maratón un montón de corredores se sentaran en la acera por agotamiento; claro que el porcentaje de los que siguen corriendo y “van a la cabeza” mejora, pero la carrera en sí misma es un fracaso. Estamos celebrando el cansancio, el desánimo de miles de ticos que ya ni siquiera figuran en la estadística.
Y diay, si nos vamos a la letra pequeña, la cosa tampoco mejora mucho. Sí, el empleo informal bajó un poquito, al 36,9%. Un aplauso, supongo. Pero el subempleo, esa gente que trabaja menos horas de las que quiere o en varas que no son lo suyo, sigue pegado en 3,3% sin moverse. O sea, la calidad del brete tampoco es que esté para tirar cohetes. Seguimos dependiendo de que el comercio y la reparación generen la mayoría de los puestos, un sector que muchas veces es volátil y no necesariamente el mejor pagado. No hay una transformación real, solo un maquillaje de cifras que se ve bien en un comunicado de prensa.
Al final, lo que tenemos es un número bonito para la foto, pero una realidad que sigue golpeando. La gente no está encontrando más oportunidades, simplemente está desapareciendo de las listas oficiales porque el sistema los agotó. Es una victoria estadística construida sobre la base de la desesperanza, y eso, maes, no es para celebrar. Es para preocuparse, y mucho. Nos están vendiendo un espejismo y, si no tenemos cuidado, nos vamos a estrellar contra él creyendo que es un oasis.
La pregunta que les dejo es: ¿Ustedes se creen este cuento? ¿Sienten en la calle que la cosa está mejorando o esto es puro maquillaje del INEC para que el gobierno de turno se ponga una medalla? Cuenten sus experiencias, si andan buscando brete o si conocen a alguien que ya mejor ni lo intenta.
El INEC, en su infinita sabiduría numérica, nos dice que sí, que hay 153.000 personas buscando brete, menos que antes. Pero aquí es donde la cosa se pone fea y empieza el verdadero despiche del asunto. La misma encuesta nos grita que la “fuerza de trabajo” se redujo. ¿Traducción para los que no hablamos en estadista? Menos gente está buscando trabajo activamente. No es que encontraron, es que, simple y sencillamente, se cansaron de pulsearla. Tiraron la toalla. Se rindieron. Entonces, claro, si menos gente busca, el porcentaje de “desempleados” baja. Es matemática pura, pero es una matemática tramposa. ¡Qué torta que nos vendan esto como una victoria!
Peor aún es el siguiente dato, el que de verdad duele: la cantidad de gente que SÍ tiene trabajo… no cambió. Sigue estancada en 2,14 millones. O sea, no se crearon nuevos puestos de trabajo para absorber a la gente que supuestamente ya no está desempleada. El plan de “reactivación económica” y toda esa hablada parece que se fue al traste, porque el resultado final es un cero a la izquierda. Es como si en una maratón un montón de corredores se sentaran en la acera por agotamiento; claro que el porcentaje de los que siguen corriendo y “van a la cabeza” mejora, pero la carrera en sí misma es un fracaso. Estamos celebrando el cansancio, el desánimo de miles de ticos que ya ni siquiera figuran en la estadística.
Y diay, si nos vamos a la letra pequeña, la cosa tampoco mejora mucho. Sí, el empleo informal bajó un poquito, al 36,9%. Un aplauso, supongo. Pero el subempleo, esa gente que trabaja menos horas de las que quiere o en varas que no son lo suyo, sigue pegado en 3,3% sin moverse. O sea, la calidad del brete tampoco es que esté para tirar cohetes. Seguimos dependiendo de que el comercio y la reparación generen la mayoría de los puestos, un sector que muchas veces es volátil y no necesariamente el mejor pagado. No hay una transformación real, solo un maquillaje de cifras que se ve bien en un comunicado de prensa.
Al final, lo que tenemos es un número bonito para la foto, pero una realidad que sigue golpeando. La gente no está encontrando más oportunidades, simplemente está desapareciendo de las listas oficiales porque el sistema los agotó. Es una victoria estadística construida sobre la base de la desesperanza, y eso, maes, no es para celebrar. Es para preocuparse, y mucho. Nos están vendiendo un espejismo y, si no tenemos cuidado, nos vamos a estrellar contra él creyendo que es un oasis.
La pregunta que les dejo es: ¿Ustedes se creen este cuento? ¿Sienten en la calle que la cosa está mejorando o esto es puro maquillaje del INEC para que el gobierno de turno se ponga una medalla? Cuenten sus experiencias, si andan buscando brete o si conocen a alguien que ya mejor ni lo intenta.