Maes, en serio, a veces ver una sesión del Plenario es como poner en cámara lenta una carrera de caracoles con reumatismo. Después del parón del martes y miércoles, uno pensaría que los diputados llegarían el jueves con las pilas puestas para avanzar con la famosa ley de jornadas 4-3. Pero no. En casi tres horas de “intenso” debate, lograron la hazaña de votar 18 mociones. ¡DIECIOCHO! Para que se hagan una idea, es una más que las que votaron el martes antes de que todo el mundo se fuera y se rompiera el quorum. ¡Qué nivel de productividad! A este paso, vamos a terminar de discutir este proyecto para cuando ya nos estemos transportando en carros voladores.
Y es que la matemática no miente, y aquí los números dan miedo y hasta un poco de risa. Hagamos cuentas, así, a lo servilleta. Se avanzó de la moción 554 a la 571. El problema es que todavía quedan por votar 1.993 mociones de fondo. Pero espérense, que la cosa se pone mejor: a esa tierna cifra hay que sumarle otras 2.564 mociones de revisión. O sea, estamos hablando de más de 4.500 votaciones pendientes. ¡CUATRO MIL QUINIENTAS! ¿Ustedes se imaginan a esta gente votando cuatro mil quinientas varas más a este ritmo? ¡Qué torta monumental! Es evidente que el mecanismo de vía rápida, que se supone era para agilizar el trámite, está siendo un fracaso absoluto.
El protagonista de la jornada, una vez más, fue el bendito quorum. Once veces se rompió. ONCE. Esto ya no es casualidad, es una estrategia más clara que el agua. Los diputados, principalmente los del Frente Amplio que se oponen al proyecto, han encontrado la fórmula perfecta para ponerle el freno de mano a la discusión. Diay, la lógica es simple: si no hay 38 diputados sentados en sus curules, no se puede votar. Entonces, se levantan, van por un cafecito, contestan una llamada, y listo, la sesión se paraliza. Es un tira y encoge que tiene a todo el proyecto pegado en el mismo punto, mientras el resto del país se pregunta si de verdad alguien está breteando ahí adentro.
Lo más irónico de todo este despiche es que la semana en que se aplicó la famosa “guillotina” legislativa (el 11 de agosto) se suponía que iba a marcar un antes y un después. Que a partir de ahí, la cosa iba a volar. Pues no. En la primera semana post-guillotina se votaron 119 enmiendas, luego 176 y la anterior 123. Esta semana, si sumamos lo del martes y lo de hoy, apenas llevamos 88. O sea, en lugar de acelerar, vamos en reversa. Parece que el plan de aprobar esto a la velocidad de la luz se está yendo al traste por completo. ¡Qué sal! Al final, tanta bulla con la vía rápida para terminar en la semana con el avance más mediocre de todas.
Mientras tanto, en medio de este circo, sigue flotando en el aire una moción que podría ser el botón de pánico: la propuesta de sacar el proyecto de esta vía rápida y enviarlo a una comisión especial para que lo analicen con más calma y, teóricamente, de forma más eficiente. Para que esa tabla de salvación funcione se ocupan 38 votos, el número mágico. Viendo el panorama, cada vez suena menos descabellado. Así que, les pregunto a ustedes, la gente pensante del foro: ¿Qué opinan? ¿Seguimos con este despiche en el Plenario, esperando un milagro que acelere las 4.500 mociones, o mejor mandan esa vara a una comisión para que (ojalá) salga algo coherente de todo esto? ¿O ya este proyecto es un caso perdido?
Y es que la matemática no miente, y aquí los números dan miedo y hasta un poco de risa. Hagamos cuentas, así, a lo servilleta. Se avanzó de la moción 554 a la 571. El problema es que todavía quedan por votar 1.993 mociones de fondo. Pero espérense, que la cosa se pone mejor: a esa tierna cifra hay que sumarle otras 2.564 mociones de revisión. O sea, estamos hablando de más de 4.500 votaciones pendientes. ¡CUATRO MIL QUINIENTAS! ¿Ustedes se imaginan a esta gente votando cuatro mil quinientas varas más a este ritmo? ¡Qué torta monumental! Es evidente que el mecanismo de vía rápida, que se supone era para agilizar el trámite, está siendo un fracaso absoluto.
El protagonista de la jornada, una vez más, fue el bendito quorum. Once veces se rompió. ONCE. Esto ya no es casualidad, es una estrategia más clara que el agua. Los diputados, principalmente los del Frente Amplio que se oponen al proyecto, han encontrado la fórmula perfecta para ponerle el freno de mano a la discusión. Diay, la lógica es simple: si no hay 38 diputados sentados en sus curules, no se puede votar. Entonces, se levantan, van por un cafecito, contestan una llamada, y listo, la sesión se paraliza. Es un tira y encoge que tiene a todo el proyecto pegado en el mismo punto, mientras el resto del país se pregunta si de verdad alguien está breteando ahí adentro.
Lo más irónico de todo este despiche es que la semana en que se aplicó la famosa “guillotina” legislativa (el 11 de agosto) se suponía que iba a marcar un antes y un después. Que a partir de ahí, la cosa iba a volar. Pues no. En la primera semana post-guillotina se votaron 119 enmiendas, luego 176 y la anterior 123. Esta semana, si sumamos lo del martes y lo de hoy, apenas llevamos 88. O sea, en lugar de acelerar, vamos en reversa. Parece que el plan de aprobar esto a la velocidad de la luz se está yendo al traste por completo. ¡Qué sal! Al final, tanta bulla con la vía rápida para terminar en la semana con el avance más mediocre de todas.
Mientras tanto, en medio de este circo, sigue flotando en el aire una moción que podría ser el botón de pánico: la propuesta de sacar el proyecto de esta vía rápida y enviarlo a una comisión especial para que lo analicen con más calma y, teóricamente, de forma más eficiente. Para que esa tabla de salvación funcione se ocupan 38 votos, el número mágico. Viendo el panorama, cada vez suena menos descabellado. Así que, les pregunto a ustedes, la gente pensante del foro: ¿Qué opinan? ¿Seguimos con este despiche en el Plenario, esperando un milagro que acelere las 4.500 mociones, o mejor mandan esa vara a una comisión para que (ojalá) salga algo coherente de todo esto? ¿O ya este proyecto es un caso perdido?