Maes, no es por agüevarnos el jueves, pero vieran el estudio que acaba de soltar la gente de Sociología de la UNA. Y para resumirlo en buen tico: la cosa está que arde. El informe, que no se anda por las ramas, concluye que desde el Gobierno hay una intención clarísima de quitarse de encima a cualquiera que le ponga un freno. Hablamos de la oposición, del Poder Judicial, de la Contraloría... Básicamente, de todo lo que conocemos como contrapesos democráticos. Según los académicos, el objetivo es “desmantelar y erosionar” esos controles, lo que, sinceramente, suena a que la institucionalidad se nos puede ir al traste si no le ponemos atención.
Diay, y ¿cómo es la jugada? El análisis lo desmenuza en tres vías principales que ya todos hemos visto, pero que ahora están puestas en papel con sello universitario. Primero, el ataque directo y constante a la oposición. Segundo, esa resistencia casi alérgica al control que ejercen los tribunales, como si cada fallo en contra fuera un ataque personal. Y tercero, el cuestionamiento sistemático al brete de instituciones fiscalizadoras como la Contraloría, cuando se mete con la plata, o la Defensoría, cuando habla de derechos humanos. En pocas palabras, si no estás con ellos, estás en su contra y te van a llover las críticas.
Los investigadores le ponen un nombre bastante técnico a esta vara: “populismo delegativo”. Es una de esas palabrotas de politólogo, pero la explicación es sencilla y hasta familiar. Pasa cuando un presidente siente que, por haber ganado una elección, el "pueblo" le dio carta blanca para hacer lo que le da la gana, ignorando el resto del aparato estatal. La lógica es: "Yo represento al pueblo, así que estas instituciones solo estorban". Y bajo esa premisa, empiezan a modificar o a debilitar cada chunche del Estado para que todo les calce a la medida, sin nadie que les diga que no.
Y para ponerle la cereza al queque, los académicos advierten que este despiche podría intensificarse ahora que se acerca el ambiente electoral. La confrontación, la incertidumbre y las narrativas mesiánicas se vuelven el pan de cada día. El estudio lo dice clarito: se aprovechan figuras políticas para capitalizar el descontento que, con toda razón, tiene la gente. Pero en lugar de dirigir ese enojo a buscar soluciones, lo redirigen para atacar a la propia institucionalidad del país. Es un guion que ya hemos visto: un pleito constante, centrado en la figura del presidente, que ahora se presenta más como una víctima de persecución política que como un gobernante.
Maes, aquí es donde la puerca tuerce el rabo. Un informe de la UNA no es cualquier cosa; es un análisis académico, con datos y metodología. No es un post de Facebook. La pregunta que queda en el aire es qué hacemos con esta información. ¿Es paranoia de la academia o de verdad estamos viendo cómo se desarma el rompecabezas democrático pieza por pieza frente a nuestros ojos? ¿Exageran los sociólogos o le están poniendo el cascabel al gato antes de que sea muy tarde? ¡Abro debate en el foro!
Diay, y ¿cómo es la jugada? El análisis lo desmenuza en tres vías principales que ya todos hemos visto, pero que ahora están puestas en papel con sello universitario. Primero, el ataque directo y constante a la oposición. Segundo, esa resistencia casi alérgica al control que ejercen los tribunales, como si cada fallo en contra fuera un ataque personal. Y tercero, el cuestionamiento sistemático al brete de instituciones fiscalizadoras como la Contraloría, cuando se mete con la plata, o la Defensoría, cuando habla de derechos humanos. En pocas palabras, si no estás con ellos, estás en su contra y te van a llover las críticas.
Los investigadores le ponen un nombre bastante técnico a esta vara: “populismo delegativo”. Es una de esas palabrotas de politólogo, pero la explicación es sencilla y hasta familiar. Pasa cuando un presidente siente que, por haber ganado una elección, el "pueblo" le dio carta blanca para hacer lo que le da la gana, ignorando el resto del aparato estatal. La lógica es: "Yo represento al pueblo, así que estas instituciones solo estorban". Y bajo esa premisa, empiezan a modificar o a debilitar cada chunche del Estado para que todo les calce a la medida, sin nadie que les diga que no.
Y para ponerle la cereza al queque, los académicos advierten que este despiche podría intensificarse ahora que se acerca el ambiente electoral. La confrontación, la incertidumbre y las narrativas mesiánicas se vuelven el pan de cada día. El estudio lo dice clarito: se aprovechan figuras políticas para capitalizar el descontento que, con toda razón, tiene la gente. Pero en lugar de dirigir ese enojo a buscar soluciones, lo redirigen para atacar a la propia institucionalidad del país. Es un guion que ya hemos visto: un pleito constante, centrado en la figura del presidente, que ahora se presenta más como una víctima de persecución política que como un gobernante.
Maes, aquí es donde la puerca tuerce el rabo. Un informe de la UNA no es cualquier cosa; es un análisis académico, con datos y metodología. No es un post de Facebook. La pregunta que queda en el aire es qué hacemos con esta información. ¿Es paranoia de la academia o de verdad estamos viendo cómo se desarma el rompecabezas democrático pieza por pieza frente a nuestros ojos? ¿Exageran los sociólogos o le están poniendo el cascabel al gato antes de que sea muy tarde? ¡Abro debate en el foro!